Enlace Judío México e Israel – El último libro de Robert Spencer, renombrado observador de la Yihad es una mirada sobria a la imposibilidad de alcanzar un acuerdo duradero con los árabes que viven dentro y fuera del único Estado judío.
DR. ANDREW HARROD
“De principio a fin, el conflicto con Israel tiene todo que ver con el Islam,” escribe el observador de la Yihad reconocido mundialmente Robert Spencer en su último libro superlativo, El Engaño Palestino: La Historia Catastrófica del Proceso de Paz de Medio Oriente.
El documenta datalla cómo los yihadistas y sus aliados mundialmente han utilizado exitosamente como arma una identidad árabe palestina inventada contra la lucha sionista por un estado judío.
Spencer hace la disección de un “éxito de propaganda de décadas de antigüedad que Josef Goebbels y los editores de Pravda habrían envidiado” a saber el mito global que los palestinos son una “población indígena.”
Así lo declaran instituciones como la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (UNHCR), mientras los líderes palestinos fantasean acerca de un vínculo entre los antiguos cananeos o jebusitas y los palestinos de hoy día.
“En realidad, los ocupantes romanos en 134 derivaron por primera vez el nombre Palestina de los antiguos enemigos de los ‘israelitas’, los filisteos,” a fin de erradicar la identidad de los rebeldes judíos derrotados. Los auto-nombrados “palestinos” descienden de los árabes que invadieron en el siglo VII.
En los siglos subsiguientes la mayoría de los judíos entraron en el exilio de la Diáspora, dejando su patria ancestral decaer bajo imperialistas en gran parte desinteresados, tales como distintas potencias musulmanas luego de la conquista del siglo VII.
El libro documental de viajes de Mark Twain de 1869, Los inocentes en el exterior, declara así que “Palestina se encuentra en arpilleras y cenizas”.
El historiador William B. Ziff escribió en 1938 que en el inicio del siglo XX los 40,000 judíos de Palestina “y unos otros 140,000 de todas las complexiones…no tenían otro sentimiento por este país pauperizado, y surcado por la enfermedad que un deseo ferviente de escapar.”
Este desierto se transformó cuando judíos sionistas, comenzando en la década de 1880, buscaron restablecer un Estado judío. Su inversión en desarrollo regional incrementó irónicamente la población árabe que llegó buscando empleo.
Particularmente el Mandato para Palestina de la Sociedad de Naciones encargado a Gran Bretaña en 1922 como un “hogar nacional judío” en territorio perdido por el colapsado Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial presenció importante inmigración árabe.
Nombres egipcios, norafricanos, sirios, e incluso etíopes entre los árabes son evidencia de olas de inmigración dentro de lo que las instituciones británicas y sionistas (por ejemplo el diario Palestine Post, ahora Jerusalem Post, de Israel) entonces llamaban Palestina. “El pueblo más ‘indígena’ de Palestina, como Los Angelinos, parecen haber venido de otro lado”, escribe Spencer.
De forma contrastante, durante este período, “los árabes de Palestina generalmente se consideraban a sí mismos sirios, y que Palestina era el sur de Siria” y rechazaron cualquier designación extranjera de Palestina.
Después que Israel, a un gran precio en vidas judías, derrotó a los agresores árabes luego de su Guerra de Independencia de 1948, la Unión Soviética promovió una identidad palestina durante la década de 1960 a través de grupos como la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) fundada en 1964.
La OLP “contrarrestó la imagen del pequeño Estado judío permaneciendo prácticamente solo contra las masivas naciones árabes musulmanas”, escribe Spencer.
La OLP impulsó la ficción de los “palestinos como un pequeño pueblo indígena cuya tierra había sido robada por extranjeros rapaces, adinerados, y opresivos”. De forma acorde, hoy “es lugar común ver la vestimenta, alimento y costumbres árabes tradicionales, descriptos como ‘palestinos”, aun cuando “ellos son precisamente tan sirios, y libaneses, y jordanos como son palestinos”.
En contrastante realidad, Spencer cita copiosamente cánones islámicos que hacen de la destrucción de Israel un “imperativo religioso, incluso un acto de culto”. “Las doctrinas de Yihad del Islam, su antisemitismo profundamente arraigado, y su ideología política supremacista” hace “imposible para los palestinos aceptar cualquier acuerdo de paz” con Israel.
Un “creyente informado y comprometido mirará a los judíos, y en particular al sionismo” y verá una “lucha escatológica contra los grandes enemigos espirituales de los musulmanes”.
Cuando no están engañando a innumerables elaboradores de políticas “voluntariamente ignorantes e históricamente desinformados” globalmente, “los portavoces palestinos han dejado en claro una y otra vez” su obediencia a las doctrinas islámicas, demuestra Spencer.
“El gobierno de los musulmanes por parte de los infieles” como los judíos, por ejemplo, “es inaceptable bajo cualquier circunstancia” y “cualquier tierra que haya sido gobernada por los musulmanes en cualquier momento pertenece a los musulmanes para siempre”.
Particularmente notable el “reclamo palestino a Jerusalén está basado no en afirmaciones políticas o incluso históricas, sino en una fábula islámica” de un viaje nocturno milagroso del siglo VII por parte del profeta Mahoma del islam.
Ya durante la lucha por la supervivencia de la recién nacida Israel en 1948, los líderes árabes musulmanes “enmarcaron el conflicto en términos exclusivamente islámicos”, mientras los yihadistas viajaron desde tan lejos como Pakistán para destruir a Israel.
La ideología de la Yihad ha “asegurado que un Estado árabe palestino sería sólo una nueva base de Yihad” como cuando Israel se retiró de la Franja de Gaza en el 2005, evalúa Spencer.
Durante el falso proceso de paz que siguió a los Acuerdos de Oslo de 1993, líderes de la OLP como el egipcio por nacimiento Yasser Arafat incitaron repetidamente a la Yihad a pesar de proclamas de paz en contrario.
De igual manera, ejemplificando la orden canónica de Mahoma que “guerra es engaño”, “los líderes palestinos han refinado el mentir durante la guerra en un arte fino” en ofensivas propagandísticas “salvajemente exitosas” mundialmente.
Como es improbable que la sociedad árabe palestina abandone el adoctrinamiento de la Yihad, la “realidad es que no hay solución” a la vista para los conflictos de Israel según la “conclusión desagradable” de Spencer.
“A los estadounidenses en particular les gustan los problemas con soluciones”, y abrazan la “presunción prevaleciente que si tan sólo nos sentamos y hablamos unos con otros, podremos finalmente encontrar terreno en común”. Por lo tanto, numerosos presidentes de EE.UU. quisieron “ganar un Nobel por ser el hombre que trajo finalmente la paz al Medio Oriente”, mientras un “ejército de los diplomáticos profesionales y ‘expertos’ del servicio exterior…han gastado cantidades masivas de tiempo“.
Estos elaboradores de políticas simplemente deberían evitarse el esfuerzo y leer humildemente el sobrio libro de Spencer.
Fuente: Arutz Sheva—Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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