Enlace Judío México e Israel.- Este movimiento, que controla la capital yemení y el extremo oeste del país desde 2014, reivindicó el ataque del sábado pasado contra el corazón petrolero saudita. Sin embargo, Riad presentó evidencias que apuntan contra Teherán, su principal respaldo externo. Cuáles son sus objetivos y ambiciones.
DARÍO MIZRAHI
Los hutíes hablan de la “Revolución del 21 de Septiembre”, pero para casi todo el mundo fue un golpe de Estado. Una serie de protestas lideradas por este movimiento en agosto de 2014 contra el aumento de los combustibles terminaron el 21 de septiembre con la toma de los principales edificios gubernamentales en Saná, la capital de Yemen.
Ante la inacción de las Fuerzas Armadas, el primer ministro Mohammed Basindawa renunció tres días más tarde. El presidente Abdrabbuh Mansur Hadi resistió un poco más, aunque vaciado de poder. Tras un ataque al palacio presidencial, fue forzado a dimitir el 22 de enero de 2015. Los hutíes formaron un Consejo de gobierno en las semanas siguientes.
El conflicto dio un vuelco en marzo, cuando Arabia Saudita decidió intervenir para restablecer al gobierno de Hadi.
El objetivo era frenar el avance de un grupo históricamente contrario a sus intereses, que estaba recibiendo apoyo de Irán, su principal enemigo en la región. Ese fue el comienzo de una cruenta guerra que sumergió a Yemen en “la peor crisis humanitaria del mundo”, de acuerdo con la ONU.
A cinco años del asalto de Saná, un sorpresivo ataque con drones al corazón de la industria petrolera saudita amenaza con agudizar el enfrentamiento. El sábado 14 a las 3:31 a.m. se produjeron una serie de explosiones en un yacimiento petrolero en Khurais, a menos de 150 kilómetros de Riad. A las 3:42, los estallidos se registraron en el centro de procesamiento de Abqaiq, el más grande del mundo. Pertenece a la compañía estatal Saudi Aramco y es donde se refinan dos tercios de la producción del país.
Los daños causados hicieron que la oferta diaria de Arabia Saudita cayera de 9,7 a 5 millones de barriles, lo que disparó el precio del Brent hasta un 20% el lunes, de 60 a 72 dólares. Fue el mayor salto diario desde 1980. La suba se amortiguó luego de que Donald Trump liberó parte de las reservas estadounidenses, y el precio se estabilizó en 66 dólares.
Los hutíes se hicieron responsables del ataque el mismo sábado. A través de Al-Masirah, su agencia de noticias, lo reivindicaron como una represalia por los permanentes bombardeos de Riad sobre sus posiciones en Yemen. Si bien la organización había exhibido parte de su arsenal aéreo, que incluía drones y misiles balísticos, la mayoría de los expertos puso en duda que tuviera esa capacidad de fuego.
“Por el momento, parece que pocos o ninguno de los ataques a las instalaciones petrolíferas sauditas proceden de Yemen en esta ocasión. Las distancias y la precisión sugieren que los hutíes simplemente no fueron capaces de hacerlo”, dijo a Infobae David B. Roberts, profesor de la Escuela de Estudios de Seguridad del King’s College de Londres.
Con el correr de las horas, las miradas se posaron sobre Irán, que mantiene desde hace meses una disputa con Arabia Saudita y Estados Unidos por el incremento de las sanciones en su contra. Las incautaciones cruzadas de buques petroleros y las múltiples sospechas de sabotaje forman parte de este escenario.
“El apoyo de Irán a los hutíes ha aumentado constantemente a lo largo de los años, especialmente desde 2015. No sabemos cuál es la naturaleza exacta de este respaldo, pero basándonos en los informes disponibles, podemos decir que incluye armas pequeñas, municiones, misiles y partes de misiles y drones, así como asistencia técnica para el mantenimiento y la utilización de este equipamiento. Irán también proporciona a los hutíes inteligencia y entrenamiento, directamente y a través de los oficiales de Hezbolá”, explicó Thomas Juneau, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Ottawa, consultado por Infobae.
Washington —principal aliado estratégico de Arabia Saudita— presentó el lunes imágenes satelitales que evidenciarían que los ataques provinieron del norte (Irán) y no del sur (Yemen). Riad fue más directo. El Ministerio de Defensa acusó el miércoles a Teherán de estar detrás de las explosiones y mostró como prueba restos de las armas utilizadas. La versión oficial saudita es que 18 drones y 7 misiles crucero iraníes fueron empleados en el atentado.
