En una ocasión en que visitó la redacción de Radio Sefarad una veterana periodista y me preguntaba acerca de la línea editorial en lo que a información de actualidad se refería, se quedó sorprendida cuando le contesté: el grado de amenaza a los judíos.
JORGE ROZEMBLUM
Recuerdo que me lo discutió como si fuese ella la dueña de la verdad. Lo cierto es que la respuesta suena “periodísticamente incorrecta” y “psicológicamente paranoica”, pero es que la aprendí no en ninguna clase ni manual, sino en el desempeño diario de mis funciones. No es que no haya noticias positivas o que éstas no tengan cabida, sino que cuando lo son responden a la consecuencia completa o parcial de una amenaza precedente. Tomemos, por ejemplo, una de las mejores noticias que hemos cubierto extensamente en los últimos años: la promulgación de la ley que concede la ciudadanía a los descendientes de los expulsados de España. Detrás de esta reparación se esconde un drama histórico de más de quinientos años.
En otro plano, si los avances científicos, tecnológicos y económicos de Israel nos inflan de orgullo, es principalmente porque sabemos del duro camino de discriminación y “numerus clausus” que sufrieron nuestros antepasados durante incontables generaciones.
¿Qué nos llevaría a dejar en un segundo plano el antisemitismo, el doble rasero mediático hacia Israel, el terrorismo que antes de golpear en Europa y América ha ensayado sus bombas, atropellos y acuchillamientos contra los judíos del estado judío? Cuando nos hacemos eco de los ocultos avances en la carrera de Irán para desarrollar armas nucleares, nos acusan de manía persecutoria hasta que el resto de Oriente Medio se pone a temblar o el estrecho de Ormuz se cierra al tránsito de la sangre negra que hace palpitar a las economías occidentales. Transmitir el grado de amenaza no es más que ver venir el tsunami y avisar para ponerse a salvo, en lugar de quedarse en la playa haciéndose selfies con la ola gigante de fondo. Es cuestión de dónde se pone el foco. Tras la eliminación mediante un dron del artífice de la expansión chiita iraní de las últimas décadas, pocos medios generales no mentaron el inicio de una Tercera Guerra Mundial: los mismos que ante el error de un misil en Teherán que derribó el avión de pasajeros ucraniano aludieron como un coro de zombis a los problemas técnicos de algunos aparatos de Boeing. Sólo faltaría que achacaran la culpa al haber dejado de usar los “fiables” Tupolev que les obligaban a comprar los soviéticos.
En definitiva, no hacemos periodismo. Sólo intentamos contar lo que vemos y entendemos. Y es que, incluso después de las emocionadas promesas del “Nunca más”, el odio hacia nosotros por lo que somos (no por lo que hagamos) no sólo sigue vigente, sino en auge. No hay más que ver para comprobar que las amenazas son reales, que lo eran cuando nos calificaban de agoreros y que no es pesimismo mirar al peligro a los ojos y llamarlo por su nombre.
Shabat Shalom.
*El autor es director de Radio Sefarad.
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