Enlace Judío México e Israel – Algunas horas después de visitar Majdanek, recorriendo las calles de Lublín pienso en todos y cada uno de los hombres y mujeres cobardemente asesinados por la bestia nazi con la complicidad de quienes dentro y fuera de los límites de Alemania optaron por la indiferencia.
ROMY SCHNEIDERMANN
Me detengo a reflexionar en la miserable cobardía de los soldados alemanes que creyéndose héroes salpicaron de sangre y horror estas mismas veredas hace apenas 80 años, arrancando literalmente de sus hogares a indefensos niños, adultos y ancianos a la postre salvajemente conducidos hacia la peor de las muertes.
Pienso como mujer en las abuelas que no pudieron ver crecer a sus nietos, en las madres cruelmente separadas de sus hijos, en las niñas que jugaban a las muñecas soñando convertirse en madres.
Pienso también en sus sueños arrebatados, y que se fueron de este mundo sin conocer el amor.
Mis pensamientos se detienen una y otra vez en todas aquellas chicas que no pudieron ser primas, hermanas o amigas, y que yo sí podré, y no será por obra de la casualidad.
Comprendí que no estoy en este mundo por arte de magia sino por las sabias decisiones que tomaron mis antepasados en el momento justo.
A veces damos tantas cosas por consabidas procediendo de manera refleja y no nos interrogamos acerca de qué hubiera pasado si nuestros bisabuelos o abuelos no hubieran optado -mientras se hallaban en condiciones de hacerlo- por irse de los países avasallados por la Alemania nazi.
¿Cuántos de nosotros existiríamos de no haber mediado el sacrifico y el coraje de quienes aún exhaustos pero lejos de entregarse a su suerte, jamás abandonaron su lucha para preservar su bien más preciado: la vida?
¿Qué hubiese acontecido de haber ellos claudicado en sus esfuerzos por vencer a la fatiga y la desesperanza?
¿En algún momento te lo preguntaste?
Yo lo hice por primera vez hoy 6 de enero de 2020 (a tres semanas de que el mundo conmemore el septuagésimo quinto aniversario de la toma de Auschwitz a instancias de las fuerzas soviéticas), en mi visita al campo de concentración y exterminio de Majdanek.
Sí, pude no haber existido, pero aquí estoy asumiendo mi responsabilidad como mujer, como judía y docente, de mantener vivas a través de mi relato todas aquellas historias que hoy no pueden ser contadas.
Concluyendo, no debo dejar de reconocer que entre la infinidad de interrogantes que se me plantearon a lo largo de mi estadía en Polonia, existe una que cobró especial importancia: ¿Qué fuerza interior me condujo a este país señalado por la historia como el sitio donde el hombre habría de construir sobre la tierra el peor de los infiernos?
La respuesta parece obvia: estoy aquí en primera instancia porque quiero, porque considero que es un viaje que todo judío debe hacer en su vida y, a su vez, porque puedo y ello se lo debo al simple hecho de estar viva.
Sí, dichosamente viva y orgullosa de mis amados ancestros y su inconmensurable apego a la vida.
Hoy, más allá del porqué, comienzo a comprender definitivamente el “para qué”, vale decir, nuestro deber como pueblo de no permitir bajo ninguna circunstancia que quienes allí sucumbieron sean olvidados.
Bendita sea su memoria.
Obra propiedad del Centro Recordatorio del Holocausto, Uruguay.
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