“En este punto creo que no estamos en condiciones de llegar a una conclusión firme sobre lo que sucedió exactamente el sábado —continuó Juneau—. No me cabe duda de que Irán estuvo implicado, pero aún no está claro si los drones y los misiles fueron lanzados desde territorio iraní o desde otro lugar. Tampoco sabemos si Irán actuó por su cuenta o en cooperación con los hutíes, las milicias iraquíes u otros. Sin embargo, en términos generales, podemos asumir que la probable motivación para Irán fue señalar a Arabia Saudita, Estados Unidos y al mundo que una guerra sería muy costosa. Esto es coherente con su doctrina: recordar a todos que tiene la capacidad de hacerles daño si lo atacan”.
La incógnita ahora es cuál va a ser la respuesta de Riad y de Washington. Las consecuencias de una eventual escalada militar pueden ser devastadoras. Especialmente para Yemen, donde más de 90.000 personas fueron asesinadas desde el comienzo del conflicto, 3,1 millones quedaron desplazadas y el 70% de la población padece inseguridad alimentaria.
Ansar Allah
Con un PIB per cápita de 918 dólares y un Índice de Desarrollo Humano de 0,452, Yemen es uno de los países más pobres del mundo árabe. La inestabilidad política fue una regla desde la independencia del Reino Unido en 1967, cuando el país estaba partido en dos: Yemen del Norte —que ocupaba Saná y la parte oeste del territorio actual— y Yemen del Sur —que abarcaba la mitad este—. La unificación se concretó en 1990 bajo el liderazgo de Ali Abdullah Saleh, que era presidente del Norte desde 1978 y que gobernó el naciente Estado hasta las revueltas que lo forzaron a renunciar en 2011.
Los hutíes llevan el nombre de una tribu yemení que predica el zaydismo, una de las ramas del islam, que algunos analistas vinculan con el chiísmo que es dominante en Irán, aunque otros afirman que son completamente diferentes. Pero no son un grupo étnico ni una tribu en sí misma, sino un movimiento político religioso, cuyo verdadero nombre es Ansar Allah (“Partidarios de Dios”).
“Son llamados hutíes en Occidente y por sus oponentes, pero es una tergiversación de lo que realmente son. Es una amplia alianza que se llama Ansar Allah, que exige elecciones, una distribución justa de la riqueza nacional y la expulsión de elementos extranjeros radicales que durante mucho tiempo sirvieron como activos de Saleh, y luego de Hadi, para atacar a sus oponentes”, dijo a Infobae Isa Blumi, profesor del Departamento de Estudios de Asia, Medio Oriente y Turquía de la Universidad de Estocolmo.
El movimiento se fundó a principios de la década de 1990 en la región de Sa’dah, en el norte del país. Se los empezó a llamar hutíes en gran medida por su líder, que pertenecía a la comunidad indígena homónima y se llamaba Hussein Badreddin al-Houthi.
“Los hutíes están asociados a una familia prominente, que en un período contencioso de la recién unificada Yemen inspiró un bloque regional en defensa de los intereses de muchas comunidades diferentes del noroeste del país —continuó Blumi—. Sa’adah era importante porque limitaba con la volátil región de Asir en el sudeste de Arabia Saudita, que había sido anexada de Yemen en 1934. Para modelar la política local de esa región, tanto Arabia Saudita como el régimen de Saleh fomentaron a los takfiris radicales entrenados por los saudíes. Se esperaba que estos activistas diluyeran la región de su larga historia de autonomía, quizás con la esperanza de coaccionar a su población para que aceptara un papel subordinado en Yemen, uno que no fuera una amenaza para Riad”.
A partir de 2003, como muchas otras organizaciones de la región, comenzaron con un proceso de radicalización en respuesta a la Guerra de Irak y adoptaron un nuevo lema: “Dios es grande, muerte a los Estados Unidos, muerte a Israel, maldición a los judíos y victoria para el Islam”.
Tras una serie de ataques contra blancos gubernamentales, los hutíes empezaron a ser perseguidos con mayor ahínco. En 2004 fue asesinado Hussein al-Houthi y el liderazgo pasó a su hermano Abdul-Malik al-Houthi, aunque el movimiento se volvió más descentralizado. Tras varios años de perfil bajo, reaparecieron en el marco de la Primavera Árabe que hizo caer a varios dictadores de la región, entre ellos Saleh.
