“¿Por qué nos odian?”

Demonstrators take part in an antisemitism protest outside the Labour Party headquarters in central London, Britain April 8, 2018. REUTERS/Simon Dawson

Enlace Judío México e Israel.- Los europeos, específicamente aquellos en el Reino Unido mientras se aproximan a las elecciones, “están reticentes a aceptar y admitir que, a pesar de toda la educación y conmemoración del Holocausto que está teniendo lugar—y todas las declaraciones solemnes acerca de haber aprendido minuciosamente las lecciones del pasado—el antisemitismo ha retornado con tal fuerza.”

RUTH KING

Como parte de un segmento noticioso vespertino del 2 de diciembre, Canal 12 de Israel examinó el pánico entre los judíos británicos por la perspectiva de que el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, pudiera convertirse en el próximo primer ministro del Reino Unido. La transmisión se enfocó en una pequeña reunión de activistas anti-Corbyn, en Londres, en la casa de una mujer llamada Ida Simmons. Simmons había participado la semana previa en una manifestación contra el “Manifiesto de Raza y Fe” del Laborismo, el cual denuncia todas las formas de discriminación étnica o religiosa, excepto aquellas detrás del aporreo verbal y físico muy específico a los judíos. Ninguna sorpresa allí.

En primer lugar, Corbyn—como sus colegas antisemitas en todo el mundo—niega que el antisemitismo es una forma de odio particular, en vez de general, mereciendo una categoría propia. En segundo lugar, él usa su antipatía hacia Israel como una excusa para permitir lo que se ha vuelto un renacer asombroso del tipo de antisemitismo que había sido tabú en Europa por décadas después del Holocausto.

Sus autodescriptos “amigos” en Hamás y Hezbolá evitan la pretensión, alardeando que sus esfuerzos por eliminar al Estado judío y matar judíos en todas partes se derivan del mismo mandamiento divino.

Cuán orgullosos deben haber estado de su camarada la semana pasada cuando él se aferró a sus pistolas durante una entrevista con Andrew Neil de la BBC y se negó repetidamente a disculparse por el antisemitismo que ha barrido el Partido Laborista.

Así que es poca sorpresa que los judíos británicos vean con miedo las encuestas mostrando una brecha disminuida entre Corbyn y el primer ministro conservador Boris Johnson antes de la elección general del 12 de diciembre. Desde que el primero asumió las riendas del Laborismo en el 2015, los judíos se han encontrado completamente alienados dentro y en el partido que la mayoría había apoyado políticamente, y muchos habían respaldado financieramente.

Esto presenta un dilema. Por un lado, los judíos británicos tienden a oponerse al Brexit, la política que Johnson está determinado a ejecutar. Por el otro, una mayoría grandísima—87%—considera que Corbyn es un antisemita, o al menos no está dispuesto a erradicar la hostilidad manifiesta hacia los judíos e Israel expresada por miembros de su partido.

“No puedo ver este odio a nuestra gente,” se lamentó Simmons ante sus compañeros activistas anti-Corbyn y ante el corresponsal de Canal 12 en Londres, Elad Simchayoff. “¿Qué hemos hecho? … ¿Por qué todos nos odian tanto? No entiendo. … ¡Este era nuestro país! No quiero dejar a mi familia atrás. No quiero tener que ir a Israel debido a lo que está sucediendo en nuestras calles. No está bien.”

Su horror y angustia están justificados, pero sus preguntas retóricas ilustran una falta total de comprensión acerca de la naturaleza del antisemitismo.

En una entrevista con The Jerusalem Post en el 2007, el historiador fallecido Robert Wistrich explicó que “uno de los rasgos más intrigantes del antisemitismo que se volvió tan rampante en Europa antes del Holocausto, y el cual fue una causa principal de él—lo que convirtió en algo letal al antisemitismo que tuvo sus explicaciones banales profanas, tales como economía y rivalidad social—fue precisamente el hecho que los judíos se habían ‘asimilado’ intensamente. Ellos eran como super alemanes, super franceses, super ingleses, etc. Debido a esto, el antisemitismo tradicional que estaba basado en la religión ya no tuvo más el mismo efecto o resonancia. Se recurrió, entonces, a un argumento contra el cual no hay ninguna defensa, esto es la raza. … Irónicamente, el argumento que los judíos usaron siempre en sus disculpas fue que ellos eran grandes contribuyentes a sus sociedades. … Pero, por supuesto, esto alimentó más el mismo antisemitismo que estaban tratando de contrarrestar….”

Los familiarizados con la historia del Holocausto no se sorprenderían por la descripción de Wistrich, pero podrían sobresaltarse por su descripción de Europa en la época de la entrevista, la cual tuvo lugar hace más de una década.

Los europeos, dijo, “son reticentes a aceptar y admitir que, a pesar de toda la educación y conmemoración del Holocausto que está teniendo lugar—y aun con todas las declaraciones solemnes acerca de haber aprendido minuciosamente las lecciones del pasado—el antisemitismo ha retornado con tal fuerza.”

El pasó a recordar la sorpresa expresada por legisladores no judíos por el testimonio que él dio ante un comité interparlamentario en el Reino Unido. “No reconozco el país del que estás hablando,” le dijo uno de ellos cuando él terminó. Otros afirmaron estar “espantados” por lo que se habían enterado.

En todos los años que han pasado desde entonces, la difícil situación de los judíos en Gran Bretaña se ha deteriorado, no mejorado, gracias en gran medida a la legitimidad que el Laborismo de Corbyn ha dado al antisemitismo.

De hecho, es la naturalización del fenómeno que debería ser causa para tal preocupación, y no sólo entre los judíos, cuyo insignificante número de 300,000, conforma una minoría minúscula del total de la población del Reino Unido, la cual es de aproximadamente 66 millones.

Gran Bretaña ten cuidado: El antisemitismo es y siempre ha sido un “canario en la mina de carbón,” siendo mal augurio letalmente para cualquier sociedad que lo abrace.

 

 

*Ruthie Blum es una periodista con base en Israel y autora de “Al Infierno en una Cesta: Carter, Obama, y la ‘Primavera Árabe.’ ”

 

 

Fuente: JNS
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

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