Enlace Judío México e Israel.- El gobierno de Brasil nunca admitió la presencia en el país de Hezbolá, organización libanesa considerada terrorista por varias naciones. Pero un conjunto de evidencias sobre la actuación del grupo se acumuló en los últimos años. Con un agravante: Hezbolá se asoció a facciones criminales brasileñas.
LEONARDO DESIDERI
En julio, un miembro de Itamaraty habló abiertamente sobre el asunto por primera vez. El Secretario General de Relaciones Exteriores, Otávio Brandelli, dijo que es “un dato de la realidad” que Hezbolá actúa en América del Sur.
En el 2014, el diario O Globo tuvo acceso a documentos de la Policía Federal que muestran cómo la organización libanesa se asocia con criminales brasileños. Uno de los documentos decía que Hezbolá, que tenía algunos miembros detenidos en Brasil, suministraba armas a grupos de narcotráfico brasileños a cambio de “una situación favorable a los extranjeros en el sistema penitenciario, además de asegurar algún lucro con negociaciones aun cuando están presos.”
En el 2017, un informe de la Fundación para la Defensa de las Democracias (FDD), ONG estadounidense con foco en seguridad y política exterior, mostró con detalle la alianza del Primer Comando de la Capital (PCC) con Hezbolá.
Según el informe, “la participación de Hezbolá en el comercio de drogas de América Latina es significativa y está en expansión. El grupo, dice el documento, “formó sociedades con varias de las organizaciones criminales más notorias de la región, incluyendo a los Zetas de México, las FARC de Colombia, y el PCC de Brasil.”
De acuerdo con el mismo informe, “son cada vez más frecuentes los casos de tráfico de drogas que involucran a libaneses sospechosos de tener lazos con Hezbolá” y “las evidencias indican que Hezbolá tiene vínculos con toda una cadena de abastecimiento de narcóticos ilícitos.”
Hezbolá comenzó con terrorismo, pero giró el foco al crimen organizado
El 18 de julio de 1994, Argentina sufrió el mayor atentado terrorista de su historia: la explosión del predio de AMIA, una entidad asistencial judía de Buenos Aires, que mató a 85 personas y dejó 300 heridos. En julio, el presidente argentino Mauricio Macri firmó un decreto clasificando al grupo Hezbolá, señalado como autor del atentado, como terrorista.
Hubo presión pública para que el gobierno de Bolsonaro siguiese el ejemplo de Macri. Pero hasta ahora, no fue tomada ninguna decisión en ese sentido. Itamaraty dice que Brasil “sigue las determinaciones de los comités de sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU (Organización de Naciones Unidas) y, por lo tanto, no considera a Hezbolá como grupo terrorista.”
A pesar de la posición oficial, el hijo del presidente, el diputado federal Eduardo Bolsonaro (PSL-SP) dijo en agosto, a través de Twitter: “Esta cuestión de Hezbolá avergüenza a Brasil en el exterior. Tenemos que cambiar esa realidad cuanto antes. Desconozco los posibles argumentos que justifiquen considerar al grupo terrorista Hezbolá como partido político.” En Líbano, la organización es considerada un partido, y parte de los países reconoce al grupo de esa forma.
En la documentación de las investigaciones sobre el caso de la AMIA, hay evidencias de que Brasil habría sido usado como base de operaciones para el atentado. Varios integrantes de Hezbolá mencionados en las investigaciones vivían en Brasil en la época.
El grupo también fue responsable por otro atentado, en 1992, en la embajada de Israel en Buenos Aires. Después de la década de 1990, Hezbolá dejó de lado los ataques terroristas en América Latina y cambió el foco de su actuación en la región.
“Hezbolá efectúa prácticas criminales para recaudar dinero. Entró en el negocio del tráfico de drogas, principalmente cocaína y heroína, y otras actividades criminales que puedan dar dinero a la organización”, dice Heni Ozi Cukier, especialista en relaciones internacionales y diputado estatal (Novo-SP).
Él dice que Brasil es “la mayor ruta de exportación de drogas en el mundo, principalmente cocaína”, lo que abre una oportunidad de actuación para Hezbolá fuera de Líbano. “Tiene una sociedad con el PCC en la que Hezbolá funciona como distribuidor logístico de la droga que el PCC vende para afuera. El ya estaría un paso adelante, no sólo como operador logístico sino incluso como un distribuidor”, explica.
