RABINO YOSEF BITTÓN
Al salir de Egipto y avanzar en el desierto, el pueblo de Israel comenzó a sufrir la escasez de agua y alimentos. En ese momento se produce uno de los mayores milagros de la historia bíblica: Dios hace descender el maná (Man, en hebreo), un elemento comestible especial con propiedades nutritivas. Dios le explica al pueblo a través de Moshé cómo deben comportarse respecto a este “alimento que llega del cielo”. Estas instrucciones no son técnicas sino esencialmente educativas. Y por siglos los judíos leímos las instrucciones Divinas acerca del Man y las aplicamos a la forma en que pensamos respecto a nuestras posesiones materiales.
Hay tres instrucciones fundamentales respecto al Man. Todas relevantes parea el hombre moderno.
¿DE DÓNDE LLEGA MI COMIDA?
En primer lugar, el Man nos recuerda que la comida, lo que necesitamos para la satisfacción de nuestras necesidades materiales “llega del cielo”. Eso no significa que no debemos trabajar para ganarnos el pan. De hecho, el Man no llegaba a la puerta de la casa por Amazon. Había que salir y “trabajar” para recogerlo. La idea fundamental de que en última instancia nuestro sustento (Parnasá) está determinado desde «los cielos». El campesino puede trabajar de sol a sol sembrando su tierra, pero si Dios no provee la lluvia, no tendrá de qué comer. Un empresario puede ser muy inteligente y trabajador, pero si sufre un accidente, o es víctima de una enfermedad terminal, no podrá seguir trabajando.
Lección No. 1: Nuestro trabajo tiene que estar acompañado por la Emuná (convicción) de que en última instancia es HaShem quien determina lo que voy a tener para comer. Debemos vencer con Emuná la ansiedad que a veces nos provocan las fluctuaciones los cambios en nuestros trabajos, negocios, sueldos. Debemos trabajar y salir a recoger el Man, sabiendo que lo que recogemos es un regalo de «los cielos».
NO ACUMULARÁS:
La segunda lección que aprendemos del Man tiene que ver con la acumulación compulsiva de bienes materiales. En el desierto, estaba prohibido acumular Man. Cada uno tenía que recoger solamente lo que necesitaba para ese día. Si alguien recogía de más, el Man extra se pudría.
Lección No. 2: Desistir del aprovisionamiento desproporcionado representa una expresión de confianza, aprecio y gratitud por la generosidad de HaShem. No tengo necesidad de mirar a mi vecino como mi rival y pensar que cuanto más tiene él menos tengo yo. Lo más importante no es tener todo que uno quiera, sino querer todo lo que uno tenga.
EN SHABBAT, NO:
El día viernes se debía recoger una doble porción de Man, para el viernes y para Shabbat. ¿Por qué? Porque el Man no descendía durante Shabbat. No había que salir a trabajar para tener comida en Shabbat.
Lección No. 3: Todo judío que observa el Shabbat sabe que uno puede perder ofertas de trabajo por no estar dispuesto a trabajar el séptimo día de la semana. Un comerciante judío debe sacrificar potencialmente un gran porcentaje de ventas o perderse algunas ofertas irrepetibles, porque en Shabbat no puede continuar sus negocios. Cumplir Shabbat, como algún vez observaron los romanos, no es una idea comercialmente conveniente. Pero, ¿existe acaso una mejor forma de expresar mi confianza en HaShem? ¿De demostrar mi convicción de que no por trabajar más voy a tener más de lo que de “los cielos” han determinado para mí y para mi familia?
La poderosa Segulá del Man consiste en incrementar nuestra fe en HaShem y enseñarnos a ser más moderados en la carrera materialista.
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