¡Qué gran pérdida, cuando se van de este mundo aquellos que no pueden ser reemplazados!
Enlace Judío México e Israel.- Muchas veces me he preguntado a mí mismo la misma pregunta: ¿Cómo puedo ser un mejor judío? ¿Qué tengo que hacer para crecer y mejorar en mi vida espiritual? Y una y otra vez llegué a la misma conclusión: el secreto está en un versículo del libro de Tehilim, Salmo 16:8 שויתי ה‘ לנגדי תמיד. En este versículo el rey David dice: “He tenido a Dios siempre frente a mí”. Con énfasis en la palabra “siempre”.
RAB YOSEF BITTON
TEMER A DIOS
Tener a Dios frente a nosotros quiere decir pensar activamente en Él. Visualizar (¡sin visualizarlo!) que Dios me está observando. ¿Y qué se logra con eso? Imaginemos a un empleado que trabaja en una importante compañía. Maneja fondos, resuelve conflictos y atiende a los clientes. Si el empleado sabe que su patrón, el dueño de la compañía, está observando todos sus movimientos a través de las cámaras de seguridad, difícilmente caerá en la tentación de tomar dinero que no le pertenece, o pelearse con otro empleado o contestarle mal a un cliente. Con el tiempo, la buena conducta del empleado, que comenzó como una reacción a saberse observado por las cámaras de seguridad, se transformará en su propia conducta, en su segunda naturaleza. Como dice el refrán en hebreo: Lo que comenzamos haciendo de forma habitual se transforma en lo que hacemos de forma natural ( הרגל נעשה טבע ). Ahora comprenderemos mejor lo que dice el Rey David en Tehilim: si me convenzo de que Dios ve lo que hago, escucha lo que digo y sabe lo que pienso, mi proceder se habituará naturalmente a hacer sólo lo que es correcto “a los ojos de Dios”. Y mientras no me distraiga y no me olvide que vivo bajo Su mirada, es imposible que proceda mal…
HACER SU VOLUNTAD
Saber que Dios me observa no solo me protege de caer en la tentación de hacer lo que es incorrecto a Sus ojos, aun cuando estoy solo y nadie más me ve. Si me concientizo que Dios sigue mis pasos, tengo que asumir que mi vida, y lo que yo haga con ella, no le es “indiferente” a Dios. Si me observa es porque soy importante para Él. Y como Él sabe mi potencial, estoy seguro que espera grandes cosas de mí. Si logro sentirme observado por Dios, y no me distraigo de esta idea, tengo la razón más grande del mundo para no perder la oportunidad de alcanzar mi mayor potencial espiritual. Si más allá de “creer” en la existencia de Dios, me concientizo de Su presencia, mi voluntad se trasformará en Su voluntad: sentiré que naturalmente yo deseo hacer lo que Él quiere que yo haga.
AMAR A DIOS
Finalmente, si Dios me observa es porque le intereso. Y su interés por mí no es una función de beneficio personal sino de amor. Le importa de mí porque, como dice la Torá, Hashem nos quiere como un padre ama a sus hijos. ¿Existe algún sentimiento más poderoso que el saberse amado? Y el amor Divino, cuando uno verdaderamente lo siente, genera una reciprocidad natural. Aquellos que, como el Rey David, pueden llegar a sentir que Dios los quiere, en las buenas y en las malas, terminan “enamorándose” de Dios. Como un novio y una novia, que no pueden dejar de pensar uno en el otro. En ese estado, cuando finalmente me doy cuenta que Dios me observa porque me ama, y yo retribuyo su amor, la mente se fija en el objeto de nuestro amor, y todas las distracciones materiales desaparecen de nuestro cerebro. Es aquí cuando alcanzamos el nivel espiritual del Rey David: שויתי ה ‘לנגדי תמיד
EL MAYOR OBSTACULO DE LA VERDADERA FE
Esta es la fórmula de David Hamelej para nuestro crecimiento espiritual. O más aún: esta podría ser la descripción del propósito de la vida de un individuo judío. Vivir bajo la mirada de Dios. Temer desobedecerlo, por amor (“temer decepcionarlo”). Desear naturalmente hacer Su voluntad. Sentirse amado por Él y quererlo al punto de no poder dejar de pensar en Él….
Hay un solo problema. Todo esto es más o menos fácil de expresar, decir o escribir. Pero (y lo sé por experiencia propia) es muy difícil de realizar. Mejor dicho, de mantener. Puedo “vivir bajo la mirada de Dios” por un rato, si me concentro mucho o rezo o mientras estudio Torá (y a veces hasta en esos momentos cuesta…). El gran desafío es el “siempre”. La constancia de vivir en Su presencia… ¿Cuántas personas, aparte del Rey David, pueden llegar a este nivel de conexión permanente con Dios y no ser derrotados por el enemigo número 1 de la Emuná: “distraerse de Dios”?
LA EXCEPCION
Para escribir lo que escribí hoy solo tuve que pensar en mi querida suegra, Oro Nory Bat Ester z”l. Ella personificó a la perfección el lema del rey David: שויתי ה ‘לנגדי תמיד. Sin estudiar Guemará o filosofía judía, articuló este significado de Emuná, más allá de las palabras, con su devoción permanente por Hashem.
Al transformarse voluntariamente en un vehículo Divino que asiste a aquellos pobres «especiales», que uno no sabe que son pobres porque se sienten avergonzados de pedir.
Al imitar a Su amado Creador cuidando a los enfermos, consolando a los dolientes, ayudando a las viudas, protegiendo a los huérfanos o alegrando a las novias.
Por la inmensa gratitud y alegría que siempre manifestó por todo lo que Dios le dio y que, por esa enorme humildad que solo sienten aquellos que están muy cerca de Hashem, nunca sintió que mereció.
Por la completa y explícita aceptación de todo lo que sufrió y por lo cual nunca se quejó.
Mi querida suegra vivía permanentemente en presencia de Dios. Y lo que es más (y muy inusual): su proceder y sus acciones hacían que los demás también notaran Su presencia.
Su vida estuvo dedicada al respeto y al amor a Hashem, a Su pueblo; a su querido esposo Rab David Carciente z’’l y a toda su querida familia.
Mañana se cumplirán siete días de su desaparición física.
Quiera Hashem enviar su consuelo a sus hermanos, tío Marcos y tía Camila; a su querido hijo, Rab Asher Meir; a sus hijas, Mercedes, Esther, Rebeca, Noemi, Sari, Miriam, Vered y mi querida esposa Coty.
Que su extraordinaria vida sea la inspiración de mis hijos y de todos sus otros nietos que nunca la olvidarán.
Fuente:halaja.org
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