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Dicen que el pueblo judío se formó como resultado de la primera crisis global que padeció la humanidad. Hace unos 3800 años, entre los ríos Éufrates y Tigris y en una región desértica cerca del actual Irak, los humanos vivían en grandes clanes en Babilonia. Vivían juntos, como miembros de una sola familia, hasta que la relación se rompió. El deseo egoísta creció dentro de los babilonios, haciendo que se pelearan unos con otros y llevando a crisis severas en todas las esferas de la vida.
ANDRÉ MOUSSALI
Uno de los sacerdotes babilonios, de nombre Abraham, se cuestionó sobre la naturaleza de fondo de la ruptura social. Descubrió que se derivaba de un crecimiento natural e inevitable del egoísmo del género humano. En otras palabras, Abraham descubrió que Tikun Olam no es otra cosa que una corrección de las relaciones entre las personas. Recorrió las distintas tribus y clanes, y convocó a todos aquéllos que sintieran la necesidad de construir una nueva sociedad.
Los babilonios que se unieron a Abraham aprendieron a construir relaciones correctas, positivas y saludables, por encima del egoísmo creciente. Con el tiempo, ese grupo se convirtió en un nuevo pueblo: el pueblo de Israel. De ese modo nació el pueblo judío. El común denominador dentro de él fue el valor del Tikun Olam; o sea, el de la unidad dentro de la diversidad, y la elección de la preocupación mutua por encima de la explotación mutua. Las crisis que hoy en día estamos presenciando en el mundo, apuntan a una terrible falta de conexiones sanas y positivas entre sus habitantes.
En nuestra época, el 51% de los jóvenes tiene una visión muy positiva de las ideas de igualdad entre los hombres y del socialismo, y rechaza cualquier visión positiva del capitalismo.
Tengo que confesar que en mi juventud también creí en el socialismo y la igualdad entre los hombres, a pesar de las diferencias que observaba entre ricos y los pobres. La fórmula la creó el marxismo, que proclamaba que “de cada quien según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”. Ésa era la base de una sociedad igualitaria. Ahora, los jóvenes vuelven a hablar del socialismo. La nueva generación de demócratas está harta de la influencia del dinero y se ve tipificada por la victoria de Alexandria Ocasio-Cortez, una joven y destacada congresista demócrata estadounidense.
El socialismo ha regresado, tras aparentemente ser enterrado por varias razones en el basurero de la historia, con el colapso de la Unión Soviética en 1989. Los jóvenes nunca supieron, y muchos votantes mayores ya han olvidado, como eran la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y sus satélites de Europa del Este.
La crisis financiera de 2008 en Estados Unidos ciertamente le dio una mala fama al capitalismo. Los rescates financieros a Wall Street y una recuperación económica muy lenta, sumada a guerras interminables, dejaron a la gente de todos lados buscando alternativas. Para algunos esa alternativa fue la elección de un presidente multimillonario, Doland Trump, que hablaba con dureza sobre los inmigrantes y otros grupos de población, y parecía un tipo capitalista insensible para muchos votantes.
Ahora, la mitad de los estadounidenses de entre 18 y 29 años dice tener una visión positiva del socialismo. Pero hay mucha confusión sobre lo que eso significa. En realidad se trata de “una economía planificada y centralizada, en la que el gobierno controla todos los medios de producción”. Eso fue lo que los partidos comunistas implementaron en la URSS y en China. E incluso fue el objetivo del Partido Laborista Británico, con la nacionalización del carbón, el hierro y el acero, los ferrocarriles, los servicios públicos y las telecomunicaciones internacionales después de la Segunda Guerra Mundial, que llevó a décadas de estancamiento económico.
La mayoría de los socialistas estadounidenses probablemente no apoyan la propiedad gubernamental de los medios de producción. Estos nuevos autoproclamados socialistas tienen respuestas vagas y quiméricas. Ocasio-Cortez dice que “en una sociedad moderna, moral y rica, ninguna persona en Estados Unidos debería ser demasiado pobre para vivir”. Los comunistas de otrora cantaban “¿Estas a favor de la democracia, los derechos del hombre, la paz eterna, la leche y las galletas para los niños, la seguridad, los trabajos para todos, en contra de los barrios marginales, los ricos sucios y la carne de cañón de nuestra juventud? Entonces eres un comunista”.
El senador Bernie Sanders, el candidato judío a la presidencia de Estados Unidos, a menudo menciona a Dinamarca como un ejemplo del socialismo democrático. Pero los daneses no lo ven así; como lo declaró en 2015 su primer ministro, “algunas personas en los Estados Unidos asocian el modelo nórdico con algún tipo de socialismo. Me gustaría aclarar una cosa: Dinamarca está lejos de ser una economía socialista planificada; Dinamarca es una economía de mercado”.
Los jóvenes de ahora se niegan a cualquier tipo de control gubernamental que en los hechos implicaría la restauración del socialismo. Cuando se les preguntó a esos jóvenes si tenían una imagen positiva o negativa de algunas cosas, los encuestados por la empresa Gallup otorgaron calificaciones muy altas a las pequeñas empresas, al espíritu empresarial y a la libre empresa. En conjunto, un 56% dio su aprobación al capitalismo, y el socialismo se quedó muy atrás, con apenas un 37%.
En el año 2017, la misma Gallup descubrió que el 67% de los estadounidenses creía que un gobierno grande era una amenaza mayor para el futuro que las grandes empresas. Y casi nadie en esa encuesta creía que el gobierno federal tenía muy poco poder.
En los Estados Unidos se habla mucho sobre el socialismo en estos días, y se debate sobre qué tan altos deberían ser los impuestos y el gasto. Pero los estadounidenses están enamorados de la libre empresa y muy pocos de ellos desearían un gobierno más poderoso. El historial de los países socialistas es aterrador, desde la Unión Soviética y la China de Mao Tse Tung hasta la Venezuela de hoy, que ha llevado a un crecimiento económico nulo, al hambre, a un gobierno autoritario y a personas que arriesgan sus vidas para huir.
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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