RABINO YOSEF BITTÓN
וַיֹּאמְרוּ אֶל מֹשֶׁה לֵּאמֹר מַרְבִּים הָעָם לְהָבִיא מִדֵּי הָעֲבֹדָה לַמְּלָאכָה
Fue tarde… pero no demasiado tarde. Creo que fue recién cuando tuve mi tercer hijo que aprendí una de las lecciones más valiosas en la educación de los más pequeños: cómo “leer” sus dibujos.
Todos los chicos dibujan. Algunos un poco mejor, otros no tanto…. pero casi sin excepción, nuestros hijos quieren que apreciemos y admiremos sus dibujos.
¡Especialmente el dibujo está dedicado a nosotros: los padres! A mí nadie me había ensañado cómo admirar un dibujo… todo lo que yo intuitivamente hacía era mirar el dibujo por 2 o 3 segundos y exclamar: “¡Qué lindo dibujo!” o “¡Qué obra de arte!” y listo. Una corta frase con entusiasmo —a veces deliberadamente exagerado— era mi forma de demostrar admiración por los dibujos de mis hijos.
Luego aprendí que eso no era suficiente. Los dibujos que nuestros hijos nos dedican hay que “leerlos” detenidamente, mirando los detalles mientras los comentamos en voz alta, marcando pacientemente con el índice lo que vamos encontrando. “¡Cuántas ventanas que tiene esta casa! A ver… Y qué bien que dibujaste las cortinas. ¿De que están hechas? ¿De terciopelo? El picaporte ¡es igual al de la puerta de casa! ¡Qué hermoso árbol! Y esas frutas rojas tan bonitas, ¿qué son? Parecen manzanas maduras… Qué hermosa chimenea. ¿Cuántos ladrillos tiene? a ver…uno, dos, tres, cuatro, … y el humo, ¡cuánto humo! ¡Llega hasta las nubes… !“
Al comentar los detalles que identificamos en el dibujo, recreamos —y acompañamos— el proceso de dibujar por el que pasaron nuestros pequeños artistas. Y mientras más sean los detalles que identifiquemos, menos indiferentes seremos a la obra de arte de nuestros hijos, y más amor les estaremos transmitiendo. Porque, como alguien dijo con mucha inteligencia: lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia. Mientras menos indiferencia, más cariño. ¿Se entiende?
Si aprendemos esta gran lección en parenting (crianza y educación de nuestros hijos) podremos comprender mejor la Perashá de esta semana.
El texto de la Torá que leeremos en casa (creo a esta altura ya todos se quedaran en casa este Shabat), puede llegar a ser frustrante si no tenemos esta idea en mente. Porque parece que la Torá nos cuenta con demasiado detalle cómo fue la construcción del Mishkán. Y tal como lo indicaron algunos comentaristas: hubiera alcanzado con uno o dos renglones que digan: “Y los hijos de Israel construyeron el Mishkán tal como Dios lo había ordenado”. No parece que sea necesario detenerse en tanto detalle… a menos que el Mishkán haya sido para el Creador algo parecido a lo que un dibujo de sus hijos es para sus padres…
¿Qué era el Mishkán?
El Mishkán (literalmente: “residencia” o “casa”) era el Santuario que los judíos en el desierto dedicamos a HaShem. Una residencia que nos recordaba permanentemente la presencia de Dios entre nosotros. Un punto de encuentro entre nosotros y Él. Parecido a lo que hoy en día representa una Sinagoga, pero mas imponente.
El material y la mano de obra que se usaba para la construcción de los templos o monumentos llevados a cabo por reyes o gobiernos en la antigüedad era recolectado a través de altos impuestos. Los impuestos no solo consistían en fondos o materiales que los súbditos debían forzosamente contribuir.
El “impuesto” más habitual era la mano de obra. Es decir, los súbditos debían presentarse a trabajar por interminables horas para las aventuras arquitectónicas del rey. A veces, como sucedió con nosotros mismos en Egipto, el Faraón tirano de turno esclavizaba a millones de personas, poblaciones enteras, para llevar a cabo sus proyectos “faraónicos”.
El Mishkán por otro lado, representaba todo lo contrario a “un proyecto faraónico”. El Mishkán no fue construido por esclavos. Y no había impuestos forzados. El Mishkán fue construido con materiales donados voluntariamente por los judíos y por mano de obra voluntaria de los judíos.
Como leímos en Terumá: Kol nedib libbo… “Todo el que así lo deseara en su corazón ….[podrá participar donando materiales, construyendo, elaborando las delicadas telas, etc.]”. Las donaciones llegaban “todas las mañanas”, והם הביאו אליו עוד נדבה בבוקר בבוקר .שמות לו,ג. Y estas innumerables demostraciones de amor no pasaron desapercibidas por el Creador.
Y creo que la forma que el Autor de la Torá eligió para expresar Su apreciación por el desprendimiento y el cariño que demostramos los judíos en la construcción del Mishkán que le dedicamos a Él, fue justamente el mencionar y comentar una y otra vez cada pequeño aspecto de la construcción del Mishkán. Como un padre que observa el dibujo de sus hijos y demuestra que lo aprecia y lo valora al mencionar cada uno de sus pequeños detalles.
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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