A Kirk, se lo había visto en las sinagogas con frecuencia en los últimos años. Él mismo, que había filmado más de ochenta películas y quien el 9 de diciembre pasado había cumplido 103 años de edad, es el mismo actor que en 1966 protagonizó La sombra de un gigante, una película norteamericana en la que interpreto a un oficial de su país que se alistó en la causa israelí durante la Guerra de Liberación en 1948. También es el mismo que en 1976 interpretó el papel de Itzjak Rabin en Victoria en Entebbe.
Pero algo había cambiado en él. Este hombre, que desde su temprana edad había resuelto dejar el judaísmo, aunque reveló que “nunca dejo de ayunar el ayuno del Yom Kipur”, produjo un espectacular retorno a sus raíces, luego del accidente que había sufrido el 14 de septiembre de 1991.
Aquel día, su helicóptero chocó contra una avioneta que estalló, y sus pasajeros fallecieron. Milagrosamente, Kirk Douglas solo sufrió la rotura de varias costillas y heridas de consideración. Internado en el hospital, al despertar algunas horas más tarde, comenzó a preguntarse: “¿Por qué todos murieron, aunque eran más jóvenes, y yo no?”
Ante esa pregunta que lo atormentaba, necesitaba una respuesta. Tenía que descifrar el sentido de aquello, y se preguntaba: ¿A dónde podría dirigirse para obtener una respuesta? ¿Quizás al Dalai Lama en la India? ¿O alguna bruja, o astrólogo?
Luego de aquel accidente aéreo, su vida tuvo un giro importante, con permanente búsqueda de retorno a las raíces. De a poco comenzó a darse cuenta de que la respuesta no estaba sino en el judaísmo. En ese mismo judaísmo del que a su corta edad había tratado de huir.
Nacido en un hogar judío como “Isur Danielovitz Demsky” en un barrio pobre de Nueva York el 9 de diciembre de 1916, poco antes, sus padres habían llegado a los Estados Unidos.
Su padre era ropavejero, y en su hogar reinaba una atmósfera judía. Isur, quien también se hacía llamar Isidore, se destacaba en el estudio de la Torá.
Fue entonces que sus vecinos judíos ortodoxos pensaron en juntar el dinero para que le permitiese a Isur seguir sus estudios en una Yeshivá y que lo convertiría en rabino del barrio.
Kirk contó que tenía catorce años cuando se aterrorizo ante la historia de la Akedat Itzjak, la “ofrenda de Abraham y su hijo Itzjak”, lo que le provocaba pesadillas en las noches. Soñaba que Abraham venía hacia él con un filoso cuchillo. También contó que se asustaba de los ortodoxos con ropas y sombreros negros que veía en su barrio.
No lo resistió y corriendo huyó del judaísmo, pensando que ya nunca mas lo alcanzaría.
Pero pasaron muchos años, y finalmente ese accidente de aviación lo hizo volver y replantearse aquella manera de escapar.
Aunque en el día del Yom Kipur nunca había dejado de ayunar, ya que eso era lo único que lo mantenía ligado al pueblo judío. “Ese día siempre ayuné, así haya estado filmando con Burt Lancaster o con John Wayne, en Yom Kipur, siempre estaba en ayunas”.
Douglas declaro entonces: “¿Acaso alguien puede decidir por su vida a los catorce años? Sin embargo, hay muchos que parecen satisfechos de abandonar la religión, por lo que aprendieron a los catorce años de edad y yo he sido uno de esos estúpidos”.
Para poder costearse sus estudios de Arte Dramático, debió hacer todo tipo de tareas, desde trabajar de botones, hasta pelear en el ring. Fue así, que pudo solventar la matrícula para estudiar en la universidad, y obtener luego una beca, que le permitió estudiar en la Escuela de Arte Dramático de Nueva York, y de esa manera, en 1946, a sus 29 años, comenzar su carrera cinematográfica.
