Enlace Judío Mexico e Israel – ¿Puede superarse la muerte de un hijo? El rabino Marcelo Rittner y la psicoterapeuta Ana Gladys Vargas responden, al respecto, que sí, Cuando el amor es más fuerte que la muerte.
“No tengo las palabras que quisiera en mi vocabulario, probablemente, para poder decirles qué representó este libro. Porque es un trabajo, yo no diría que un trabajo intelectual, esto fue un trabajo emocional que nos tomó cuatro años poder darle forma”, dijo el rabino Marcelo Rittner para abrir la presentación de su nuevo libro, Cuando el amor es más fuerte que la muerte, escrito en coautoría con Ana Gladys Vargas.
“Fue tan difícil, fue tan conmovedor que muchas veces trabajábamos con Ana Gladys y después de dos horas necesitábamos parar, salir, dar la vuelta, tomar un café, algo, para cortar la emoción por la que estábamos dominados”, narró el rabino principal de la Comunidad Bet El.
“Y hoy a la noche les vamos a mostrar cómo lo trabajamos porque, sin duda, desde el principio, lo que desató esta idea, fue la experiencia de los niños y sus familias, no solo por la injusticia sino por la tragedia de lo que esto representó, y Ana Gladys me invitó a participar —ya que ella realizaba un trabajo profesional— como pastor, y solo de contarlo me siento conmovido porque tuve la oportunidad de confirmar algo por lo que yo he trabajado y vivido y vivo: que los valores universales son los valores que nos unen, que la muerte de un hijo no tiene una religión sino que tiene un dolor profundo en cualquier ser que sea humano”.
Dijo que fue ese el sentido que orientó el trabajo de crear este libro, una especie de texto de autoayuda dirigido especialmente a las personas que han sufrido la muerte de sus hijos. Para confeccionarlo, el rabino y la psicoterapeuta escucharon y leyeron los testimonios de muchos padres y madres que habían pasado por esa situación.
“Y cuando estuve reunido con los papás y las mamás y algunas abuelas, fue el día más religioso de mi vida. Eran como 50 o 60 personas, la mayor parte de ellas mujeres, y estuvimos platicando algunas horas, escuchando más que hablando, pero cuando terminamos y estábamos despidiéndonos, alguien de las mamás, creo que fue una mamá o una abuela, me dijo: ‘rabino, vamos a hacer por favor una oración en conjunto, y yo que tengo 45 años como rabino, de repente viví una experiencia maravillosa porque hicimos un círculo de oración donde todos estábamos profundamente emocionados y había un solo dios, el dios del amor, que seguramente lloraba con nosotros por el dolor que había en ese momento, por la tristeza que había en ese momento, y fue sin duda el momento más especial de mi vida…”
Al respecto, Ana Gladys Vargas dijo que este fue un trabajo pero “no cualquier trabajo, un trabajo comprometido, profundamente comprometido, y los dos teníamos una preocupación especial por los padres y las madres en duelo. “Una persona en común nos presentó un día de 2013 y empezamos a platicar sobre lo que hacíamos y los dos hablamos sobre padres en duelo. Ese día fue un día muy especial y ahí surgió el diálogo de la Guardería ABC y surgió el deseo de Marcelo de ir (…). Y empezó nuestro camino.
La psicoterapeuta dijo que, dos años más tarde, Marcelo Rittner se encontró con Juan Carlos, padre de un chico fallecido años atrás, quien le pidió que escribiera un libro sobre padres en duelo. “Y bueno, me invita (Rittner), y me he sentido muy honrada y muy responsable Decidimos hacer un libro que nos acompañara, que los acompañara a los padres, que los hiciera sentir que no estaban solos…”
Para la pareja de autores era muy importante contar con el testimonio de los padres y las madres en duelo. “No queríamos que fuera un libro lleno de saberes de expertos. Queríamos que los propios padres y madres en duelo le dijeran a aquellos que inician el duelo o que se encuentran atrapados en el mismo, que les espera un futuro mejor, lleno de amor, de luz y de esperanza. Increíble pero por su puesto que, a lo largo del camino, uno encuentra amor, luz y esperanza.”
