Enlace Judío México e Israel.- Los viernes por la noche, cuando tenemos el privilegio de tener a nuestro nieto Mijael con nosotros, nuestra familia espera ansiosamente verlo participar en uno de sus juegos favoritos.
RABANIT COTY BITTON
Después de que mi esposo termina de recitar el Kidush, Mijael corre alrededor de la mesa, se detiene junto a cada persona y da golpecitos en sus cabezas con sus pequeñas manos, murmurando algunas palabras.
Este es uno de los momentos más dulces de nuestro Shabbat, ver a Mijael imitándonos a nosotros, sus padres y abuelos, recitando la bendición de Birkat Kohanim, la bendición sacerdotal.
Y aunque la dulzura de este momento siempre emociona a mi corazón, últimamente he estado pensando en el profundo mensaje que los padres modernos podemos aprender de este hermoso ritual de Shabbat en el que bendecimos a nuestros hijos.
Me explico. Uno de los desafíos más importantes en el tema de educación de nuestros hijos en el siglo XXI es encontrar el equilibrio entre expresar nuestro amor a nuestros hijos y establecer una relación con ellos en la que nos respeten como autoridades: que entiendan que los padres debemos ser obedecidos. Parte del problema es que nuestra cultura mediatiza y enfatiza el valor de una relación «amistosa» entre padres e hijos y no hace hincapié en el valor de la disciplina y la obediencia de los niños a los padres.
Esto nos lleva a una realidad en la que, como padres, tratamos de actuar de una manera persuasiva con nuestros hijos, tratando de convencerlos de que nuestro camino es correcto. Esto, que algunas veces funciona, a menudo contrasta con nuestro deseo de transmitir a nuestros hijos que somos la autoridad en nuestras familias y que necesitan escucharnos y obedecernos, les guste o no. En el fondo, sabemos que no necesitamos explicar el razonamiento detrás de nuestras decisiones o solicitudes, ya que nuestros hijos no siempre tienen la madurez para comprender o estar de acuerdo con nuestras elecciones.
Consideremos el desarrollo saludable de un niño: a los 3 años, por ejemplo, un niño debe aceptar que su cena no puede ser golosinas y dulces porque, «papá o mamá lo dicen», no se necesitan otras razones; un adolescente de catorce años tendrá que respetar el horario «injusto» que sus padres decidieron imponerle para que este de vuelta en casa. Aunque nuestros hijos aún no lo entienden, es en beneficio de nuestros hijos tener padres y adultos en sus vidas que los protejan de tomar malas decisiones. Es precisamente aquí, en el intento de que nuestros hijos sientan amor y respeto por sus padres, que la tradición judía puede ser especialmente preciosa para nuestros tiempos modernos.
Las ceremonias y Mitzvot que practicamos en nuestras familias nos dirigen hacia un estilo de educación que transmite este delicado equilibrio entre el amor y la autoridad. Cada vez que decimos el Shemá Israel con nuestros hijos, por ejemplo, verbalizamos nuestra obligación de ver a nuestros hijos como nuestros «discípulos». Las palabras «Veshinantam lebanecha… » significan literalmente: «Les enseñarás [las palabras de la Torá] a tus hijos…». Nuestros hijos deben vernos como autoridades de quienes pueden y deben aprender valores y comportamientos adecuados. Y para eso, los padres debemos vernos a nosotros mismos como modelos dignos del respeto de sus hijos.
La educación requiere química y comprensión mutua entre maestro y alumno. Pero también requiere una cierta distancia y límites: esto es, respeto. Para poder enseñar a nuestros hijos, necesitamos que nos respeten.
Debemos trabajar muy duro para ser padres de una manera que transmita amor y calidez, e inculcar en nuestros hijos la sensación de que nuestra relación con ellos no es horizontal. Los beneficios de criar hijos que obedecen a sus padres dura para toda la vida y afecta positivamente a toda la familia. Como dice el psicólogo John Rosemond: «Los niños obedientes son niños felices, y los padres de niños obedientes son padres felices». Según Rosemond, lo más importante que necesitan los padres para educar hijos obedientes no es algún tipo de conocimiento experto sobre métodos de crianza. Nuestro objetivo debe ser encontrar ese delicado balance: desarrollar una relación vertical de afecto y autoridad que fomente la obediencia de nuestros hijos.
Lo que nos lleva de vuelta a Birkat Kohanim: la bendición que los padres dan a sus hijos el viernes a la noche. Esta tradición no solo es hermosa y emocionante para nuestros hijos, sino que también es conductiva para nuestro propósito: analicemos la forma en que se realiza esta bendición. El padre o la madre coloca las manos sobre la cabeza de su hijo y pronuncia la bendición que los Kohanim transmiten al pueblo de Israel: «Que Dios te bendiga y te proteja; que Dios te ilumine con Su presencia y te agracie; que Dios dirija Su presencia hacia ti y te conceda la paz». Cuando los padres bendicen a sus hijos, están reafirmando su amor ilimitado e incondicional por ellos. Pero también se recuerdan a sí mismos, y a sus hijos, que el niño es el destinatario de la bendición de sus padres. Es como que a través de esta bendición el padre y la madre dijeran: “Puedo darte esta bendición porque tengo más experiencia que tú. Las experiencias de mi vida me han dado sabiduría y conocimiento. Y Hashem me ha ordenado que te enseñe y eduque en los caminos de la Torá”.
Esta pequeña ceremonia concluye con un gesto muy particular que en la sociedad moderna ha caído en desuso, pero que los judíos mantenemos para establecer la verticalidad: los niños besan la mano de sus padres.
La bendición que le damos a nuestros hijos en Shabbat transmite este poderoso mensaje de «amor y respeto», y nos recuerda nuestra obligación de asumir nuestro papel más importante: educar a nuestros hijos.
A decir verdad, mi nieto Mijael, que tiene solo dos años, todavía no entiende el verdadero significado de recibir una bendición de sus padres y abuelos. Por ahora, solo está disfrutando de la atención especial que recibe cuando nos imita. Pero a medida que crezca, estoy segura que este hermoso momento de Shabbat – cuando sus padres y abuelos lo abrazan mientras él repite sus bendiciones – lo hará sentir muy amado y también lo ayudará a vernos como su modelo a seguir.
Fuente:halaja.org
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