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jueves 21 de noviembre de 2024

Anexar Judea y Samaria: ¿buena idea?

Enlace Judío México e Israel – Donald Trump acaba de presentar el plan de paz de los Estados Unidos para resolver el conflicto palestino-israelí, y en ese marco se anuncia que el gobierno israelí va a implementar sus leyes en ciertas zonas de Cisjordania, el territorio originalmente llamado Judea y Samaria.

IRVING GATELL PARA ENLACE JUDÍO

Eso en términos prácticos significa una anexión —aunque al gobierno israelí no le gusta usar esa palabra—. ¿Es buena idea? ¿Es buen momento para tomar esa medida?

En el marco del conflicto israelí-palestino y las discusiones que este asunto genera, pocas veces se reflexiona adecuadamente sobre el problema demográfico.

En general, las discusiones se limitan al asunto del establecimiento de fronteras definitivas entre Israel y el eventual estado palestino, o a las típicas quejas contra los asentamientos judíos en “territorio palestino”.

Pero casi nadie se toma el tiempo de reflexionar en algo sencillo: Las poblaciones crecen, y eso, tarde o temprano, genera nuevas necesidades.

Y así como Nazaret, Haifa y otras poblaciones árabes crecen y requieren de expandirse, los asentamientos judíos en Cisjordania también.

Por supuesto, la presencia de judíos en territorio palestino es considerada un obstáculo para la paz, mientras que a nadie se le debe ocurrir insinuar que la presencia árabe en territorio judío pueda ser lo mismo.

Sería políticamente incorrecto, porque implicaría que el Estado de Israel es un Estado Judío en el sentido de que sólo una identidad histórica (la judía) puede ser reconocida como la única legítima en un país completo.

Ese bizarro y grotesco privilegio sólo se les concede a los palestinos, que llevan años advirtiendo que su futuro estado tendrá justo estas características, exclusivo para el grupo identificado como palestino y, por lo tanto, libre de judíos y a cambio suelen recibir el aplauso de la comunidad internacional.

Pero la realidad se impone, una y otra vez.

Ya quedó muy lejos el trazo original del plan de partición aprobado por la ONU en noviembre de 1947.

Tras la guerra declarada y perdida por los árabes, la Línea de Armisticio de 1949 entregó a Israel más territorio del que se le había asignado, pero también a Jordania y Egipto, que se anexaron zonas que nadie les había ofrecido.

Esta situación se mantuvo hasta 1967 cuando, en el marco de la guerra de los Seis Días, Israel conquistó Cisjordania, Gaza y los Altos del Golán.

Para entonces, las poblaciones árabe y judía habían evolucionado de tal modo que a nadie se le ocurrió la posibilidad de exigir el regreso a las fronteras originales propuestas por la ONU veinte años atrás.

La Línea de Armisticio se impuso como frontera de facto, y la anexión hecha por Israel de diversas zonas fue tácitamente aceptada por la comunidad internacional.

Estamos viviendo una situación similar. A 27 años de los Acuerdos de Oslo —más tiempo que el que transcurrió entre la independencia de Israel y la Guerra de los Seis Días—, el plan acordado por Clinton, Rabin y Arafat sobre un eventual estado palestino es obsoleto.

Según lo firmado en aquel entonces, la culminación del proceso tenía que haberse dado en 1998, pero los palestinos se rehusaron a avanzar en cualquier otro acuerdo. Desde 1993 no han vuelto a firmar un solo compromiso, se han dedicado, única y exclusivamente, a exigir.

Hay tres razones principales por las que los palestinos no han dado ningún tipo de paso hacia un acuerdo final. La primera es que declarar la creación oficial del Estado Palestino los llevaría a una guerra civil entre Al Fatah y Hamás, que pelearían a muerte, literalmente, por el control del nuevo estado.

Hamás tiene las mejores posibilidades de ganar, ya lo demostró exterminando a Al Fatah en Gaza, pero la decisión de declarar el Estado palestino la tiene Al Fatah, así que es obvio que Abbas y su gente no van a tomar una decisión suicida.

Una segunda razón que hace que los burócratas de Al Fatah no se pongan ninguna prisa para declarar la creación del Estado Palestino, es que están haciendo un muy buen negocio con el tema de los refugiados palestinos.

