Enlace Judío México e Israel – Todos los días nos contamos historias, de cómo se conocieron nuestros padres, de quiénes eramos cuando niños niños, o por qué decidí casarme con esa persona. Nos rodean a dónde quiera que vayamos dentro de nuestro pensamiento incluso con las cosas más triviales como por qué llegó tarde el camión o cómo quiero que se desarrolle este día. Sin embargo, a veces no nos damos cuenta de cómo estos relatos que nos decimos diariamente influyen sobre nuestra visión del mundo y nuestras acciones. Al punto tal que en ocasiones las consideramos no importantes. Sin embargo, importan e importan tanto que forman quiénes somos. En el siguiente artículo rab. Jonathan Sacks nos habla de cómo las historias que nos decimos forman nuestra identidad y cómo la historia del Éxodo ha sido el relato central de la identidad judía y por qué es importante narrarlo a nuestros hijos. Esperamos les guste.
La historia que nos contamos. Rab Jonathan Sacks
A veces los demás nos conocen mejor que nosotros mismos. En el año 2000, un instituto de investigación judío británico propuso que los judíos de Gran Bretaña se redefinieran como un grupo étnico y no como una comunidad religiosa. Fue un periodista no judío, Andrew Marr, quien declaró lo que debería haber sido obvio. Afirmó que la discusión era “poco profunda” y entre más grande se hacía “más superficial se volvía.”
Lo que escribió después es lo que me pareció inspirador: “Los judíos, siempre han tenido historias para el resto de nosotros. Han tenido su Biblia, una de las obras imaginativas más grandes del espíritu humano. Han sido víctimas de lo peor que la modernidad puede hacer, un espejo de la locura occidental. Sobre todo han tenido la historia de su supervivencia cultural y genética desde el Imperio Romano hasta la década de 2000, tejiendo y prosperando en medio de incomprensibles y hostiles tribus europeas” (Adrew Marr, The Observer, 2000).
Los judíos siempre han tenido historias para el resto de nosotros. Me encanta ese testimonio. En efecto, desde el principio, los relatos han sido centrales en la tradición judía. Cada cultura tiene sus historias. (El difunto Elie Wiesel dijo una vez, “D-os creó al hombre porque D-os ama las historias”). Casi seguro, la tradición se remontan hasta la época que nuestros ancestros eran cazadores cazadores-recolectores y se contaban historias alrededor de la fogata. Somos el animal que cuenta historias.
Sin embargo, lo que es verdaderamente sorprendente es la forma en que, al borde de la salida, en el libro del Éxodo, Moisés le dice tres veces a los hebreos cómo deben contar la historia a sus hijos a lo largo de las generaciones.
1) Cuando tus hijos te pregunten “¿Qué significa este rito para ti?” Contestale “Es el sacrificio de Pesaj para el Señor, que brincó las casas de los hebreos en Egipto y salvó nuestras casas cuando derribo las egipcias” (Ex. 12:26-27)
2) En ese día responde a tu hijo “Hago esto por lo que el Señor hizo por mí cuando salí de Egipto” (Éx. 13:8)
3) En los días venideros cuando tu hijo te pregunte, ‘¿Qué significa esto?’ dile ‘Con mano fuerte el Señor nos sacó de Egipto, de la casa de esclavitud’ (Ex. 13:14)
Los hebreos todavía no salían de Egipto, y sin embargo, Moisés les estaba diciendo cómo contar la historia. Ese es el hecho extraordinario ¿Por qué? ¿Por qué esta obsesión con la narración?
La respuesta más sencilla es que la historia que contamos de nosotros es quienes somos. Hay un vínculo intrínseco, quizás necesario, entre la narrativa y la identidad. En palabras de Alasdair MacIntyre “el hombre es en su práctica, sus acciones y sus ficciones, esencialmente un animal narrador” (Alasdair MacIntyre, After Virtue: A Study in Moral Theory, 1981). Descubrimos quiénes somos al saber a qué historia pertenecemos.
