Tal Ben Shahar, el gurú de la felicidad cuyas investigaciones confirman las enseñanzas del Pirkei Avot

Enlace Judío México e Israel – El 9 de noviembre, en La Ciudad de las Ideas, el psicólogo y filósofo israelí Tal Ben-Sahar ofreció un taller de Psicología Positiva, al término del cual, conversó en exclusiva con este medio sobre uno de sus temas centrales: la felicidad. 

“Una de las cosas que hay que tener en cuenta sobre la Psicología Positiva es que no es la solución para todo”, dice Tal Ben-Shahar, psicólogo y filósofo egresado de Harvard, autor de los best sellers Happier y Being Happy, traducidos a más de 25 idiomas.

“Hay situaciones, especialmente cuando se trata de una depresión profunda, donde posiblemente la mejor solución sea la medicación (….), pero dicho lo anterior, también hay un montón de investigación que muestra que, por ejemplo, el ejercicio físico constante tiene el mismo efecto en nuestro bienestar psicológico que las medicinas psiquiátricas más poderosas.”

El experto explica que esto se debe a que el ejercicio físico ayuda a liberar químicos que nos producen bienestar, como la dopamina, la norepinefrina y la serotonina. Por eso, su recomendación para los médicos que se encuentran con pacientes profundamente deprimidos es que los alienten para que salgan de sus casas y hagan ejercicio.

“Creo que cada médico debería tomar un curso sobre la ciencia de la felicidad”, dice, pues “hay muchas intervenciones que pueden ayudar (a los pacientes). Incluso escribir un diario sobre nuestras experiencias más difíciles, eso reduce la depresión y la ansiedad a largo plazo.” Para Ben Shahar, ese par de ejemplos muestra cómo pequeñas intervenciones pueden crear grandes cambios en la salud mental de la gente.

Al hablar un poco sobre su historia personal, Tal Ben Shahar dice que “nos guste o no, nuestros padres nos definen. Hace poco me preguntaron quiénes eran mis modelos a seguir y fue una pregunta fácil de responder: mis padres. Ellos hicieron algunas cosas. La primera de ellas fue estar siempre ahí para mí.” Recuerda volver del colegio y tumbarse en el sofá a conversar con su madre y, horas más tarde, con su padre, que volvía del trabajo. “Ellos siempre nos escucharon.”

Agrega que “mis padres nunca me obligaron a hacer nada pero siempre me alentaron a perseguir mis pasiones. Un día volví a casa y le conté a mi padre que había aprendido algo interesante en Química. Al día siguiente tenía un juego de química. Nunca me volví un químico pero sí capté el mensaje: persigue tus pasiones.”

Dice que sus padres fueron personas amables y generosas pero, además curiosas sobre el mundo. “Hay un estudio sobre la curiosidad que dice que la gente curiosa vive más. Aprender cosas nuevas todo el tiempo, hacer preguntas todo el tiempo contribuye no solo a la salud mental sino también a la salud física. La neurogénesis y la neuroplasticidad nos mantiene jóvenes.”

Como parte de sus esfuerzos académicos, Ben-Shahar está luchando por una revolución de la felicidad. Se trata, dice, de una revolución pacífica, “una revolución que vendrá cuando la gente se dé cuenta que la meta más elevada y a la que todas las demás deben conducir, no es el dinero ni el prestigio ni la tierra ni el poder sino la felicidad. Y cuando nos demos cuenta de eso no solo seremos más felices sino que crearemos un mundo mejor y  más moral.”

Según Ben-Shahar, “hay una correlación interesante entre la felicidad y el dinero, porque el dinero no hace una diferencia en el estado de felicidad a partir de cierto punto. Una persona que tiene que preocuparse por llevar comida a sus hijos, una persona que se tiene que preocupar por tener un techo, una persona que se tiene que preocupar por los básicos de la vida, si tú le das dinero, ese dinero la hará más feliz. El dinero contribuirá en su felicidad. Pero una vez que las necesidades básicas están cubiertas —comida, techo, ropa, educación básica—, más dinero no nos hace más felices (…), el dinero no es el camino a la felicidad.”

 

Respecto al judaísmo y su influencia en las disciplinas científicas que Ben-Shahar estudia y enseña, el experto dice que casi cualquier conocimiento adquirido recientemente puede rastrearse hacia el pasado, hasta los libros de la Torá o del Talmud que estudió de niño, como miembro de una familia ortodoxa.

“Suelo animar a la gente a estudiar más la Torá y el Talmud, no importa si son ortodoxos o no, ese no es el punto. Ha sido la Torá la que nos ha mantenido unidos por miles de años y hay (en ella) mucha sabiduría que es tan relevante en el siglo XXI como lo fue hace dos mil años.”

Opina el experto en psicología positiva que la Torá está llena de historias sobre gente que está lejos de ser perfecta, “es gente que lucha en el día a día de la vida. Gente que comete errores y gente que hace grandes cosas. Es un espejo para nosotros, para aprender que la vida es compleja, y nos provee un mapa para el camino y una manera de pensar sobre el tipo de vida que queremos vivir.”

De vuelta al tema de la felicidad, Ben-Shahar habla sobre la aparente paradoja presente en el hecho de que el pueblo de Israel se encuentre cerca de la cima entre los más felices del mundo, pese a tratarse aquel de un país en guerra, sitiado por enemigos.

“Si miras la lista de los países donde la gente es más feliz, no verás a los países que esperas. No es Estados Unidos, que está a la mitad (de la lista), no es el Reino Unido o Alemania, que están incluso más abajo, no son ni siquiera los milagros asiáticos, Singapur y Corea, que están bien abajo en felicidad. Son países como Dinamarca y Colombia e Israel. Y la pregunta es por qué. Y la respuesta es una: relaciones. En los países más felices del mundo hay un énfasis real en las relaciones”, dice.

En países como Israel todavía son prioritarias las relaciones familiares y de amigos. Es el caso también de México y América Latina. A pregunta expresa sobre cómo pueden los judíos, que han sufrido siglos de persecución, ser felices, Ben-Shahar responde con elocuencia:

“Mi modelo a seguir fue mi abuela. Mi abuela creció en Sziget (…) una ciudad diezmada por los nazis. Toda su familia, con excepción de su hermana, fue asesinada. Ella estuvo en Auschwitz, apenas sobrevivió. Tuvo un hijo pero parió a cuatro, que murieron porque su cuerpo había sido destruido por Auschwitz… Y sin embargo, ella era optimista y reía mucho y siempre estaba contando historias y contando chistes. Entonces, si ella fue capaz de vivir una vida plena después de lo que vivió, y de ser optimista mientras nos criaba, y de dar amor y generosidad y amabilidad, entonces yo creo que todos podemos.”

 

Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío

 

 

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