Hezbolá, de acuerdo con Cukier, también está involucrado en Brasil en contrabando de cigarrillos, robo de coches, lavado de dinero, falsificación de productos, entre otras actividades. “Siempre con negocios de fachada que parecen legítimos”, dice él.
“Brasil es el segundo mayor consumidor de cocaína, el primero de crack. Tiene frontera con los mayores productores de cocaína del mundo. Ya es la mayor ruta de distribución de drogas. Tiene una de las mayores organizaciones criminales del mundo, que actúa en el comercio de eso. Tiene la presencia de otra organización terrorista internacional, Hezbolá, que actúa en la Triple Frontera [de Brasil con Argentina y Paraguay] en sociedad con el PCC. En fin, hay todo un contexto, un escenario, que es un problema muy serio para Brasil. De larga data. Y grave”, afirma Cukier.
La nueva coyuntura política puede ayudar a combatirlo
Durante las gestiones del PT, el combate a los ilícitos transnacionales no recibió la atención debida del gobierno brasileño, según Heni Ozi Cukier. La gestión de Bolsonaro, con su foco en el área de la seguridad, y la nueva coyuntura política internacional pueden ayudar a resolver el problema.
“Hay una coyuntura internacional diferente, con la proximidad de Estados Unidos (con Brasil). La cuestión del terrorismo para ellos es muy seria. Ellos han presionado para que sus aliados de América del Sur, en relación a Hezbolá, tengan algún posicionamiento, porque la mayor base de actuación de Hezbolá fuera de Medio Oriente está en América del Sur.”
El ascenso de gobiernos de derecha en América del Sur, según él, ha ayudado a promover un cambio. “Los estadounidenses siempre pedían atención al tema, y los países de aquí no le daban importancia. Con el cambio en Paraguay, en Argentina, que finalmente declaró a Hezbolá como un grupo terrorista, y en Brasil, hubo una convergencia de intereses”, dice Cukier.
Para Cukier, una grabación de un criminal es emblemática de cómo la gestión petista sería más transigente con el crimen organizado. En agosto llegó al público un audio de conversación entre miembros del PCC, interceptada por la Policía Federal, en que un miembro de la organización criminal decía que, con el PT, el PCC tenía un dialogo “ingenioso.” En la misma grabación, el criminal lamentaba que el ministro Sergio Moro había dificultado la actuación de la organización.
Cómo ha sido la agenda internacional de Brasil para inhibir el crimen
En la agenda exterior, el gobierno de Bolsonaro ha buscado cerrar sociedades y pactos para garantizar la seguridad transnacional. Y el crimen organizado ha sido un tema frecuente de reuniones mantenidas por miembros del gobierno brasileño con autoridades de otros países. Y el impacto internacional de organizaciones criminales que actúan en Brasil–como el PCC y Hezbolá–ha motivado esos diálogos.
El tema de los ilícitos transnacionales fue abordado en la cumbre del BRICS, realizada en Brasilia el miércoles y jueves pasados (13 y 14). También ha sido pauta de encuentros bilaterales de Brasil con países de América del Sur–como Bolivia, Paraguay y Argentina.
En julio, miembros de la Unión Europea estuvieron en un evento con el ministro de Justicia y Seguridad Pública, Sergio Moro, sobre el asunto. A fines de agosto hubo una reunión de autoridades de Bolivia con miembros de la cartera de Moro y del ministerio de Relaciones Exteriores. La cooperación en el área de inteligencia para la desarticulación de organizaciones criminales fue el tema principal.
Tres meses atrás, Brasil firmó un acuerdo con Paraguay para la creación de equipos conjuntos de investigación de crímenes transnacionales. En junio, uno de los temas del encuentro bilateral entre Jair Bolsonaro y Mauricio Macri, presidente de Argentina, fue el combate al narcotráfico.
¿Cuál es la posibilidad que grupos criminales promuevan represalias en Brasil?
A pesar de esa nueva posición del gobierno brasileño con el crimen organizado, Cukier ve pocas posibilidades de represalias de grupos criminales o de acciones terroristas de Hezbolá en Brasil. Aparte de eso, afirma que las políticas públicas no pueden ser pautadas por ese temor.
“Brasil no puede dejar que las actividades de Hezbolá crezcan cada vez más con miedo de represalias. Tenemos el ejemplo de la decisión que fue tomada en San Pablo, con la transferencia de Marcola (líder del PCC). Todo el mundo habló de represalias, y no ocurrió nada. Y el PCC está más débil hoy.”
Fuente: Gazeta do Povo
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.
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