Sobrevivir, resguardar y amar la identidad judía en una Venezuela en crisis

Enlace Judío México e Israel.- Mucho se sabe sobre la comunidad judía en Venezuela donde muchos ya han migrado, pero aún queda un remanente en Caracas. Pero, ¿Qué hay de aquellos judíos que viven fuera de la Capital venezolana donde no existen Sinagogas y Yeshivot? ¿Cómo mantienen su identidad y fe?

*HEBERT RUIZ PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Había llegado la noche y el racionamiento eléctrico no pasó desapercibido como se solía esperar. Ya las velas para la recepción y cena del Shabat estaban encendidas y la mesa lucía preparada. Shalom Alejem fue cantada por mi familia con mucha alegría y las luminarias que veíamos eran la máxima luz que adornaba en medio de una noche oscura, tal cual como suelen ser las noches y días en Venezuela.

Cada vez más los judíos en Venezuela deciden emigrar para huir de una grave crisis humanitaria y económica que atraviesa el país sudamericano, además de la existencia sobre vínculos entre un Gobierno usurpador, que Estados Unidos ha calificado como “narco régimen”, y grupos terroristas como Hezbolá y Hamás, provocando temor entre la comunidad judía ante el posible incremento del antisemitismo.

En Caracas reside la mayoría de los miembros de la comunidad judía, donde están las principales Sinagogas. En la ciudad de Maracaibo, estado Zulia, a 15 horas de la capital venezolana, existe una Sinagoga donde además hay un Colegio Hebreo, pero ¿Qué hay de las demás ciudades y Estados donde no hay Beit Kneset ni Yeshivot? ¿Cómo (sobre) viven los judíos fuera de la capital del país?

El pasado 18 de julio leí un artículo donde la Agencia Judía logró sacar de Venezuela algunos judíos hacia Israel. Sin duda me causó gran alegría leer aquella situación que terminó en un exitoso aterrizaje en Eretz.

Días después le conté a Samuel, un amigo de origen polaco y quien reside cerca de mi casa, que había sido posible para otros judíos lograr salir de Venezuela y llegar directamente a Israel. El asombro entre ambos permitió ciertas expectativas, pero al mismo tiempo pensamos en muchas barreras.
Desde mis tres años de edad vivo en el Estado Trujillo, una entidad de al menos un millón de habitantes que está ubicada en la región andina de Venezuela. Aquí encontrarse a un judío es un privilegio y al mismo tiempo un milagro.

Trujillo es un Estado muy precario y a diferencia de Caracas, la calidad de vida es muy deficiente y los servicios básicos no son garantizados: escasez de agua, gasolina, gas, racionamientos de luz constante, etc. Similar situación ocurre en otras provincias, lejos de la capital del país.

Para el joven Samuel, el objetivo es llegar a Israel aunque no cuenta ni con un dólar. El salario básico en Venezuela se ubica en $1,95, pero generalmente los comercios que ofrecen empleos pagan más de $30 (treinta), sin embargo, esto no resulta tan suficiente para Samuel, quien tiene que mantener a su familia e hijos ante una galopante hiperinflación que atraviesa la nación.

Además, él no cuenta con pasaporte venezolano, un documento que resulta casi imposible solicitarlo en el país. Samuel me contó que su padre, un señor de avanzada edad, le dio la opción de “hablar con un viejo amigo de la Sinagoga de Caracas” para ver “en qué le puede ayudar cuando te sientas completamente preparado”.

“Mi papá me contó que mis abuelos salieron huyendo en plena guerra en Alemania. En los brazos llevaban a mi papá que apenas era un bebé y se pudieron salvar hasta que llegaron a Venezuela. Mi padre dice que en una Sinagoga de Caracas está inscrito el nombre de mi abuelo”, relató Samuel, a quien se le omite el apellido para ocultar su completa identidad.

Historias como ésta, así como ciertas familias judías, solían estar completamente ocultas aquí en el Estado Trujillo, lejos de Caracas. De los pocos judíos que logré conocer y que vivieron por años en esta tierra andina, ya no están más aquí; emigraron.

Sin embargo, quedan algunos, muy pocos, que intentan salvarse a diario de esta catástrofe humanitaria que vive el país.

“Averíguame qué se puede hacer para contactar gente (judía) que nos ayude”, me encomendó Samuel, quien motivado se interesó en aprender el hebreo “para estar preparado cuando me llegue la oportunidad de irme a Israel con mi familia”, pues así fue la petición/condición de su padre: No emigrar si no es a Israel.

Buscando el pan

Venezuela vivió una profunda escasez de alimentos durante cuatro años, pero durante el año 2019 la situación cambió, sin embargo, tras aparecer los productos en los anaqueles con altísimos costos, la comida suele ser imposible de comprar para mucha gente de la población que gana menos de dos dólares mensuales.

En una ocasión durante los tiempos de escasez, leí a una señora por las redes sociales que se sentía perturbada y profundamente triste porque había llegado el viernes y no pudo conseguir levadura para hacer el pan de Shabat.

“No me rendí y lo hice sin levadura. Me salió como una Matzá, pero no podía dejar de hacer pan. Estamos en crisis y tenemos que resolver”, se desahogó a través de las redes sociales una habitante (judía) de la ciudad de Barquisimeto, estado Lara.

Al oeste del Estado Trujillo, existe una familia que no es de ascendencia judía, pero desde hace 8 años decidieron practicar el judaísmo bajo su propio esfuerzo, ya que no cuentan con ningún maestro personal.

Hace años lograron adquirir algunos libros de la literatura judía y cuando tienen conexión a internet (el más lento de Latinoamérica) logran actualizarse con enseñanzas de la Torá. Tienen pocos recursos y no han tenido la oportunidad de viajar hasta Caracas, donde están las Sinagogas, para ser instruidos personalmente.

Daniel, el jefe de dicho hogar, logró acondicionar una pequeña habitación de su casa para dedicarla al estudio de la Torá. Allí clavó en la pared una bandera israelí y adornó con algunas luces el techo.

“Es un lugar familiar para el estudio. Aquí también rezamos y en Shabat procuramos estar todos juntos. Una vez vino una señora que era miembro de la Sinagoga de Maracaibo y quedó muy asombrada de nuestro interés y disciplina con el Judaísmo a pesar que no tenemos la obligación, pero tratamos de cumplir lo que podamos con amor y buena intención”, contó Daniel.

En ocasiones en la mesa del Shabat, a esta familia le falta el vino, pues no cuentan con suficiente dinero para cumplir con todos los implementos para la mesa. “Si nos falta algo, no nos desanimamos sino que durante la semana siguiente nos esforzamos más para conseguir embellecer la mesa del Shabat a pesar de nuestras limitaciones”, expresó.

Siguen habiendo historias verdaderas y conmovedoras de familias judías que aún quedan en el interior de Venezuela, lejos de Caracas, donde viven la vida como si estuviesen en guerra, donde a pesar de la catástrofe humanitaria del país, sobreviven, resguardan y aman la identidad judía.

 

*Periodista venezolano

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