Pero fue su hijo Michael, quien siendo niño, lo sorprendió una mañana, al preguntarle: “¿De dónde vienen nuestros ancestros?” Kirk quiso pensar como Isur, pero antes que nada, sintió el impacto de la pregunta.
Sabía que sus padres venían de un lugar de Rusia llamado Moguilev, pero se deprimió al observar que ya habían muerto todos sus antepasados, quienes habrían podido explicárselo mejor.
Fue entonces que sintió la necesidad de saber mas sobre su identidad, reprochándose que un hombre que no conoce a sus antepasados tampoco sabe quién es él.
Ya habían pasado mas de 20 años que había huido de la Yeshiva, sintiéndose perseguido por quienes querían para él un futuro como rabino.
En sus comienzos había ensayado con poca suerte en el teatro de New York, porque así como los rabinos querían retenerlo para que siguiera en la Yeshiva, en el teatro se sintió expulsado, cuando alguien observando su rubia cabellera, le dijo: “Cuando tengamos un papel de nazi, te llamaremos”.
Ya en plena crisis de identidad, luego de la pregunta de su hijo Michael, se hallaba inmerso en sus pensamientos, cuando de pronto, encontró la respuesta en su propia habitación.
En uno de los muros colgaban las litografías de la serie de la Biblia de Marc Chagall. Allí, en ese mismo instante, Kirk entendió que había recuperado a sus antepasados. Abraham, Itzjak, Yaakov, Moshe, David, Rivka, Rajel, Lea, etc… ¡Ellos eran los ancestros! ¡De ellos tenía que contarles a su hijo Michael!.
Siempre expresaría su agradecimiento a Chagall por hacerle recordar el hermoso linaje del que descendía.
No bien recuperado del accidente aéreo, Kirk Douglas viajó a Israel, donde filmó cuatro películas tras doce años de ausencia.
Ni bien llegó con su esposa a la habitación del Hotel Rey David en Jerusalén, se sintió impulsado por una fuerza inexplicable, que ni siquiera se esperó a cambiar su ropa, y corrió hacia el Kotel, justo a la hora en que el sol se ponía, para colocar su papel en el muro y depositar allí su oración. “Dios responde a todos los rezos aseguró, aunque a veces la respuesta sea no”.
El actor comentaba a menudo el especial momento emotivo vivido en Kotel cuando la joven guía le indicó: “Aquí es donde todo empezó”, y relató la historia del sacrificio que Di-s le pidió a Abraham, y que tanto le impactó a él a sus catorce años de edad. “Ese lugar, reflexiono Douglas, representaba el comienzo de mis dudas, y el final de ellas”.
Kirk contó que en esa ocasión paso Shabat en una casa en el corazón del barrio judío, y esa noche cerró sus ojos y se reencontró con “Isur”, y a través de las velas de Shabat, vio el rostro de su madre, y sintió que había retornado a casa.
Douglas enfatizó que en el momento histórico en el que con mayor decisión, a causa de las ideas iluministas, los judíos nos asimilábamos y nos estábamos yendo del Judaísmo, fue bajo esa circunstancia, que nos alcanzó la mayor y más cruel persecución, sufrida por la criminalidad de la Alemania nazi.
Por ello en sus reflexiones afirmó que debemos agradecer a los judíos piadosos y ortodoxos, ya que esos hombres de sombrero y sacos oscuros, que tanto le asustaron en su juventud, son los que han mantenido vivo al judaísmo a través de los siglos.
También destaco que él aún necesitaba que Di-s le fiera el tiempo suficiente para aprender todo lo que le hacia falta, y así poder comprender qué es lo que hace que los judíos seamos la conciencia del mundo.
Kirk Douglas o “Isur Danielovitz Demsky”, no fue sólo “una cara bonita”, sino un judío comprometido con su identidad, su tradición, su historia, y el porvenir de su pueblo, y que gracias a mantener la chispa encendida, aun con una sola Mitzvá, la del ayuno de Yom Kipur, que nunca dejo de cumplir, hizo que volviera a encenderse nuevamente.
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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