Jerome Bruner ha argumentado que la narrativa es central para la construcción del sentido, y el sentido es lo que hace a la condición humana, humana (Jerome Bruner, Actual Minds, Possible Worlds, 1986).
Ninguna computadora necesita ser persuadida de su propósito en la vida para hacer lo que se supone debe hacer. Los genes no necesitan estímulo motivacional. Ningún virus busca un “coach de vida”. No tenemos que explorar su mentalidad para entender lo que hacen y cómo lo hacen, porque no tienen una mentalidad que explorar. Pero los humanos sí; actuamos como actuamos en el presente por las cosas que hicimos o nos sucedieron en el pasado, así mismo éstas son las bases con las que delimitamos nuestro futuro. Incluso explicarnos lo que estamos haciendo, involucra, aunque mínimamente, contarnos una historia. Tomemos como ejemplo a tres personas comiendo ensalada en un restaurante, una porque necesita perder peso, la segunda porque es vegetariana por principios, la tercera gracia a diversas las leyes dietéticas religiosas. Son tres actos aparentemente similares, pero pertenecen a historias diferentes y tienen significados distintos para las personas involucradas.
Sin embargo, ¿cuál es la relación específica entre la narración de historias y el Éxodo?
Uno de los pasajes más fuertes que he leído sobre la naturaleza de la existencia judía se encuentra en las Consideraciones de Jean-Jacques Rousseau sobre el Gobierno de Polonia (1772). Éste es un lugar poco usual para encontrar una visión de la condición judía, sin embargo, ahí está. Rousseau está hablando de los líderes políticos más grandes. El primero de ellos, dice, fue Moisés, quien “ideó y ejecutó la asombrosa tarea de instituir como cuerpo nacional a un enjambre de desdichados fugitivos que no tenían ni artes, ni armas, ni talentos, ni virtudes, ni coraje, y que, al no tener ni un centímetro de territorio propio, eran una tropa de extraños sobre la faz de la tierra”.
Moisés, nos dice, “se atrevió a hacer de esta tropa errante y servil un cuerpo político, un pueblo libre, y mientras vagaba por el desierto sin tener ni siquiera una piedra sobre la que apoyar su cabeza, hizo a la institución resistente contra el tiempo, la fortuna y los conquistadores en 5,000 años no han sido capaces de destruir o incluso debilitar”. Esta nación, dice, tan a menudo subyugada y dispersa, “se ha mantenido sin embargo hasta nuestros días, dispersa entre las otras naciones sin llegar a fusionarse con ellas” (Jean-Jacques Rousseau, The Social Contract and other later political writings).
El genio de Moisés, dice, residía en la naturaleza de las leyes que mantenían a los judíos como un pueblo separado. Sin embargo, éso es sólo la mitad de la historia. La otra mitad se encuentra en los fragmentos que hemos leído, en la narración de historias como institución y como un deber religioso fundamental, recordando y recreando los eventos del Éxodo cada año, y en particular, haciendo a los niños el centro de la historia. Remarcando que en tres de los cuatro pasajes sobre la narración se hace referencia a cómo los niños preguntan, los Sabios mantuvieron que la narración de la noche del Séder debe ser contada en respuesta a una pregunta hecha por un niño siempre que sea posible. Si somos la historia que contamos sobre nosotros mismos, entonces mientras no perdamos la historia, nunca perderemos nuestra identidad […]
El Éxodo le dio a los judíos la identidad más tenaz que jamás ha tenido ninguna nación. En las épocas de opresión, dio esperanza de libertad. En tiempos de exilio, prometía el regreso. Le dijo a doscientas generaciones de niños judíos quiénes eran y de qué historia formaban parte y se convirtió en la narración maestra de la libertad del mundo.
Me considero un personaje de la historia de nuestro pueblo, con mi propio capítulo por escribir, y todos lo somos. Ser judío es verse a sí mismo como parte de esa historia, darle vida en nuestro tiempo, y hacer lo mejor para transmitirla a los que vendrán después de nosotros.
Fuente: rabbi Sacks
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