Enlace Judío México e Israel – Myriam Ackermann-Sommer, es una joven nacida en Francia de apenas 23 años, se preparó en la interpretación estricta de la Torá y actualmente está formándose en la Yeshivá Maharat de Nueva York, perteneciente al pensamiento ortodoxo moderno como rabino.
GUILLERMO RIVAS PACHECO
Actualmente en el mundo judío ya hay alrededor de un millar de mujeres rabino, sin embargo, el paso de Myriam Ackermann-Sommer es toda un primicia para la corriente ortodoxa, especialmente en Europa.
“Creo que, a día de hoy, la comunidad ortodoxa de Francia no está preparada para aceptar la denominación de ‘rabina’, por lo que prefiero la consideración de ‘rabanita’: tradicionalmente, ‘la mujer del rabino’. Pero aportando un significado nuevo al término de ‘rabanita’, para que incluya el sentido de líder de una comunidad. De esta forma, aunque abra una nueva vía, me sitúo en la continuidad de la comunidad, para que, poco a poco, se entienda el mensaje moderno ortodoxo”, asegura Ackermann-Sommer.
La corriente ortodoxa moderna combina el seguimiento riguroso de los mandamientos y una apertura al mundo de carácter progresista y social. Junto con su marido, desean volver a Francia para crear un Beit Midrash (espacio de estudio de los textos sagrados) en el cual abordar en comunidad la ley judía, así como debates tan de actualidad como la integración de las personas LGTBI+, la igualdad de género y el ecologismo.
A la fecha existen ya 4 mujeres ordenadas como rabino, pero Ackermann-Sommer explica que hay una diferencia entre ellas, “son mujeres a las que aprecio mucho pero todas se inscriben en la corriente liberal. E incluso ellas tuvieron problemas al principio, Délphine Horvilleur, por ejemplo, dice que en su sinagoga la llamaban ‘señora rabino'”, detalló.
También destacó que en toda Europa no hay lugares para que las mujeres puedan aprender la formación ortodoxa de rabino, por lo que las interesadas deben salir de sus países e ir a América.
“En París, cuando preguntaba por cursos sobre el Talmud en las escuelas ortodoxas, me respondían que para mujeres no había. Para muchas mujeres que quieren conocer el Talmud, salir de Francia suele ser la norma, así que cuando me casé, mi marido y yo decidimos seguir una formación ortodoxa de rabino en Nueva York y así poder cambiar las cosas desde dentro de la comunidad. En la Yeshivá Maharat, donde estudio, se nos permite a las mujeres estudiar la Halajá y el Talmud. Ya el hecho de que yo y otras muchas mujeres tengamos que salir de Francia para estudiar ejemplifica que hay un problema en la comunidad ortodoxa. Me recuerda a un alumno de la escuela rabínica de París que no sabía si podía hablar conmigo o no porque soy una mujer”, lamentó.
Una de las metas que se ha fijado al regresar a Francia es promover una mayor igualdad entre hombres y mujeres en su comunidad, sin embargo asegura que es más un tema de igualdad que de feminismo.
“Si definimos el feminismo como la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres, evidentemente, soy feminista. No obstante, no creo que sea necesario desarrollar un judaísmo feminista o un judaísmo LGBTQI+, porque se perdería una parte de la tradición. Sin embargo, resulta que soy mujer y mi visión de los textos sagrados es distinta, más completa, porque incluye la situación que han sufrido las mujeres y todas las personas que han podido sentirse rechazadas por la comunidad”, destaca la joven.
Myriam Ackermann-Sommer se ha posicionado también a favor de una mayor integración de la comunidad LGBTQI+ dentro de la comunidad ortodoxa, a través del matrimonio igualitario, por ejemplo.
“En el judaísmo se valora mucho la continuidad intergeneracional y veo que en los ambientes ortodoxos hay mucho miedo a adaptarse a las demandas sociales por si eso supone una pérdida de identidad. Pero para que la Torá sobreviva tenemos que responder a las preguntas que se hace la comunidad. Si hay personas que siente que su sitio no está en la comunidad, tenemos que hacer todos los ajustes que la ley judía permita incluirlas, porque si no, no tendremos nada que transmitir a la generación siguiente”, apuntó.
“Asimismo, hay que saber diferenciar entre el respeto de la ley judía y una homofobia latente. Está claro que hay pasajes contrarios a la homosexualidad en la Torá, pero, la lectura que yo hago es que la homosexualidad masculina estaba castigada porque se consideraba adulterio, es decir, rompía el matrimonio heterosexual. Hoy en día, creo que debemos abrir las puertas de la sinagoga a las personas LGBTQI+. Es decir, hay que ir más allá de la simple “tolerancia”, debemos ser acogedores y estar abiertos a su diferencia”, admite.
Como parte fundamental del judaísmo en el respeto por las tradiciones y como lo señala Myriam, la corriente ortodoxa pareciera resistirse a adaptar algunas de las situaciones que parecen normales en la vida moderna como resistencia a perder su identidad.
Algunos ejemplos son la bendición que pronuncian muchos ortodoxos por la mañana agradeciendo a Dios por “no haberlos hecho mujer” y la Mejitzá que separa a hombres y mujeres en las sinagogas.
“Las fuentes de la Halajá afirman que no se pueden retirar bendiciones de la práctica religiosa. Por lo tanto, estamos obligados a reinterpretarlas. Una corriente ortodoxa actual afirma que esta bendición pone de relieve la superioridad espiritual de las mujeres sobre los hombres y agradecen a Dios por haberles puesto más desafíos espirituales en su vida. Es una lectura que no me gusta porque creo que anula el derecho de las mujeres a estudiar su tradición, pero es un buen síntoma de la permeabilidad del judaísmo a los cambios sociales, porque se van eliminando los discursos que desde la Edad Media despreciaban a la mujer”, explicó.
“De igual manera, la Mejitzá aparece en nuestros textos por lo que es difícil renunciar a ella. Lo que es inaceptable es lo que yo he vivido en muchas sinagogas donde la Mejitzá supone que las mujeres sigan la ceremonia en un piso separado, en ocasiones, en sitios donde ni oyes ni ves bien la ceremonia. Para mí eso es una humillación que simboliza que nuestro rol espiritual es secundario y podemos ser ignoradas. En el movimiento ortodoxo moderno, al que adhiero, las sinagogas tienen una Mejitzá en el medio pero es una valla baja que permite que hombres y mujeres se vean”, agregó.
“El problema de fondo en la ortodoxia es que las demandas espirituales de las mujeres no se tienen en cuenta y muchas dejan de practicar porque no se sienten representados por los hombres que dirigen sus comunidades. En una ocasión, en Estrasburgo, estuve esperando a mi marido en una Bet Midrash (una sala de estudio de los textos sagrados), y en el plazo de diez minutos me invitaron dos veces a que me fuera porque se considera que las mujeres desconcentran a los hombres durante el estudio”, destacó.
Finalmente enlistó algunos conceptos de la tradición judía cree podrían incorporarse hoy en día al debate social.
“El judaísmo ayuda a pensar desde la tradición, es decir, pensar desde lo que somos, nunca desde un vacío conceptual. Hay ideas en el judaísmo que podrían ayudar a toda la humanidad, como el Shabat, por ejemplo: dentro de una sociedad que mide el tiempo en producción, un día de la semana a pararnos y tomar perspectiva. Otro discurso interesante es la visión judío del cuidado de la Tierra, que veo muy ecologista: Dios nos nombra responsables de la Tierra, si no la respetamos o no somos dignos de ella, no expulsará. Literalmente, nos vomitará”, concluyó.
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