El sexto milagro de Janucá y el general Lisias

Enlace Judío México e Israel – Pero este no fue el último milagro de Janucá. Los judíos helenistas junto con los no judíos que vivían en Israel no se dieron por vencidos y le pidieron apoyo a los seléucidas para recuperar Jerusalén y el Templo. El general Lisias, que ahora estaba más cerca del debilitado Antiojus, y era mucho más poderoso que antes, decidió terminar de una vez por todas con “el problema judío”.

RAB YOSEF BITTON

LOS ELEFANTES SE SUMAN A LA BATALLA

De acuerdo el historiador Flavio Josefo, las órdenes de Lisias a sus soldados fueron exactamente estas: “Conquistar Judea, destruir Jerusalem, esclavizar a los sobrevivientes y eliminar a la nación judía de la faz de la tierra” .

En una acción sin precedentes, Lisias envió 100,000 soldados y 20,000 jinetes para acabar con Yehudá Macabí y su ejército y recuperar Jerusalem. Por primera vez en la Tierra de Israel, los ejércitos griegos llegaban con 32 elefantes africanos especialmente entrenados para la batalla. Cada elefante podía llevar varios soldados armados con arcos, flechas y lanzas. Y los elefantes estaban protegidos por decenas de soldados de infantería. Lisias llegó por el sur y se aprestaba a rodear Jerusalem. Cuando Yehudá se enteró de su llegada se dio cuenta que le sería imposible triunfar contra un enemigo tan numeroso.

LA MUERTE DE ELAZAR

La única posibilidad que le quedaba era eliminar a Lisias y así sembrar la confusión y el caos en las filas del ejército griego. Esta delicada misión suicida fue encargada a Elazar, uno de los hermanos de Yehudá, quien no dudó en aceptarla. Elazar tenía que identificar al elefante que estuviese mejor armado y protegido y asumir que allí estaría Lisias. Con gran valentía, y atacando por sorpresa, Elazar logró superar la barrera humana de soldados que protegían al elefante y atravesó al gigantesco animal con una lanza. El elefante, trágicamente, se desplomó sobre Elazar, lo aplastó y lo mató. Hoy en día, en el lugar donde tuvo lugar esta batalla —Bet Zejaria en Gush Etzion—existe una pequeña ciudad llamada Elazar en honor el hijo mayor de Matityahu.

Yehudá había agotado todos sus recursos. No podía enfrentar al ejercito de Lisias que salió ileso del frustrado intento de ataque en el que murió Elazar. No le quedaba otra opción más que atrincherase en Jerusalem, resistir y morir luchando hasta el final. Era el mes de Shevat del año 164 AEC. Lisias comenzó el sitio a Jerusalem con sus 120,000 soldados. Yehudá contaba solo con 2,000 o 3,000 soldados, ya que cuando conquistó Jerusalem, en cierta manera, declaró victoria y dio por finalizada la guerra con los seléucidas. Y dejó libres de obligación a miles de sus combatientes que regresaron a sus casas.

¿EL MILAGRO MAS GRANDE DE JANUCÁ?

Lisias comenzó su ataque a Jerusalem. Los judíos trataban de resistir pero, poco a poco, sus fuerzas se iban debilitando más y más. El final era inminente. Yo imagino al valiente Yehudá y sus soldados debatiendo si debían luchar hasta morir o entregarse y ser vendidos como esclavos… Ya no había nada más que hacer.

Y entonces, un gran milagro ocurrió. El día 22 de Shevat de año 164 AEC, Lisias y su enorme ejército abandonaron sorpresivamente la ciudad de Jerusalem. Nadie entendía lo que sucedía hasta que se enteraron de la noticia: Antiojus acababa de fallecer. El nuevo emperador iba a ser su hijo, Antiojus V, de 9 años de edad, y Antiojus había asignado a Lisias para que él fuese el regente (tutor) de su hijo, lo que de facto lo convertiría en el nuevo emperador hasta que el niño fuera mayor de edad.

Pero aprovechando que Lisias y su ejército estaban en Judea, Filippo, otro general de Antiojus, se había declarado a sí mismo como regente del pequeño Antiojus y había tomado el control de la ciudad de Antioquía. Lisias entendió que debía abandonar Judea inmediatamente y enfrentar a Filippo.

CAMBIA, TODO CAMBIA

Antes de partir de Jerusalem, Lisias le envió una sorprendente carta a Yehudá: Primero le anunciaba que todos los decretos antijudíos establecidos por Antiojus quedaban ahora derogados. La ley en los tiempos de las monarquías era que las leyes establecidas por un rey caducaban con su muerte, a menos que el nuevo monarca las reafirmara. Lisias le aseguró a Yehudá que él personalmente iba a dejar a los judíos en paz. Pero a cambio de esto, Lisias le solicitaba ayuda a Yehudá. Le pedía que le enviase a sus valientes combatientes y los aliste en su propio ejercito para derrotar a Filippo en Antioquia. Yehudá aceptó. Y así, de esta milagrosa manera, Jerusalem y el pueblo de Israel, fueron salvados, una vez más por la invisible mano de Hashem.


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