Es una cosa rara, los palestinos de Cisjordania viven en lo que se considera su propio territorio, reciben documentos oficiales de identidad y son gobernados por su propia gente, sin embargo, la ONU les concede el estatus de “refugiados” (no sabemos de dónde ni de quién) y con ello abre las puertas para que reciban apoyos económicos de muchas instituciones o gobiernos en todo el mundo.

En otras palabras, los refugiados palestinos son un buen negocio para la gente de Abbas y no parecen estar dispuestos a matar la gallina de los huevos de oro.

Ellos saben bien que el día que exista oficialmente el Estado Palestino, todos los refugiados cambiarán de estatus y pasarán a ser ciudadanos.

Los apoyos internacionales se renegociarán y las obligaciones del nuevo gobierno se incrementarán, por ello, los líderes palestinos prefieren posponer lo más posible la salida de su actual zona de confort.

Finalmente, una tercera razón es que la creación del Estado Palestino pasa obligadamente por la definición de fronteras con Israel, y eso significa explícitamente la aceptación de que Israel es una realidad política que se va a quedar ahí.

Aceptar fronteras oficiales significa decir “a partir de este punto termina el estado de los palestinos y comienza el estado de los judíos”, y eso es algo que los palestinos no están dispuestos a conceder.

Toda su causa ha girado en torno al “sagrado” objetivo de destruir a Israel y convertir todo el territorio, desde Líbano hasta el Néguev, desde el mar Mediterráneo hasta el río Yardén (Jordán) en Palestina, un territorio en el que Israel no tiene cabida.

Aceptar fronteras definitivas significaría, en su perspectiva, la derrota definitiva de la causa palestina.

¿Cómo convencerlos de que regresen a la mesa de negociación a negociar y no a exigir la dimisión incondicional de Israel?

Aferrados a la falaz creencia de que ellos se merecen quedarse con todo el territorio, no parecen estar dispuestos a reconsiderar su estrategia.

Los resultados han sido desastrosos, pero se empeñan en seguir por la misma ruta, no negociar, no ceder, sólo exigir y si es necesario, atacar a Israel.

Por eso, la anexión de las zonas de Cisjordania en donde están los asentamientos judíos parece simple y sencillamente lo más lógico. No se puede dejar en la indefinición legal a esas zonas y esas personas para siempre.

Y ojo, Israel no está anexionando “territorio palestino”, no existe un país llamado Palestina, así que no existe un territorio palestino. Israel está anexionando territorio en litigio, y el litigio concreto fue, en otras épocas, con Jordania, país que ya renunció al reclamo de esas zonas.

Sí, existe un plan para crear allí un Estado Palestino, pero es sólo eso, un plan.

Paradójicamente, quienes menos medidas están tomando para lograr ese objetivo son los palestinos, mientras, la demografía evoluciona e Israel deja de encontrarle sentido a mantener a esas poblaciones judías en la indefensión legal.

La anexión era un asunto que tarde o temprano iba a llegar, de hecho, me atrevo a decir que llega tarde. Es una medida que Israel habría podido tomar unilateralmente hace mucho.

Por supuesto, el gobierno israelí fue prudente al esperar a que se diera una coyuntura muy específica para dar por fin ese paso.

Lo primero y más importante es que el gobierno de Netanyahu y la oposición liderada por Gantz están de acuerdo, no es como en las épocas en las que los laboristas se oponían a cualquier medida de esta índole.

El único desacuerdo entre Netanyahu y Gantz es que el segundo preferiría que la medida se aplicara cuando ya estuviera instalado un nuevo gobierno emanado de las futuras elecciones, en otras palabras, la medida quisiera aplicarla él mismo, considerando que está seguro de que va a ganar la próxima ronda electoral.

Lo segundo es que el nuevo Plan de Paz presentado por Estados Unidos contempla, efectivamente, la anexión de esas zonas a Israel, así que ahora la medida va con el beneplácito de los Estados Unidos.

Y lo tercero y último es que los países árabes han dado su aval al plan estadounidense, así que Arabia Saudita y sus socios sunitas parecen admitir, implícitamente, que Israel va a conservar esos territorios.

Los palestinos están contra la pared. ¿Serán capaces de reaccionar?

Por supuesto, me refiero a si serán capaces de sentarse a negociar en serio, no a regresar a los ataques terroristas. Esa sería la reacción más contraproducente para ellos mismos.

Si reaccionan adecuadamente, están a tiempo de detener cambios sustanciales en el diseño de las fronteras.

Si creen que pueden permanecer otros setenta años en el mismo marasmo intransigente.


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.

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