Enlace Judío México e Israel.- El 25 de agosto, los líderes del Grupo de los Siete (G7) se reunieron en Biarritz (Francia) para debatir los problemas del mundo. La situación en Oriente Medio no estaba en el orden del día. El presidente francés, Emmanuel Macron, organizador de la cumbre de este año, estuvo a punto de forzar su inclusión.
Había decidido invitar a la cumbre al ministro de Exteriores de Irán, Mohamed Yavad Zarif. Macron no avisó a sus invitados de la asistencia de Zarif hasta el último momento. Su objetivo, al parecer, era conseguir reunir al ministro iraní y al presidente de EE.UU, Donald J. Trump. El presidente Trump se negó. Zarif mantuvo una conversación informal con Macron y algunos ministros franceses y después regresó a Teherán. Pero Macron no se rindió. En una rueda de prensa al día siguiente, le pidió públicamente al presidente Trump que se reuniera con los líderes iraníes lo antes posible.
Trump, respondiendo a la pregunta de un periodista sobre la posibilidad de dicha reunión, respondió educadamente que sí era posible, pero sólo “si las circunstancias son las correctas”. El régimen iraní respondió que, primero, Estados Unidos tendría que eliminar todas las sanciones. La Administración Trump no se molestó en contestar.
Macron invitó después a París a una delegación iraní encabezada por el viceministro de Exteriores de Irán, Abás Aragchi “para intentar definir una postura común para Francia e Irán”. El 3 de septiembre, un día después de que se marchara la delegación, se supo que Francia había propuesto ofrecerle a Irán una línea de crédito de 15.000 millones de dólares. En respuesta, Brian Hook, representante especial para Irán, dijo el 4 de septiembre: “No podemos dejar más claro que estamos volcados en esta campaña de presión y no tenemos intención de conceder ninguna excepción o exención”. Con esta declaración se dio a entender que Estados Unidos rechazó la propuesta francesa.
El mismo día, el presidente iraní, Hasán Ruhaní, anunció que Irán iba a acelerar su enriquecimiento de uranio. No hizo alusión a la maniobra de Macron.
Al parecer, ese anuncio no desanimó a Macron.
El acuerdo nuclear con Irán, conocido como Plan de Acción Conjunto y Completo (PACC), alcanzado entre Irán y China, Francia, Reino Unido, EEUU y Alemania el 14 de julio de 2015, pero que Irán nunca firmó, permitió a la República Islámica disponer de 150.000 millones de dólares que estaban congelados en bancos extranjeros. Los líderes franceses, evidentemente reconociendo una oportunidad económica, invitaron a Ruhaní a París.
Cuando el predecesor de Macron, el presidente François Hollande, recibió a Ruhaní en enero de 2016, anunció por todo lo alto que había que dejar a un lado las viejas disputas y que era hora de abrir “un nuevo capítulo en las relaciones entre los dos países”. Se firmaron varios acuerdos; Ruhaní dijo que Irán “combate el terrorismo” y Hollande agachó dócilmente la cabeza.
Una de las razones por las que el Gobierno francés considera la elección de Donald Trump una mala noticia es que Trump indicó en 2015 que consideraba que el acuerdo nuclear con Irán era un mal acuerdo del que quería retirarse.
Cuando Trump fue después elegido presidente, Macron convirtió en su máxima prioridad salvar el acuerdo, al parecer.
Durante una visita a Washington en abril de 2018, el principal objetivo de Macron fue convencer a Trump de que cambiara de idea. Lo intentó mediante la seducción, abrazando a Trump sin cesar. Lo intentó con arrogancia, anunciando en un discurso ante el Congreso:
“Francia no abandonará el acuerdo nuclear iraní porque lo firmamos. Su presidente y su país tendrán que afrontar sus responsabilidades.”
Después de que Trump anunciara en mayo de 2018 que EEUU abandonaba el acuerdo nuclear, Macron pareció entrar en pánico, y pidió una reunión de urgencia de los líderes europeos. La Unión Europea pidió a las empresas francesas y europeas que desafiaran a Trump, pero al final, temiendo las sanciones estadounidenses, algunas empresas europeas dejaron de hacer negocios en Irán.
Francia y Alemania intentaron después establecer un mecanismo para ayudar a las empresas a sortear la decisión de Estados Unidos y seguir haciendo negocios con Irán. El Instex (Instrumento de Apoyo al Intercambio Comercial) se introdujo oficialmente a principios de 2019, pero aún no está operativo. Nadie en Europa con la responsabilidad de tomar decisiones parece querer arriesgarse a usarlo y tener un problema con Estados Unidos.
El 8 de septiembre, días después de las declaraciones de Ruhaní sobre la aceleración del enriquecimiento de uranio iraní, el ministro de Exteriores francés, Jean Yves Le Drian, resumió la postura francesa. Dijo que Irán estaba tomando “malas decisiones”, pero que Francia intentaría ayudar y “mantener el diálogo”. Añadió —incorrecta pero impávidamente— que Irán había respetado escrupulosamente el acuerdo nuclear hasta el momento en que Estados Unidos renegó del acuerdo. De manera desconcertante, añadió que Irán se había visto “privado de los beneficios” que podía esperar del acuerdo —refiriéndose, aparentemente, a la oportunidad de poder desarrollar pronto armas nucleares sin límites— y que ahora era necesario “evitar los riesgos de una desestabilización regional”. No especificó a qué región se refería. Lanzó la crítica de que “Estados Unidos impide a las empresas no estadounidenses decidir libremente”.
