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jueves 14 de noviembre de 2024

Occidente llora a los judíos muertos. Pero ¿qué pasa con los vivos?

Enlace Judío México e Israel- En Yad Vashem en Jerusalén el 23 de enero, unos 46 líderes políticos y de la realeza, incluido el Príncipe Carlos de Gran Bretaña, estarán asistiendo al quinto Foro Mundial del Holocausto para conmemorar el Día de Recordación del Holocausto y el 75° aniversario de la liberación de Auschwitz.

MELANIE PHILIPPS

En este y sin dudas otros de tales eventos recordatorios, serán efectuadas muchas observaciones elocuentes, importantes y sentidas acerca de los males del nazismo y el odio al judío. En el clima de hoy, sin embargo, hay algo inquietante acerca de tal recordación.

Dada la erupción de ataques físicos y verbales contra los judíos en Gran Bretaña, Estados Unidos y Europa, podría decirse que nunca ha sido tan importante recordar los horrores del Holocausto.

Pero Occidente ahora está ahora abarrotado de recordatorios y museos del Holocausto, mientras que las escuelas han estado impartiendo educación en Holocausto desde la década de 1980. Y sin embargo nunca desde la derrota del Nazismo ha habido tal epidemia de odio al judío en la sociedad occidental.

Aparte, algunos de los países que estarán representados en Yad Vashem apoyan a gente que quiere matar judíos. Ellos financian a gente que bombea incitación asesina anti-judía y anti-Israel.

Algunos de estos países también se han hecho de la vista gorda durante años ante la agenda genocida del régimen iraní hacia Israel y la diáspora judía, y han estado tratando de seguir canalizando miles de millones de dólares dentro de Irán en desafío a las sanciones estadounidenses.

Por decirlo francamente, podría parecer que mientras el Occidente golpea su pecho colectivo por los judíos muertos, es en gran medida indiferente ante las amenazas mortales presentadas actualmente para los vivos.

Está claro que toda esta conmemoración y educación en Holocausto no ha puesto al antisemitismo nuevamente en su caja pútrida.

De hecho, tal odio al judío es propagado muy perversamente entre los liberales, quienes constantemente ostentan sus credenciales anti-racistas y anti-nazis.

Sin desear exagerar un factor detrás de un fenómeno complejo, esto señala al menos en parte defectos profundos en la forma en que el Occidente se ha hablado acerca del Holocausto.

En el 2016, el Centro para Educación en Holocausto del Colegio Universitario de Londres concluyó un estudio de tres años de estudiantes de secundaria en Inglaterra, donde el Holocausto es la única materia obligatoria en el programa de historia nacional. Aunque la vasta mayoría de los estudiantes dijeron que querían aprender acerca de ello para impedir que algo similar suceda nuevamente, hubo brechas preocupantes en su conocimiento.

Muchos no entendían quienes fueron los nazis o que ellos tuvieron colaboradores en otros regímenes, o no tenían ninguna idea siquiera de cuántos judíos fueron asesinados.

Si bien la mayoría sabía que los judíos fueron las víctimas principales, ellos tenían poca comprensión de por qué ellos fueron perseguidos. Peor, a ellos mismos se les ocurrieron estereotipos anti-judíos, con un número de ellos refiriéndose a los judíos como un único grupo, siendo “ricos” o “teniendo poder,” y siendo percibidos por lo tanto como una amenaza.

Tales conclusiones inquietantes no se deben meramente a imprecisiones en la forma en que es enseñada la cuestión sino que resultan de fallas más fundamentales. Porque la historia del Holocausto ha sido apropiada al servicio de un número de agendas diferentes.

En Polonia, los políticos y otras autoridades presentan a los polacos indígenas como víctimas iguales del Holocausto, ignorando o negando el rol desempeñado por los polacos en atrocidades contra los judíos antes, durante y después del período nazi.

En Gran Bretaña, los investigadores dicen que el Holocausto es enseñado a menudo de una forma auto-congratulatoria que se enfoca en el rol del país en derrotar al nazismo, mientras se falla en mencionar que también prohibió a los judíos en la Europa nazi tomar refugio en Palestina — una política que corría contra las obligaciones legales de Gran Bretaña en la época.