Vargas describió el proceso de escribir el libro como una suerte de confección. “A partir de este trabajo teníamos que elaborar. Los deshilamos cuidadosamente y los volvimos a hilar. Hilamos uno con otro. Unimos cada uno de los hilos de sus testimonios para hacer entre todos un tejido perfecto. Un tejido de amor.”
Del dolor al amor, en las palabras de los padres
Para Gloria Ilda Ochoa, mamá de José Gustavo, acercarse el micrófono y comenzar a contar su experiencia para el público, entre el que se encontraban otros padres que, como ella, habían perdido a alguno de sus hijos, fue visiblemente duro. Con voz entrecortada, la mujer dijo que “es muy difícil recordar el dolor, aun cuando este dolor nos ha enseñado tanto y nos ha hecho fuertes.”
Agregó que se sentía “muy honrada de haber podido participar porque fue una manera de platicar de alguna forma con ustedes y conmigo misma, y de pensar lo que había pensado muchísimas veces ya, por mucho tiempo, de qué es lo que había pasado, de cómo la vida puede cambiar de un día para otro, 360 grados.”
Pero su proceso de dolor fue también, según narra, uno de aprendizaje. Pues “la vida nos puede cambiar en muchas cosas pero no nos puede cambiar el amor que sentimos por nuestros seres queridos. Que nos puede doler mucho y parecer muy injusto que los jóvenes o los niños mueran antes que sus padres, que nos parezca anti natura pero que la vida es así y que tenemos que seguir adelante y que tenemos mucho por qué seguir adelante.”
Santiago Urquiza, papá de Tomás y Santiago, dijo en tono más contenido: “Nosotros perdimos dos hijos de 16 años, en un accidente en una carretera en el sur. Al mes de que estábamos francamente devastados llegó una amiga, Celia, que había perdido tres hijos en diferentes momentos de la vida, en diferentes edades, y esa visita nos impresionó mucho.”
Además de la entereza de aquellos padres, lo que a Santiago Urquiza le impresionó fue una afirmación: “que nosotros íbamos a estar mejor después que antes del accidente. Cosa que es muy difícil de entender pero es el fundamento de los procesos de crisis.”
También tomó la palabra José Luis, papá de José Pablo y de Milly, fallecidos en distintos momentos, por distintas causas. Agradeció a Marcelo Rittner y a Gladys por haber escrito esta obra “con un sentido humano que ya en nuestros días muy poco se ve.” Agregó: “Hoy encuentro un significado enorme en la muerte de mis dos hijos. Ellos, en este momento, ya no se encuentran físicamente con nosotros pero estoy seguro que nos están acompañando, porque yo creo, tengo esa fe, de que en este momento ellos están sirviendo o van a servir, a través de las personas que lean este libro, para que, de alguna manera, tengan consciencia de lo que es la muerte y del significado que tiene la misma vida pero, sobre todo, de lo que nos dejan a los padres.”
Visiblemente conmovido, el hombre dijo que “es cierto que en el momento en que ocurre esto es algo mucho muy difícil, es algo que parece imposible de superar”. Luego ofreció algunos detalles sobre la muerte de su hijo, a quien un perro rabioso mordió en el rostro, condenándolo a una muerte inevitable y dolorosa por hidrofobia.
En el Centro Médico Nacional Siglo XXI, un grupo de 10 médicos le dijeron a él y a su esposa que la ciencia no podía hacer nada por evitar la muerte de su hijo y que mejor se prepararan. “Hoy he descubierto que el significado de la muerte tan trágica de mi hijo, hoy lo veo con claridad”, pues ahora es capaz de hablar sobre ello sin que el llanto se lo impida como lo hacía “en esos primeros días, en esos primeros meses, en esos primeros años.”