Macron y el Gobierno francés saben perfectamente que el acuerdo nuclear era defectuoso, que no impedía al régimen iraní dedicarse a sus actividades belicosas. Macron y el Gobierno francés también saben que Irán vulneró el acuerdo repetidas veces. También saben que el Mossad, el servicio de inteligencia de Israel, confiscó miles de documentos condenatorios en Teherán. Eran de dominio público, y fueron revelados por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, el 30 de abril de 2018. Los funcionarios franceses, sin embargo, siguieron hablando como si no supieran nada. Mentían.
Lamentablemente, insisten en afirmar que el presidente Trump se retiró arbitrariamente del acuerdo no firmado y fingieron no saber lo que decía Trump cuando anunció su decisión:
“El régimen iraní es el principal patrocinador estatal del terrorismo. Exporta misiles peligrosos, aviva los conflictos en todo Oriente Medio y financia a los terroristas, proxies y milicias como Hezbolá, Hamás los talibanes y Al Qaeda.
“A lo largo de los años, Irán y sus satélites han bombardeado embajadas y edificios militares estadounidenses, asesinado a cientos de miembros en servicio de Estados Unidos y secuestrado, encarcelado y torturado a ciudadanos estadounidenses. El régimen iraní ha financiado su largo reinado de caos y terror saqueando la riqueza de su propio pueblo (…)
“El acuerdo permitió a Irán seguir enriqueciendo uranio y, con el tiempo, llegar al borde de una explosión nuclear. El acuerdo levantó sanciones económicas que estaban paralizando a Irán a cambio de unos límites muy débiles en cuanto a su actividad nuclear y nulos en cuanto a su conducta maligna.”
Los funcionarios franceses también afirmaron falsamente que Irán no se había “beneficiado” del acuerdo. Sin embargo, Irán, en vez de hacer inversiones con las empresas extranjeras, utilizó la mayor parte de los 150.000 millones de dólares de fondos y créditos descongelados para proveer a las organizaciones terroristas de miles de millones para sembrar el caos y la muerte en todo Oriente Medio, atacar los activos de EEUU y el Reino Unido y dejar fuera de juego la mitad de la producción petrolífera de Arabia Saudí, que representa el 5% del suministro de petróleo diario mundial.
Los funcionarios franceses hablaron de “desestabilización regional” como si no vieran que Irán ya ha desestabilizado profundamente Siria, el Líbano, el Yemen y la Franja de Gaza.
Los funcionarios franceses también afirman falsamente la necesidad de defender el libre comercio y la libertad empresarial, una excusa que es un claro subterfugio para ayudar a un régimen criminal.
Tampoco mencionan nunca las innumerables violaciones de los derechos humanos perpetradas por el régimen, y la desesperación y la miseria de la población iraní. Tampoco hablan jamás de la dura retórica antisemita diseminada por la mayoría de los dirigentes del régimen y las incesantes llamadas a la destrucción genocida de Irán lanzadas por el líder de Irán, el ayatolá Alí Jamenei.
Los funcionarios franceses actúan y hablan como si el régimen iraní fuese totalmente honorable, como si no discernieran lo obvio: que el régimen iraní tiene objetivos destructivos. El acuerdo nuclear no desvió al régimen de su objetivo de construir armas nucleares. De hecho, el acuerdo ayudó al régimen respecto a ese fin preciso. La estrategia estadounidense de aplicar la máxima presión mediante las sanciones económicas parece la única manera no militar de presionar al régimen para que cambie de rumbo.
En vista del historial de Francia a la hora de apaciguar a regímenes hostiles, su actitud hacia el régimen iraní no es nada sorprendente.
En las últimas décadas, Francia intentó varias veces dar prioridad a sus intereses económicos inmediatos, aunque aumentara el riesgo para otros y a la postre incluso para sí misma. En 2001-2002, cuando Francia firmó los acuerdos petrolíferos con Irak, hubo documentos que mostraban que la oposición francesa al derrocamiento de Sadam Husein obedecía al deseo de salvar los acuerdos sobre el petróleo. Tres décadas antes, el 18 de noviembre de 1975, después de que Francia hubiese firmado un acuerdo de cooperación nuclear con Irak, el entonces dictador Sadam Husein dijo que el acuerdo era “el primer paso concreto hacia la producción de un arma atómica árabe”. Si Israel no hubiese destruido el reactor nuclear de Osirak el 7 de junio de 1981, es casi seguro que Irak habría podido adquirir armas nucleares. El intento actual de Francia de dar prioridad a sus intereses económicos a pesar de las malignas actividades del régimen iraní es más de lo mismo.