La educación en Holocausto ha sido usada también para promover un peligroso relativismo moral y cultural. Se le acredita sensibilizar a los niños ante los estereotipos culturales dañinos, la intolerancia y la deshumanización. Pero su mensaje implícito es que cualquiera es capaz de tal maldad.

Como resultado, el Holocausto tiende a ser encasillado con otras matanzas masivas. De acuerdo con Mike Levy, un educador en Holocausto en Cambridge, Inglaterra, hay “una atmósfera de fatiga en el aire en lo que hace a hablar sobre el Holocausto” con los estudiantes y docentes queriendo “aprender más acerca de otros genocidios” y así contextualizarlo. El escribió: “A los niños se les tiene que enseñar que no hay una competencia acerca de cuál genocidio es peor.”

Como ha dicho el eminente erudito del Holocausto, Profesor Yehuda Bauer: “El Holocausto muy a menudo es convertido en lecciones vagas del peligro del odio o prejuicio a costa de tratar realmente de entender las razones y motivaciones para el genocidio.”

Por consiguiente, la visión desarrollada que cualquiera puede ser un nazi y que no hubo nada especial acerca de la victimización judía. Y desde ese punto, ha sido apenas un corto paso a la visión falsa y malevolente — escuchada una y otra vez — que los judíos de Israel han terminado haciendo a los palestinos lo que se les hizo a ellos.

No es sólo Israel la que está cayendo en falta por esta falsa equivalencia. Cualquiera que contradiga la sabiduría liberal recibida probablemente va a ser llamado fascista o nazi. Estos se han vuelto términos casuales de abuso — armas de difamación para silenciar personas con visiones disidentes etiquetándolas falsamente no sólo como erradas, sino como malvadas.

En el 2018, Edna Friedberg del Museo Memorial del Holocausto de Estados Unidos en Washington, D.C., citó ejemplos preocupantes de tal “analogía descuidada.” Figuras mediáticas conservadoras habían vinculado a estudiantes con la Juventud Hitleriana por defender el control de armas ajustado, empalmando imágenes de estos estudiantes sobre imágenes de películas históricas de concentraciones nazis.

Del otro lado del espectro político, han abundado acusaciones de “nazismo” y “fascismo” contra las autoridades federales por su trato a niños separados de sus padres en la frontera de EEUU con México.

“Recuerden, otros gobiernos ponen niños en campamentos,” es un grito convocante típico de tales lados. Un ex director de la CIA, tuiteando crítica de las políticas hacia los inmigrantes ilegales, usó incluso una foto histórica de las vías del tren que llevaba a Auschwitz.

Un relativismo tan en bancarrota moral está vendado con una falla en entender la singularidad tanto del pueblo judío como del antisemitismo que lo ha perseguido desde los primeros tiempos.

Está claro que el foco educativo no debería haber estado en el Holocausto sino en la cultura que se dispuso a exterminar. Occidente debió haberse enseñado acerca del pueblo judío y su historia. Esa habría sido la forma correcta de contextualizar el Holocausto.

Por supuesto, es indiscutible que todo tipo de personas son capaces de hacer cosas terribles a otros. La historia nos da ejemplos innumerables, y no hay escasez de estos hoy.

Pero el genocidio nazi de los judíos fue único porque el nazismo alemán fue único
.
Su motor principal no era el racismo, como la gente lo llama hoy, ni el odio “al otro,” ni su visión deshumanizante de ciertos grupos en la sociedad — una visión que los nazis compartieron con mucha de la opinión occidental progresista en el siglo XIX y principios del siglo XX.

El núcleo del nazismo alemán era en cambio su antisemitismo — su visión paranoica y trastornada del pueblo judío como una conspiración malvada de proporciones positivamente sobrenaturales, el cual por lo tanto tenía que ser borrado de la faz de la tierra.

Esto no es replicable o reconocible en cualquier otra forma de prejuicio, intolerancia u odio. Estuvo, y está, reservado contra los judíos solamente.

A menos que el odio al judío sea reconocido como el fenómeno único que es
— y a menos que a los niños del Occidente les sea enseñada la historia del pueblo judío y su contribución a la civilización —ninguna conmemoración, museo ni material educativo del Holocausto les enseñará el verdadero significado de “nunca más.”

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