Enlace Judío México e Israel – Diversas fuentes sitúan el origen del carnaval hace 5 mil años y otras consideran que surgió en el Imperio Romano y en otros países. Todas las festividades en la antigüedad tenían en común su celebración en el mes de febrero, una época de transición del invierno a la primavera y en la que tenían lugar ritos de purificación agradeciendo la abundancia de la tierra. La gente dejaba al lado por unos días las obligaciones y jerarquías llevando a cabo banquetes y bailes y se vestían con diferentes ropas y máscaras, para volver después al orden.
Con la expansión del cristianismo en la Edad Media la fiesta tornó el nombre de carnaval, cuya raíz es carnem levare, que significa quitar la carne, esto es así porque este evento se celebraba días antes del Miércoles de Ceniza, fecha del comienzo de la Cuaresma hasta el Domingo de la Resurrección. Un periodo de abstinencia y ayuno, de aquí que antes tenía lugar una celebración donde todo estaba permitido, por lo que para salvaguardar el anonimato la gente se cubría el rostro e iba disfrazada.
En el presente tanto en Europa como en varias ciudades de América Latina los participantes en los carnavales preparan carrozas y rutinas de baile desfilando por las calles.
Un hecho lamentable de los carnavales, particularmente en los de Europa, es especialmente el de la ciudad de Aalst al norte de Bélgica, a 80 kilómetros de la capital de ese país, conocido por criticar y caracterizar con crudeza a la clase política y sobretodo a los judíos. Las carrozas que han desfilado por esta ciudad muestran un antisemitismo desbordado. La época del carnaval también se realiza en la localidad de Binche, al sur de Bélgica en la región de Valonia.
Cabe señalar que en Aalst, con una población de más de 80,000 personas, la principal fuerza política en el poder es el Partido Nacionalista Flamenco que a menudo utiliza un discurso antimigración y muy nacionalista. La fobia antisemita en los dos últimos carnavales de Aalst (2019 y 2020) ha llegado a niveles vergonzosos. No obstante, el tema del antisemitismo en los carnavales de Bélgica no es nuevo. En el 2013 el Director del Centro de Relaciones Internacionales del Centro Simon Wiesenthal protestó por la presencia de carrozas con temas nazis en Aalst, en las que se veían personas azotando prisioneros de campos de concentración que llevaban botes marcados con Zyklon B, el gas que mató en las cámaras de exterminio a millones de judíos. Asimismo, ese año un grupo diseñó para el carnaval una carroza que se asemejaba a un vagón de tren nazi utilizado para transportar a los judíos a los campos de exterminio.
Resulta paradójico que el carnaval de Aalst, uno de los más llamativos de Europa fuese agregado a la lista de los eventos del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO, organismo de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura, aunque más que paradójico fue una vergüenza. Afortunadamente, con justicia y ante las protestas de organizaciones civiles y judías, se instó a la UNESCO a que deje de participar en eventos que incitan el odio a los judíos.
Así, la UNESCO lo retiró de la lista el 13 de diciembre del 2019, pero antes de que lo hiciera, el alcalde de Aalst prefirió irse, airado, porque consideró la decisión como un atentado a la libertad de expresión contra el caricaturismo. Cabe destacar la actitud indecorosa del alcalde en el carnaval de este año que fue visto posando con juerguistas que llevaban narices parodiadas en forma de ganchos. El portavoz del alcalde cínicamente señaló que el carnaval era simplemente una diversión inofensiva. ¡Que descaro!
En el entorno antisemita de los desfiles del carnaval en Aalst las autoridades europeas los han declarado incompatibles con los valores de Europa, empero, la Comisión Europea, el poderoso organismo ejecutivo de la Unión Europea con sede en Bruselas, Bélgica, ha dicho que correspondía a las autoridades nacionales de Bélgica actuar.
