Enlace Judío México e Israel – Cuando la humanidad vive amenazada por una pandemia y cada uno intenta aferrarse a la esperanza de no ser contagiado, hay quienes hablan del uso de un “escudo protector” contra el coronavirus.
RABINO YERAHMIEL BARYLKA
La sugerencia del uso de amuletos como estrategia para evitar el contagio de la pandemia pone en peligro la vida de las personas incautas y candorosas, que son convencidas que siguiendo ese camino se verán protegidas.
Guardando toda distancia, también nos encontramos con figuras judías, algunas de las cuales, incluso venden sus servicios, que sugieren que pueden proveer la “vacuna” contra el virus por medio de diversos tipos de escudos protectores.
Los amuletos, figuras, pergaminos u otros objetos a los que se atribuyen virtudes mágicas para “proteger” al hombre o sus posesiones de las influencias malvadas de brujas, demonios y otros poderes traviesos, o para contrarrestar desgracias, enfermedades y daños de diversos tipos, son hoy un peligro mayor para la humanidad que en cualquier otro momento de la historia.
El uso de talismanes se extendió tanto a Oriente como a Occidente, entre las tribus salvajes y entre las naciones civilizadas hasta nuestros días.
Igualmente, amplios sectores del pueblo judío los usaron y todavía emplean, cuando en su desesperación, intentan lograr un cambio de la fortuna personal y familiar.
Según algunos estudiosos, todos los adornos usados por las personas parecen haber sido originalmente amuletos y talismanes. La mayoría de ellos derivaron su supuesto poder, del hecho de que portaban imágenes de ídolos o eran usados como fetiches.
El antecedente lo encontramos ya en la Torá cuando “ellos [su familia] entregaron a Yaakov todos los dioses extraños que había en su poder, y los pendientes de sus orejas, y Yaakov los escondió debajo de la encina…” (Bereshit 35. 4).
Al ver que los débiles tenían más probabilidades de sufrir la influencia maligna de la brujería y los demonios que los fuertes, generalmente solo las mujeres y los niños usaban esos medios de protección.
Aarón les dijo a los hombres: «Quitad los pendientes de oro de las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y vuestras hijas, y traédmelos» y de ellos nació el becerro de oro (Shemot 32:2).
En muchos pasajes de las Escrituras que hablan en sentido figurado de un collar, una corona ornamental u otras protecciones, se hace referencia constante a la concepción popular del poder de los amuletos.
“Entonces encontraron bajo las túnicas de cada uno de los (guerreros) muertos, objetos consagrados a los ídolos… Fue entonces evidente para todos por qué motivo habían sucumbido aquellos hombres” (2 Macabim 12).
El uso de sortilegios fue muy extenso en el período rabínico hasta alrededor de 600 de la era común. Al parecer, el amuleto en sí mismo podría consistir un pasaje de las Escrituras o de la raíz de alguna hierba.
Particularmente se usaban astillas de la madera de una Asherá, un árbol sagrado símbolo del principio reproductivo de la naturaleza, característica muy prominente en los cultos a la fertilidad en el Oriente, que la Torá prohíbe [“no plantareis ningún árbol como Asherá al lado del altar” (Devarim 16:21)], o de cualquier cosa ofrecida a un ídolo. Incluso se usaban para proteger a los animales.
La mayor parte de esos objetos y acciones descritos en el Talmud y en el Midrash son de extracción foránea, como lo demuestran sus denominaciones extranjeras u otras indicaciones. Los sabios del Talmud, prohibieron el uso de esos remedios, por ser “práctica pagana”, pero no consiguieron extirparlas de las costumbres populares.
En la Edad Media los judíos estaban completamente expuestos tanto al crecimiento de supersticiones propias como a las incursiones abrumadoras de las prácticas de las naciones en las que habitaban.
Es interesante notar que no se alzó una voz unánime contra la locura de los amuletos quizás porque se pensó que si bien, probablemente, no servirían para nada, no podían hacer daño y podrían servir como estimulantes espirituales en el camino de la búsqueda de sosiego de personas desesperadas.
Maimónides, se pronunció en contra de ellos; él les niega toda potencia o virtud (Moré Nevujim 3:37), y habla de la “locura de los escritores de amuletos, que esperan lograr milagros por permutaciones del Nombre Divino” (Ib. 10, 61, final).
En tiempos del temor generalizado que linda con el pánico, es comprensible que las personas sientan culpa por los pecados cometidos y no cometidos, y salgan en búsqueda de fórmulas que presumen de mágicas, para sentirse protegidas.
Pero, si quienes usan esos elementos se sienten tan seguros como para ignorar los requerimientos de las autoridades sanitarias y de las autoridades comunitarias y abandonan las mínimas prácticas de higiene personal, se convierten en una amenaza a la salud propia y ajena.
Se deben lavarse repetidamente las manos con agua y jabón y guardar distancia física de por lo menos dos metros de otras personas que eventualmente (nadie puede saberlo) son portadores del virus. Quien no lo hiciera así no solo se expone a la enfermedad sino que la propaga pudiendo provocar la muerte de seres queridos.
Por favor, no confíen en esos antídotos porque no son vacunas, no curan ni previenen el Coronavirus.
Desoigan a quienes les intentan convencer de su uso. No se expongan al contagio y no contagien al prójimo porque ello los convertiría en verdugos.
Recordemos que el judaísmo es una fe que defiende la vida por encima de todo otro valor y prescribe a todos los hombres que: “guardaréis mis estatutos y mis leyes, por los cuales el hombre que los cumpla, por ellos vivirá…“ (Vayikrá 18:5).
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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