Enlace Judío México e Israel.- Durante décadas, Hassan Nasrallah ha sido el gobernante de facto en Líbano. El líder del grupo terrorista pro-iraní acostumbra a ordenar y ser obedecido. Él ha decidido la guerra o la paz junto al destino del país hasta hoy. Ningún gobierno lo desalentó jamás. Ningún estado lo detuvo. Cuando quiso implicar al Líbano en guerras ordenadas por Irán, nadie se atrevió a oponerse a sus planes. Si Irán lo ordena, él cumple las órdenes. Nunca tuvo en cuenta si eso serviría al Líbano o lo dañaría.
GEORGE CHAYA
Nasrallah acostumbra adoptar el terrorismo de Irán y con ello castiga a los libaneses económica, política y socialmente. Fue él quien lanzo una guerra sin sentido contra Israel en julio 2006, y actualmente se involucró como parte en la guerra civil siria sin reparar que, antes o ahora, ha sido todo el Líbano quien sufrió y sufre su accionar.
Hassan Nasrallah es el líder supremo, es quien posee las armas y controla el Estado en nombre de Irán, lo hace aterrorizando a todos sus oponentes. Nadie puede alzar la voz o declarar su oposición. Aún están presentes en la memoria de todos sus oponentes los que fueron castigados y asesinados por oponerse a su partido.
En materia de asuntos soberanos libaneses, su partido se comporta aislado del Estado y su respuesta quebranta la voluntad de los libaneses en su conjunto como también sus leyes.
Hezbolá y sus agentes no consideran las consecuencias desastrosas de sus acciones. Lo importante para ellos es lograr su objetivo, incluso si se arrastrara al país a una guerra total.
Esta semana, con la profundización de las protestas dentro del país, después de culpar a Israel, Estados Unidos y Arabia Saudita como favorecedores de las movilizaciones populares que reclaman cambios de gobierno y el destierro de la corrupción, Hezbolá, y principalmente Nasrallah, se sorprendieron de que la ecuación hubiera cambiado por primera vez y que aterrorizar a los adversarios ya no está funcionando como en el pasado. La conciencia libanesa, como también la de los árabes sobre la farsa de la “resistencia islámica”, difiere significativamente de lo sucedido después de la aventura del partido chiita en 2006, cuando lanzo una guerra absurda contra Israel.
Los ciudadanos libaneses señalan que cuando Hezbolá dice que le corresponde responder a cualquier violación israelí de la soberanía del Líbano, “el grupo terrorista se arroga la decisión sobre los asuntos del Líbano desconociendo totalmente la autoridad del Estado libanés”.
El diputado cristiano Sami Gemayel advirtió que Hezbolá se convirtió hace años en un estado ilegal “dentro del Estado legal libanes”. Por su parte el ex primer ministro sunita Fouad Siniora declaro: “Lo que estamos presenciando hoy es un insulto al pueblo libanés”.
Es cierto que estas voces surgieron mientras que otras prefirieron permanecer en silencio, pero tales comentarios eran, hasta hace poco, descriptos como “traición”. El populismo prevaleció por años, mientras que la racionalidad estaba ausente. Al alzar la voz sin temor frente a las “armas de Hezbolá”, el mensaje del pueblo libanés movilizado muestra claramente que las acciones del partido chiita ahora están siendo escrutadas y rechazadas por los componentes libaneses.
Ya no es posible que la decisión de la guerra o la paz permanezca en manos de Hezbolá, que la explota según los dictados por la estrategia regional de Teherán, mientras que el gobierno libanés permanece sumiso sin asumir ninguna de sus responsabilidades.
La voz pública del Líbano, que ha estado en silencio debido a la estrategia terrorífica de Hezbolá, ahora resuena. El Líbano ya no hace silencio ante las bandas de Hassan Nasrallah. Los manifestantes declaran en las calles que el país merece volver a ser un estado soberano que tenga la autoridad exclusiva para proteger a sus ciudadanos y sus intereses.
El Líbano no merece seguir el destino incierto de una revolución islámica iraní, de la cual los libaneses no han cosechado más que destrucción y devastación.