El 23 de febrero pasado una de las comparsas que participaba en el carnaval “traspasó la línea roja” provocando una gran controversia en virtud de que personas disfrazadas y muñecos simularon ser judíos vestidos de insectos. Los muñecos vestían trajes de judíos jasidicos (ultraortodoxos) con grandes sombreros, pelo largo en los costados (conocidos como Peyot, en Hebreo) y con narices desproporcionadas, rodeados de diamantes y dinero. Estos estereotipos raciales se utilizaron durante la persecución a los judíos antes y durante el Holocausto. El año pasado también se vieron las mismas carrozas del carnaval con disfraces “deshonrosos”.
El Organismo Estatal de Bélgica Contra el Racismo emitió su veredicto sobre una carroza como un acto antisemita, pero consideró que sus creadores no fueron intencionalmente antisemitas… ¡que ingenuidad! Esta decisión fue vista con gran preocupación por los judíos belgas que ven la popularización del antisemitismo en la sociedad belga. El 46 por ciento de los judíos de Bélgica fueron asesinados en los campos de exterminio y concentración a partir de la invasión nazi entre 1940-1941. En el presente, solo viven 30 mil judíos en ese país.
La Unión Europea considera que los estereotipos judíos pueden llevar incondicionalmente a la asociación entre judíos, dinero y ratones/ratas. La carroza reproduce en su totalidad estereotipos antisemitas inconfundibles, empero, que esto no puede considerarse una intención maliciosa en el signo legal del término.
Las condenas contra los carnavales en Bélgica se han multiplicado. El director general del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel, Yuval Rotem, calificó a las representaciones del carnaval de “despreciable exhibición antisemita, uno no puede más que preguntarse si se ha aprendido la lección del terrible destino de los judíos belgas hace 75 años”. Las comparsas han traspasado la frontera de la vulgaridad y sus representaciones han sido catalogadas como algo difícil de describir. Por su parte el canciller de Israel, Yisrael Katz, criticó que a una democracia como la de Bélgica debiera darle vergüenza manifestaciones antisemitas como los que se registran en los carnavales. En este ámbito, el vicepresidente del Ejecutivo de la Unión Europea, Margaritis Schinas, consignó que la fiesta de vergüenza tiene que acabarse, no puede tener lugar en Europa. Nadie debe confundir la libertad de expresión con la vuelta al escarnio público a la humillación de las víctimas o a la profanación de sus tumbas.
También la comparsa que desfiló este año en Campo de Criptana en la provincia de Cuenca, en España, mostró su antisemitismo. Mujeres, hombres, niños y niñas, disfrazados de generales nazis, prisioneros de campos de concentración y judíos con brillantes vestimentas marcharon por las calles de la localidad. La comparsa asegura que se trató de un homenaje a los millones de personas que injustamente murieron en el exterminio que se llevó a cabo durante la Segunda Guerra Mundial en varios países de Europa, defiende que lo presentaron como un hecho histórico, sin referencias políticas, y que pretendieron que no fuera ofensivo ni hiriente para nadie.
El alcalde de Campo de Criptana declaró al carnaval como de interés turístico nacional y que constituía una fiesta de libertad. Lo cierto es que los mensajes de la comparsa tergiversan las imágenes y expresiones para asimilar su antisemitismo. En España desde siglos atrás la Iglesia católica ha promovido el antisemitismo entre la población.
A pesar de que en el Código Civil de España se tipifica a el antisemitismo como un delito de odio, los carnavales parecen estar excluidos.
Por lo demás, son frecuentes las pintas con esvásticas aludiendo a la responsabilidad de los judíos por el conflicto israelo-palestino. Aquí tienen peso los árabes que viven en España.
La Embajada de Israel en España “mostró su condena y repugnancia por una comparsa que ha desfilado por Campo de Criptana y que banaliza el Holocausto y hace burla de los 6 millones de judíos asesinados por los nazis”. El mensaje de la Embajada de Israel también reclama que los países europeos combatan activamente el antisemitismo.
Las carrozas de Aalst y del Campo de Criptana son una evidencia más del odio y la intolerancia contra los judíos que se vive en España.
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