Enlace Judío México e Israel.- La semana nos ha traído la noticia de que Benjamín Netanyahu devolvió al presidente Rivlin la encomienda de formar gobierno. Ahora se le ha encargado a Benny Gantz. Así que sigue el juego de poderes, pero —curiosamente— parece que no es Gantz quien lo esté protagonizando.
IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO
La realidad es que todo sigue siendo un estira y afloja entre Netanyahu y Lieberman. Este último trata de influir en el rumbo del próximo gobierno; el todavía primer ministro trata de exhibirlo como el único responsable de que se haya tenido que repetir la elección y, muy probablemente, de que se tenga que repetir otra vez.
Repasemos los hechos: La primera elección terminó con un empate técnico entre Gantz y Netanyahu, pero era obvio que sólo Bibi tendría la posibilidad de integrar una coalición de gobierno. Por eso se le encomendó la tarea. El problema fue que al final Yisrael Beitenu —el partido de Lieberman— decidió no aportar sus 5 escaños, por lo que Netanyahu sólo logró integrar un bloque de 60, uno menos de los necesarios para formar gobierno.
Se tuvo que ir a una nueva elección, en la que el resultado fue prácticamente el mismo, salvo porque la izquierda se terminó de desplomar, y Lieberman obtuvo tres escaños extras. Pero la negociación concluyó del mismo modo: Lieberman se rehusó a integrarse al bloque de Netanyahu, y eso tiene la situación otra vez en vilo.
La exigencia de Lieberman es que los partidos religiosos queden fuera de cualquier coalición de gobierno, y el bloque mayoritario se integre con Likud y Kajol Laván. Es decir, con Netanyahu y Gantz.
Gantz acepta la posibilidad, pero exige que Netanyahu se retire de la política. Este, por su parte, acepta la posibilidad, pero exige que la integración del bloque se negocie sin condiciones previas.
Antes de que Rivlin decidiera a quién encomendar la formación de gobierno, Netanyahu negoció con Lieberman e hizo su primera jugada en esta partida de ajedrez político: dejó en claro que no iba a prescindir de los partidos religiosos. Entonces Lieberman respondió sugiriendo que podría darle el apoyo a Gantz. Eso, aparentemente, habría bastado para que Gantz pudiera integrar una coalición de gobierno.
Pero Netanyahu sabía que ese “parecía” era, en realidad, una quimera. Si el bloque de extrema derecha de Lieberman hubiese pactado con Gantz, es prácticamente seguro que los 13 escaños de los partidos árabes se habrían perdido. Y muy probablemente también los 11 de la extrema izquierda. Así que Gantz y Lieberman sólo habrían quemado sus ya de por sí frágiles prestigios. Fue una jugada que parecía darle la ventaja a Netanyahu en este raro ajedrez político.
Lieberman lo entendió a tiempo y se retractó. Declaró que las versiones según las cuales apoyaría a Gantz eran infundadas, y reiteró que no iba a recomendar a nadie para el cargo de primer ministro. Así que la responsabilidad recayó por completo en Rivlin, que previamente sólo estaba esperando a que Lieberman externara su apoyo por uno o por otro, para encomendarle al elegido la responsabilidad de integrar la coalición de gobierno.
Rivlin procedió del modo más lógico: hacer la encomienda a Netanyahu. En primera, porque otra vez era el único que tenía posibilidades matemáticas de integrar una coalición mayoritaria, pero —en segunda— porque, a sabiendas de que fracasaría en el intento, su prestigio e imagen podrían verse dañados otra vez.
Seguro que esa era la apuesta de Lieberman. Así que en este punto, el ajedrez parecía inclinarse a su favor.
Netanyahu no lo pensó demasiado para reaccionar. Ya lo había anunciado: si la coalición no se integraba en breve (y por culpa de la resistencia de Gantz y Lieberman), simplemente devolvería la encomienda para que Rivlin se la trasladara a Gantz.
Y así lo hizo. Ahora Gantz es el que parece estar en el rol protagónico, aunque lo más probable es que no vaya a lograr la integración de gobierno. Para ello necesitaría meter en el mismo costal a Lieberman, los árabes y la izquierda extrema, algo materialmente imposible.
La consecuencia posible ya está en boca de muchos analistas israelíes: una tercera elección, misma que va a ser aprovechada por Netanyahu para insistir en que, a fin de cuentas y desde un principio, el único culpable de que todo este año se haya perdido en este estancamiento político, es Lieberman. El objetivo sería, a todas luces, minar su apoyo y jalar esos votos —y esos escaños— hacia Likud.
Si lo logra (sólo necesita tres en relación a los últimos resultados), Netanyahu podría integrar el gobierno prescindiendo de Lieberman y su partido.
¿Qué opciones tiene Gantz?
Prácticamente, sólo una: ofrecerle a Likud un gobierno de coalición con el cargo de primer ministro rotativo, y sin exigir que Netanyahu se eclipse.
¿Qué opciones tiene Lieberman?
Empezar a prepararse para una posible situación en la que tenga que aplicar una política de control de daños, porque si se tiene que organizar una tercera elección, es seguro que él va ser presentado como el responsable de tanto gasto innecesario.
Así que el ajedrez continúa. Netanyahu acaba de mover, y pone en jaque a Lieberman. Mientras, desde la tribuna, Rivlin sólo observa y deja que las cosas sigan su curso. Gantz, por su parte, sigue moviendo fichas en otro tablero, probablemente sin enterarse que el partido importante no lo está jugando él.
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío
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