El dolor persiste, dijo, “pero lo hemos estado superando, lo he estado superando, en qué sentido, en el sentido que cuando yo lo comparto con otras personas que han perdido a sus hijos, ellos créanme que sienten como que yo los estoy ayudando pero no es así, ellos me están ayudando a mí.”
Para finalizar su mensaje, recibido como todos los testimonios anteriores por una carretada de aplausos de quienes asistieron a la presentación del libro en la FIL Guadalajara, dijo:
“Hoy, mi esposa Lety y yo sabemos que la vida continúa y que además nos tenemos el uno al otro, más unidos que nunca, llevando a la práctica lo que nos prometimos al casarnos: cuidarnos y amarnos tanto en los momentos felices como en los momentos adversos.”
La última participante fue Laura Salazar, mamá de Diego, de quien dijo, “llenó mi vida y también en un momento dado vació mi vida, a la hora de su muerte. Desde entonces, la verdad, he sentido a Diego muy cerca y ha sido mi gran maestro y mi gran inspiración.”
Salazar agradeció a su esposo, el mismo Juan Carlos que motivó a Rittner a escribir el libro, y a su hija Sofía quien, dijo, estuvo con ella durante todo el proceso del duelo. Agradeció también a Marcelo Rittner, quien, dijo, “nos ha acompañado estos seis años, muy cercano a Juan Carlos y nos ha ayudado mucho en este camino.”
Un camino que, narró, “es el valle de lágrimas, es un valle que parece que nunca termina, lleno de espinas, negro, de donde piensas (que) nunca vas a salir, pero se logra salir con fe, se logra salir cuando logras honrar la vida de tu hijo.”
Para finalizar el evento, el rabino Marcelo Rittner tomó la palabra de nuevo. En su particular estilo, esta vez más solemne y menos humorístico, agradeció a la editorial Penguin Random House y, concretamente, a su editor, David Velázquez, “que trabajó con nosotros como un autor más.”
Luego, el líder espiritual de la comunidad Bet El dijo que el libro no hubiera sido posible sin los papás, “sin que volvieran a pasar por ese dolor, sin que entregaran en su tristeza la esperanza de que otros papás puedan sentir que no están locos, que no están mal por estar desesperados o por pelearse con Dios.”
Como el resto de los ponentes, Rittner ofreció esperanza a quienes sufren el devastador duelo de perder un hijo o una hija. “Creo que hay un proceso y que al final del proceso, cada uno, como ustedes escucharon hoy de cada uno de estos papás aquí presentes, cdaa uno acomoda su propia vida y encuentra un camino para caminar, un destino para pretender llegar.”
Con voz cálida, pausada, casi silenciosa, Rittner dijo que aprendió de sus maestros “que la gente solo muere cuando los olvidamos, que mientras los recordamos, viven con nosotros, caminan con nosotros, sonríen con nosotros, lloran con nosotros, están dentro de cada uno de nosotros.”
Agradeció a los papás que colaboraron en el proyecto. “Para ellos, mi respeto, mi amor, mi agradecimiento, porque ustedes son quienes realmente, a través de sus hijos, están ayudando a otros papás a encontrar su mejor momento en la vida, el momento de la paz espiritual, el momento de la luz.”
Y eso, dijo, “se los queremos transmitir en el libro. Hay un final. El final es un final feliz, aunque pudiera parecer una contradicción. Pero es un final en el cual cada uno encontró la luz a la oscuridad en la que estaba sumergido o sumergida. Gracias por acompañarnos esta noche que fue principalmente, no un intento de promover un libro, lo hicimos como un intento de agradecer a los papás, a los que están aquí, a los que no han llegado, por ese gran gran esfuerzo que hicieron para responder y acompañar y estar con nosotros también el día de hoy.”
Para finalizar dijo que deseaba, “como rabino, que la memoria de cada uno de quienes recordamos en estas páginas, pueda ser una bendición una vez más para sus padres y que puedan ser siempre una inspiración para todos los que puedan llegar a este texto.”
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