May Samra para Enlace Judío México e Israel- Como Eli Cohen, protagonista de “El espía” en Netflix, hubo judíos que arriesgaron su vida recaudando información de forma clandestina a favor de la supervivencia del Estado de Israel. Los tres informantes que presentamos vivieron para contarlo.
Sionistas rabiosos
Nada te predispone a ser un “sionista rabioso” como el haber nacido judío en un país árabe: lo sé por experiencia, por haber nacido en el país de los Cedros.
El haber sentido la impotencia de ser ciudadano de quinta en un país enemigo del pueblo judío te vuelve incondicional de Israel.
Es por ello que comprendí perfectamente la postura de Eli Cohen en la película “The Spy”, El espía, producida por Netflix. Sacha Baron Cohen representa, en el filme a Eli Cohen, un israelí nacido en Egipto quien decide unirse a las filas del Mossad y se transforma en Kamel Amin Thabet, un comerciante árabe pudiente de origen sirio. En su personaje de Kamel, el espía aparece en Argentina y luego se traslada a Siria, volviéndose parte de la sociedad pudiente y amigo de grandes personalidades de la política local; adquiriendo influencia tal que le proponen ser vice ministro de Defensa. Sus planes son truncados cuando lo descubren mientras transmite información a Israel; es atrapado, torturado y colgado en público en la plaza central de Damasco.
Comprendí su dolor, comprendí su furia, comprendí su necesidad de ser partícipe de la lucha por el Estado judío. Haber experimentado el orgullo pisoteado, ser calificado de perro judío, sentirse indefenso y sin derechos ciudadanos y ni siquiera humanos te confiere la fuerza y la voluntad de redimir tu propio pasado.
Comprender la ideología árabe a la perfección por haber nacido en ella, conocer el lenguaje oculto de los símbolos, entender el delicado equilibrio entre los sexos y entre las jerarquías, reír de los chistes que escuchaste desde pequeño- te da la posibilidad de mimetizarse en el medio como ningún judío ashkenazí (no offense) lo podría hacer. No es lo mismo disfrazarse de árabe que haber nacido como tal.
El Moré Moise Kamhine
“Ser judío era tener armas escondidas en la azotea” contaban sus hijos acerca de su infancia en el Líbano. El Moré Kamhine fue mi maestro de hebreo en la escuela judía Alliance Israelite Universelle.
Gracias a él, los judíos de Líbano aprendimos un envidiable hebreo, tradiciones, historia judía y Torá.
En distintas ocasiones, el Moré se disfrazó de inspector de la ONU para ingresar a través de la frontera libanesa a Eretz Israel; guardaba en su casa una radio de ondas cortas con la que se comunicaba con los servicios judíos de inteligencia.
Tenía escondidas armas para la defensa de la comunidad, y había hecho alianza con los Falangistas, la milicia cristiana de Líbano, la cual defendía la entrada del barrio judío cuando los motines anti israelitas se acercaban demasiado.
Cayó una y otra vez en las cárceles de Siria y Líbano en donde recibió fuertes golpizas.
La anécdota de los árboles de eucalipto de la película “The Spy” me recordó un truco que inventó el Moré Kamhine. Las autoridades libanesas lo obligaban a dar clases de hebreo a los altos mandos del ejército libanés, para que conocieran “ el idioma del enemigo”. El Moré Kamhine obedecía y, al final del año, organizaba una graduación para sus alumnos.
En ésta, tomaba una foto de grupo, la cual, con los debidos nombres de cada uno, acababa en las oficinas del servicio de inteligencia israelí.
Emigró a México y murió víctima de un accidente de coche.
Shula Cohen
Shulamit nació en la Argentina, inmigró con su familia a los siete años a Israel, se casó los 16 años y se trasladó, junto a su marido, un comerciante libanés, a Beirut. Tuvo 7 hijos.
Allí, procuró apoyar a la Comunidad y a su escuela judía, la Alliance Israelite Universelle. Ella fue el emisario de dicho colegio a la oficina del Presidente de Líbano para pedirle una autorización; el mandatario se encariñó con ella y Cohen se volvió parte de los invitados frecuentes a su casa.
Es así como, en el año 1947, en una reunión, Shulamit escuchó, desde un balcón , a dos personas que mencionaban las palabras “Al Yahud” (los judíos en árabe). Intrigada, puso atención y se percató que eran los jefes del ejército libanés y sirio, quienes estaban planeando un ataque contra los judíos residentes en Palestina.
Shulamit volvió a casa consternada. Había que alertar a la Haganá, las fuerzas armadas del naciente Estado. Pero ¿cómo hacerlo?
“A la mañana siguiente, cuando me levanté” cuenta Cohen en una entrevista exclusiva del 2013 para Enlace Judío “recordé que yo había sido capitana en el grupo de niñas Scouts y que allí habíamos aprendido a escribir con tinta invisible. No es algo que se pueda comprar en un negocio, sino que se prepara en casa”.
“Rápidamente tomé un papel y escribí en inglés – no me atreví a escribir en hebreo porque si me atrapaban me esperaba la horca – una carta para mi querida hermana. En ella le decía que supe que mi otra hermana estaba gravemente enferma y que por favor me explicara qué sucedía porque estaba muy preocupada”.
“Entre los renglones dejé un espacio como de dos centímetros y así, una carta de cuatro renglones me ocupó una hoja completa. Pero, entre los renglones que escribí en inglés, escribí en hebreo, con tinta invisible, todo lo que había escuchado. Palabra por palabra. Firmé, puse la carta en un sobre y le puse como remitente, una sola palabra: “Jerusalén”.
Otra vez no sabía qué hacer. “Entonces, Dios, ¿Cómo enviarla?”. No había correo, no había nada.
“Pensé mucho y recordé que la mayoría de los compradores en el negocio de mi marido venían del sur del Líbano. Fui a verlo – algo que en los países árabes, no es común – y llorando le dije que había recibido noticias de que mi hermana estaba muy enferma y que necesitaba mandarle esa carta porque no sabía si ella iba a sobrevivir. Entonces, él me propuso dársela a uno de los comerciantes que desde hace muchos años eran sus clientes y les pidió que se hicieran cargo porque se trataba de un asunto familiar grave”.
Uno de ellos regresó al día siguiente y nos contó que había entregado la carta en la frontera, porque allí los libaneses se hicieron amigos de algunos jóvenes del ejército judío “Haganá”.
La carta llegó adonde tenía que llegar y 24 horas después alguien vino a visitarme a mi casa. Me trajo una misiva en la que confirmaban que habían recibido mi información y me agradecían. Gracias a mí, los israelíes lograron derrotar a los atacantes”.
Este día, fue reclutada por la inteligencia israelí.
Shulamit fue atrapada y torturada. Fue juzgada en una sala militar, donde la azotaron, colgada de cabeza. Más adelante, fue liberada en un intercambio de prisioneros. Murió a los 100 años en su amada Jerusalén.
Linda L.
Su belleza la llevó hasta las grandes esferas de la política libanesa. Las fiestas en su penthouse eran legendarias: allí se mezclaba lo más selecto de la política, la cultura, la farándula y, en épocas de la guerra civil, los guerrilleros que se quedaban a jugar poker en su comedor. Es así que varios combatientes de distintas denominaciones dejaban sus Kalachnikov para sentarse a apostar su mísero sueldo hasta altas horas de la noche. Con varias copas de alcohol, se soltaban las lenguas.
Por supuesto, la información recabada en estas juergas eran transmitidas a Israel. Un día, le llegó un aviso: su posición estaba comprometida y tenía que dejar Líbano. Se trasladó a Houston, donde falleció años después.
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