Los dirigentes franceses han criticado a menudo —e incluso intentado poner obstáculos— a Estados Unidos, siempre que se ha enfrentado a enemigos. El 1 de septiembre de 1966, el general Charles de Gaulle pronunció un discurso en Nom Pen (Camboya) en el que criticó duramente el “imperialismo estadounidense” en Vietnam. Cuando el presidente de EEUU Ronald Reagan describió a la Unión Soviética como el “imperio del mal”, el ministerio de Exteriores francés expresó sus “reservas” sobre la “arriesgada actitud beligerante” de Estados Unidos. Cuando el presidente de EEUU George Walker Bush denominó a Corea del Norte, Irak e Irán como “el eje del mal”, el presidente francés Jacques Chirac habló de su “miedo”.
Además, los líderes franceses han tenido rara vez en cuenta la suerte que corrían las poblaciones de los países con los que tenían la posibilidad de mantener unas lucrativas relaciones. Nunca prestaron atención a los discursos antisemitas y llamadas a la destrucción de Israel que surgían de los líderes del mundo musulmán. En general, han soslayado las declaraciones de guerra de los enemigos de Israel. En 1967, poco antes del estallido de la Guerra de los Seis Días, el general De Gaulle decidió declarar un embargo de armas contra Israel. En 1973, durante la Guerra de Yom Kippur, cuando Egipto y Siria atacaron a Israel, el ministro de Exteriores francés Michel Jobert dijo que los “árabes querían volver a casa” y añadió que eso no era “necesariamente una agresión”. La indiferencia de los líderes franceses ante las amenazas de Irán a Israel concuerda perfectamente con la arraigada tradición política de Francia.
Francia no es el único país europeo que se comporta de ese modo con el régimen iraní. Cuando Angela Merkel se percató de que Macron no había logrado convencer a Trump de que se mantuviera en el acuerdo nuclear, fue a Washington e intentó influir en el presidente. Hasta la fecha, Alemania sigue apoyando las posturas de Francia respecto a Irán. El Instex fue fruto de la cooperación entre Francia y Alemania. El ministro de Exteriores alemán, Heiko Maas, incluso fue a Teherán a explicar al Gobierno iraní cómo funcionaría el instrumento comercial.
La Unión Europea, también, apoya la postura de Francia.
Macron, en resumen ha hecho lo mismo o más que cualquier otro país europeo a favor del régimen iraní; más que Alemania, e incluso más que la propia Unión Europea.
Podría haber optado por actuar como un aliado fiable de Estados Unidos, pero tomó otra decisión diferente.
El 31 de octubre de 2017, en un discurso ante el Consejo de Europa en Estrasburgo, Macron dijo que “hacer que prevalezcan los derechos humanos es una lucha, incluso para países como Francia”. A veces cuesta ver qué hace Macron para que prevalezca ningún derecho humano.
El analista político Daniel Krygier escribió hace poco que “el presidente Trump no ofrece nada sin recibir algo a cambio”. Aunque Trump decidiera reunirse con Ruhaní, e incluso aunque fuese una reunión inútil, Trump la abordaría desde una posición fuerte, y cabe esperar que sin tener que ceder en nada.
El 14 de septiembre, sólo unos días después de que el exasesor sobre seguridad nacional John R. Bolton desapareciese cómodamente de la Administración, Irán infligió grandes daños a una inmensa refinería de petróleo de Arabia Saudí, paralizando la mitad de la producción petrolífera del país y el 5% del suministro diario mundial. Aunque los insurgentes huzis que, con el respaldo de Irán, están librando una guerra con las fuerzas saudíes en el Yemen, se atribuyeron la autoría, EEUU culpa a Irán.
El secretario de Estado, Mike Pompeo, publicó un tuit en el que dijo que “no hay pruebas de que el ataque se produjera desde el Yemen”, y añadió:
“Teherán está detrás de alrededor de 100 ataques contra Arabia Saudí mientras Ruhaní y Zarif fingen actuar por vías diplomáticas. Entre las llamadas a la desescalada del conflicto, Irán ha lanzado ahora un ataque insólito al suministro de energía mundial (…)
“Pedimos a todos los países que condenen pública e inequívocamente los ataques de Irán. Estados Unidos trabajará con nuestros socios y aliados para asegurar el buen abastecimiento de los mercados energéticos y que Irán rinda cuentas por su agresión”.
No obstante, Trump podría reunirse con Ruhaní en Nueva York.
El Gobierno francés emitió un comunicado en el que decía que el ataque contra la refinería saudí podría “agravar las tensiones y los riesgos de conflicto en la región”. Ni siquiera mencionó a Irán.
El ministro de Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, dijo:
“Hasta ahora, Francia no tiene pruebas que le permitan decir que esos drones provinieron de un lugar u otro, y no sé si alguien las tiene (…) Necesitamos una estrategia de desescalada para la zona, y cualquier medida que vaya contra esa desescalada sería perjudicial para la situación en la región.”
“El ataque no ayuda a lo que estamos intentando hacer”, añadió una fuente diplomática francesa.
Fuente:es.gatestoneinstitute.org
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