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domingo 22 de diciembre de 2024

Los civiles yemeníes, rehenes del fuego cruzado entre Irán y Arabia Saudí

Enlace Judío México e Israel.- Los ataques a instalaciones petrolíferas saudíes agravan la guerra en Yemen, cuya población está sumida hace cuatro años en una guerra civil que ha generado la peor crisis humanitaria del planeta.

FRANCISCO CARRIÓN

Makkia Ahmed trabaja en el hospital de la ciudad de Aslam, el kilómetro cero del hambre en el norte del Yemen. En sus visitas domiciliarias, la doctora fotografía lo que sus ojos ven. Sus instantáneas documentan el horror de la mayor crisis humanitaria del planeta: un padre de familia enfermo de tuberculosis que a diario tiene que optar por comprar medicinas o alimentar a sus cinco hijos; un anciano que vende sus gallinas, su última posesión, para llevarse algo a la boca; una familia entera malnutrida que no puede costearse el viaje a la clínica; un niño discapacitado que pasa los días con los pies atados.

“Aslam es una zona fronteriza que está cerca del conflicto y que ha acogido a un gran número de desplazados por la guerra”, explica a El Mundo Makkia en un receso de su labor. “Las enfermedades se han propagado. No sólo la malnutrición, sino también la lepra o los trastornos psicológicos por la contienda. Los bebés nacen desnutridos de madres desnutridas”, denuncia la doctora, muy crítica con el auxilio prestado por ONGs y organismos internacionales en un país sometido a un severo bloqueo.

Cuatro años y medio después del inicio de los bombardeos de la coalición árabe que lidera Arabia Saudí, Yemen no ha tocado fondo. Atrapada en un complejo conflicto que lucra a los señores de la guerra de ambos bandos, la población civil sufre las consecuencias de cada nueva agresión mutua. Los ataques hace una semana contra dos instalaciones del gigante petrolero estatal saudí Aramco, reivindicados por el grupo rebelde chií de los hutíes, amenazan con exacerbar las penurias de la población.

EL 80% DEPENDE DE LA AYUDA HUMANITARIA

“Realmente son malas noticias para quienes tratamos de poner fin al conflicto en Yemen”, reconoció hace unos días el enviado de la ONU en Yemen Martin Griffiths, quien ha batallado sin demasiada fortuna por detener la sangría. Según un proyecto dedicado a documentar las bajas en conflicto, más de 91.000 personas han perdido la vida en Yemen desde 2015, cuando se iniciaron los bombardeos. Mientras, Riad y Washington sopesan la respuesta a una agresión que consideran “indudablemente patrocinada por Irán”, la coalición lanzó ayer una operación militar contra el estratégico puerto yemení de Hodeida, donde ha reinado un precario alto el fuego pactado el pasado diciembre en Estocolmo. Por la instalación accede al país el 80% de los bienes. “Los ataques en Hodeida constituyen una peligrosa escalada que podría dinamitar el acuerdo de Suecia”, advirtió ayer un portavoz hutí.

La tregua, no obstante, apenas ha sido perceptible en Aslam. “Más de 17.000 niños de la zona padecen malnutrición severa. Cada semana 16 menores son ingresados. Si hubiera camas para todos, los casos que aceptaríamos serían muchos más”, se queja Makkia. Las infraestructuras médicas están bajo mínimos. Golpeadas por los ataques aéreos, muchas clínicas han tenido que echar el cierre. Escasean las medicinas y el equipamiento, y el personal lleva meses sin recibir su salario. Según Save the Children, al menos 193 menores han muerto este año por el cólera. El 80% de la población yemení -más de 24 millones de personas- depende de la ayuda. Diez millones se alimentan directamente de lo que reciben de la asistencia humanitaria.

CRÍMENES DE GUERRA

La nación más pobre del golfo Pérsico, rehén de un conflicto en el que los países vecinos se disputan la hegemonía regional, se ha convertido también en un icono de las promesas incumplidas. El dinero anunciado el pasado febrero en una conferencia de donantes apenas ha llegado. “Aquellos que hicieron las promesas más abultadas, los países vecinos de Yemen y miembros de la coalición, han desembolsado sólo una modesta proporción de lo que anunciaron”, denunció el jefe de la ayuda de la ONU Mark Lowcock, en alusión a Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Ambos países se comprometieron a contribuir con 750 millones de dólares. Sin embargo, Riad solo ha hecho llegar 121,7 millones mientras que Abu Dabi ha aportado ya 195 millones. “El Gobierno yemení y la coalición están bloqueando la entrada a Hodeida de 10 buques con importaciones de combustible. El impacto en cientos de miles de familias ya se está sintiendo. A las personas que apenas sobreviven, ahora les resultará mucho más difícil”, agregó Lowcock a principios de esta semana.

Mientras la población sufre sus estragos, la guerra civil está lejos de concluir. A principios de julio, Emiratos reconoció que había iniciado el repliegue de sus tropas en una apuesta por la vía diplomática. Fuentes del Gobierno yemení de Aden, en declaraciones a este diario, rebajan este anuncio y explican que se trata, más bien, de un reposicionamiento táctico. En los últimos años, el ejército emiratí ha entrenado a 90.000 hombres, miembros de una constelación de milicias no siempre bien avenidas. Los uniformados saudíes han ocupado su vacío en al menos dos estratégicos puertos del mar Rojo.

La destrucción está aún lejos de ser cuantificada ni saldada. Un informe de la ONU denunció hace unos días que ambas partes han cometido crímenes de guerra y que países como EE.UU, Reino Unido, Francia e Irán podrían ser cómplices por haber proporcionado apoyo y armamento. El panel de expertos reunió un listado de hasta 160 militares y políticos que deberían rendir cuentas por su participación en tales crímenes. Un ajuste incierto y ajeno para las necesidades que claman en los confines de Aslam. “Necesitamos restaurar las instalaciones sanitarias y ampliarlas. La gente se muere sin que podamos hacer nada”, suplica Makkia.

 

 

Fuente:elmundo.es

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