Nunca aceptaron a Hadi como reemplazo. Si bien participaron de algunas mesas de diálogo para poner fin al caos que se abrió con la crisis de 2011, en 2014 abandonaron cualquier intento de conciliación. Su pretexto para pasar a la acción ante un gobierno débil, con escaso control sobre el territorio nacional, fue el enojo que despertó el retiro de subsidios al combustible.
“El gobierno interino de Hadi fue impuesto dejando de lado los intereses de los habitantes del noroeste y los de la antigua clase política del Yemen del Sur. Este período entre 2012 y 2015 resultó violento y corrupto, lo que condujo a una batalla final que comenzó con una coalición establecida en el noroeste con aliados de todo Yemen, que incluyó a antiguos partisanos afiliados a la familia huti”, contó Blumi.
Las protestas comenzaron el 18 de agosto de 2014 y se volvieron cada vez más masivas. El 18 de septiembre los hutíes salieron airosos de enfrentamientos con grupos oficialistas y el 21 entraron a Saná. En un principio, resultó llamativa la pasividad de las Fuerzas Armadas ante el avance huti. Todo quedó más claro cuando se expusieron los vínculos entre sus líderes y Saleh, que se había aliado a sus viejos enemigos con la esperanza de recuperar el trono.
Los hutíes se expandieron y lograron controlar cerca de un tercio del territorio yemení, el extremo oeste. Crearon un Consejo Político Supremo como órgano de gobierno, pero no obtuvieron reconocimiento internacional.
Hadi, que estaba bajo arresto domiciliario, escapó el 21 de febrero y se instaló en Adén, ciudad importante en el sur del país que no estaba bajo control huti. En un mensaje televisado, dijo que había renunciado a la fuerza pero que seguía siendo el presidente de Yemen, y llamó a expulsar a los hutíes de Saná.
Entre Arabia Saudita e Irán
Hadi pidió el auxilio de Riad, que lo estaba esperando para intervenir. Se puso al frente de una coalición de diez países árabes, respaldada a su vez por Estados Unidos, que desde entonces realiza ataques aéreos contra los hutíes y envía apoyo militar a las tropas regulares en su enfrentamiento contra el grupo insurgente. Al mismo tiempo, Teherán acudió en apoyo de sus aliados.
“Irán y los hutíes desarrollaron vínculos más estrechos a lo largo de los años —dijo Juneau—. En los 90, los contactos eran ocasionales. Los lazos significativos comenzaron después de la lucha entre los hutíes y el gobierno central yemení en 2004, pero en 2011 eran todavía muy limitados. Los hutíes recibían muy poco apoyo material de Irán, y no hay indicios de que Irán ejerciera ningún tipo de influencia sobre ellos. Las relaciones se profundizaron luego de que las protestas de 2011 condujeran al derrocamiento de Saleh. Con el caos que surgió, Irán vio una ventana de oportunidad para penetrar en un Estado débil, fronterizo de su rival saudita. Sin embargo, lo que más ha hecho para acercar a los hutíes con Teherán desde 2015 fue la decisión de Arabia Saudita de intervenir en Yemen”.
A la vez comenzó a crecer un tercer actor, Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP), que en Yemen también se presenta como Ansar al-Sharia. Enfrentada tanto a los hutíes como al gobierno de Hadi, esta organización terrorista que se asume parte del legado de Osama Bin Laden logró hacerse del control de una importante porción del territorio yemení en el sur y en el centro del país.
Los hutíes quedaron más aislados políticamente en 2017, cuando Saleh rompió con ellos, consciente de que las cosas no estaban saliendo como esperaba. El 2 de diciembre hizo el anuncio y el 4 fue asesinado por combatientes del movimiento mientras trataba de huir de Saná.
El enfrentamiento está bloqueado desde hace varios meses y no resulta claro cómo ni cuándo puede terminar. La ONU propicia desde hace tiempo una salida dialogada, pero los intentos no han prosperado. La única constante en este conflicto es el agravamiento de la crisis humanitaria, que ya está llegando a niveles pocas veces vistos en las últimas décadas.
“La guerra ha provocado una catástrofe humanitaria en Yemen. En el proceso, los hutíes, originalmente un movimiento local, ganaron el apoyo iraní y los Estados Unidos, aunque nunca intervinieron militarmente, respaldaron a Arabia Saudita”, dijo a Infobae Marina Ottaway, investigadora del Centro Woodrow Wilson especializada en Medio Oriente. “Después de cinco años, los hutíes siguen en Saná y en el norte del país, y la población de las zonas que controlan ha estado sufriendo de hambre y enfermedades. El conflicto se ha internacionalizado y nadie está ganando”.
Fuente: infobae.com
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