El precio del daño que cada libanés ha pagado y sigue pagando se calcula fácilmente. El salario de un ingeniero calificado en el Líbano es mucho menor a USD 24.000 al año, lo que significa una cuarta parte del salario de un ingeniero en otro lugar de Oriente Medio, y lo mismo se aplica a los médicos, agricultores y taxistas.
El pequeño aeropuerto de Beirut tiene capacidad para menos de 9 millones de viajeros por año, mientras que en Dubái, donde la población no excede ni la mitad de la del Líbano, el aeropuerto tiene capacidad para más de 70 millones de viajeros por año. Mientras que el Puerto de Dover del Reino Unido recibe hasta 13 millones de pasajeros por año, el puerto de Beirut es visitado solamente por 9.000 pasajeros cada año.
Por otra parte, los ciudadanos libaneses carecen de servicios básicos, como atención médica, electricidad y servicios municipales como carreteras y saneamiento, entre muchos otros. La causa principal es la presencia del partido armado de Hezbolá, aunque la culpa generalmente recae en los políticos, que no se atreven a culpar a Hezbolá.
Hezbolá es la única causa de los bajos ingresos del estado por la intimidación política y sus milicias armadas con el pretexto de la ejercer la resistencia.
Cuando el fallecido Primer Ministro Rafik Hariri reconstruyó el Aeropuerto Internacional de Beirut, Hezbolá y el régimen sirio emprendieron una campaña implacable contra él, acusándolo de corrupción porque construyó un aeropuerto que excedía las necesidades del país. El plan de construcción final se estableció para receptar hasta 35 millones de viajeros por año. La intimidación terminó con el asesinato de Hariri, solo cuatro meses después de la apertura del aeropuerto.
La operación de empobrecimiento del país y el objetivo de evitar que cualquier otra parte tome decisiones independientes sobre el estado bajo su control y se haga más fuerte que Hezbolá y sus hombres ya no es tolerada por la sociedad civil.
No es difícil entender el daño causado a los 6 millones de habitantes del Líbano por la presencia de Hezbolá como una milicia armada sindicada como grupo terrorista por varios países (incluida la República Argentina). Por ello es tan difícil entender a aquellos que todavía apoyan a Hezbolá hoy haciendo eco de sus reclamos de resistencia contra Israel justificando sus armas y el desafío diario al estado libanés y sus autoridades. Varios gobiernos árabes han firmado acuerdos de paz con Israel: Egipto, Jordania, incluso la Autoridad Nacional Palestina, pero Hezbolá insiste en llevar a cabo sus actos terroristas contra Israel y los publicita fraudulentamente como heroicos en nombre del Líbano.
Millones de turistas de todo el mundo no visitan Líbano, aunque es uno de los principales destinos en la región, ya que la mayoría de los gobiernos han agregado Líbano a sus listas de advertencia y peligrosidad. Y la única razón es Hezbolá.
Los problemas de pobreza de los libaneses, la migración de millones de personas y la afluencia de refugiados sirios son, en su mayoría, problemas causados por Hezbolá. La debilidad del estado y sus servicios deficientes también son causados por el grupo proiraní.
Hezbolá es la causa de la depreciación de la libra libanesa, los bajos salarios y la alta tasa de desempleo. Hubo un momento en que una persona calificada podría haber encontrado un trabajo con el doble del salario recibido por sus contrapartes en la región, pero dada la inestabilidad generada por el grupo chiita hoy esto no es así.
Israel no es el problema, es parte de la solución. El problema es Hezbolá y sus satélites terroristas en Líbano y la región. Si los políticos del Líbano no abordan este problema, el país no saldrá del agujero excavado por Irán y su ejército ocupante (Hezbolá).
Los seguidores y admiradores de Hezbolá aún pueden preservar el Líbano, para ello deberían forzar a sus líderes a desarmarse y convertirse en un partido político civil, de lo contrario, un futuro más doloroso aún puede estar en camino para todo el país. Y lo cierto es que sus ciudadanos libanes no lo merecen.
Fuente: infobae.com
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