La boda del diablo

Enlace Judío México e Israel – Esta vez, a consecuencia del encierro al que estamos obligados por la epidemia de coronavirus, nos vamos a distraer un poco con un cuento de la tradición oral turca:

DUDE EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

Un día, poco después de Pesaj, se oyeron ruidos extraños en la casa del maestro Hasedaji Yohai que estaba cerca de la sinagoga de Galipoli. Los ruidos se oían cada vez más fuertes y horribles, como un enjambre de abejas saliendo de un panal. El maestro y su esposa se sorprendieron y pensaron que el ruido provenía de la calle. El maestro preguntó gritando “Quién anda ahí”. Al no recibir respuesta, volvió a gritar. El ruido aumentó y esta vez parecía provenir del piso superior.

El maestro y su esposa creyeron que podrían ser ladrones y rápidamente despertaron al sirviente que, con una antorcha y a regañadientes, encabezó la camino hacia arriba. La mano del sirviente temblaba al abrir la puerta, pero, aunque iluminaron cada rincón del cuarto, no vieron nada inusual. Salieron del cuarto, cerraron la puerta y comenzaron a descender las escaleras, cuando pequeñas piedras empezaron a caerles encima, pasando a través de la puerta cerrada. Más extraño aún fue que esas piedritas traspasaron sus cuerpos sin causarles ningún daño. Los tres quedaron paralizados y sin habla al darse cuenta de que su casa había sido invadida por demonios.

Comprendieron que debían salir de la casa. Sabían lo que les había pasado a aquellos que habían tratado de resistirse; los imprudentes se encontraban ahora en sus tumbas. En el cementerios y a medianoche se podían ver llamas saliendo de sus tumbas y se escuchaban aullidos distantes que sonaban igual que las voces de los ahí sepultados.

No, los demonios podían quedarse en la casa todo el tiempo que quisieran. Y sin emitir palabra alguna, la esposa del maestro y el sirviente comenzaron a empacar sus efectos personales mientras que el maestro reunía sus textos más sagrados.

Una hora después, había terminado de empacar y la casa estaba en perfecto orden, ya que, si todo estaba ordenado, los demonios respetarían la casa y la dejarían tal como la habían encontrado. Pero si no era así, se darían gusto destruyendo todo.

Lo último que hizo la esposa del maestro fue poner un mantel blanco sobre la mesa y encima un plato con mermelada como señal de bienvenida. Porque dicen que a los demonios les encanta el sabor de la mermelada.

El maestro y su esposa, con tristeza, salieron de la casa y el sirviente llevó las pertenencias que había puesto dentro de un barril, a la casa del hijo del maestro quien se sorprendió y luego se preocupó al saber lo que había pasado.

Ese día, el maestro, su esposa y el hijo fueron a ver al rabino del pueblo y le contaron todo lo referente a los ruidos y la lluvia de piedras encantadas. El rabino, sorprendido, escuchó todo y luego les dijo:

“Tengan por seguro que hicieron lo correcto al abandonar la casa. También fue afortunado que permanecieron callados. Por eso fue que las piedras no les hicieron daño. Si hubieran protestado, las piedras los hubieran derribado.

Una vez oí de un caso parecido, de la época de mi abuelo. Por tres noches, los demonios estuvieron lanzando piedras al patio de una casa para obligar a los propietarios a salirse para que ellos, los demonios, pudieran celebrar una boda ahí.

Las piedras no dañaban a nadie que estuviera callado pero un hombre, enojado, les gritó a los demonios y de inmediato, una piedra lo golpeó en la cabeza y lo derribó.

Entonces, las personas comprendieron que deberían dejar la casa. Arreglaron una mesa con velas, platos y cubiertos y dejaron abiertas todas las puertas. Después de esto, salieron y cerraron el portón detrás de ellos. Durante un mes completo nadie entró al patio y cuando finalmente abrieron el portón, se encontraron con que los demonios ya habían partido.

Este incidente pasó en la misma época del año, durante el mes después de Pesaj, cuando se supone que no deben celebrarse bodas. Se dice que cada año, en esta época, se reúnen multitudes de demonios para casarse, lo que hacen en gran escala, miles por hora y las bodas llegan a durar más de un mes”.

El maestro y su familia se entristecieron cuando oyeron que podrían permanecer exiliados de su casa por un tiempo tan largo, pero al mismo tiempo se sintieron aliviados por no haber respondido al ataque de los demonios porque era imposible haber salido vivo de un encuentro con una multitud así.

El rabino les preguntó: “¿Por casualidad, no contaron cuantas piedras les aventaron? Porque dicen que, de esta manera, los demonios avisan cuantos días se van a quedar”. Pero el maestro y su esposa no habían contado las piedras, aunque estaban seguros de que habían sido muchas, demasiadas, si esa era la cantidad de días que iban a permanecer fuera de su casa.

El maestro, su esposa y el sirviente permanecieron en la casa del hijo. Después de uno o dos días, se empezaron a escuchar fuertes ruidos, fuertes ruidos de canciones y bailes salvajes salir de la casa que habían abandonado.

Al día siguiente, los vecinos de la casa dijeron que no habían podido dormir ni un minuto a causa de los ruidos, que siguieron hasta el amanecer. Y aunque todos estaban asustados, un hombre se atrevió a asomarse a la ventana y vio a parejas retozando y bailando. También oyó música que parecía maullidos de amor de gatos. Comentó que vio más demonios ahí que habitantes había en toda la ciudad, todos flotando y girando en una celebración torrencial mientras se realizaba una boda tras otra y nuevos demonios se emparejaban en una sucesión infinita, más rápido que un pestañeo.

Así continuó esto por cuarenta días en los que la fiesta se prolongó desde la medianoche hasta el amanecer sin que pareciera que fuera a haber fin. Para entonces, el maestro y su esposa ya no podían soportar estar exiliados fuera de su casa y los vecinos estaban ojerosos y cansados por no poder dormir. Finalmente, todos fueron con el rabino y le exigieron que hiciera algo para liberarlos de esa maldición ya que cada minuto nace una multitud de demonios, y si estas bodas tienen lugar una vez al año, ¿quién sabría cuánto podrían durar?

El rabino comprendió que había llegado la hora en que debía confrontar a los demonios y exigirles que se fueran.

Junto con el resto de la corte rabínica y un escribano se dirigió a la casa. Ahí el escribano empezó a escribir un amuleto en forma de Menorá, pero no había terminado de escribir la primera línea cuando un gato negro muy grande apareció y se echó a sus pies, mirándolo fijamente a los ojos.

El escribano se petrificó de terror y los miembros de la corte comenzaron a temblar. Solo el rabino encontró valor para actuar. Pronunció una oración en el nombre de D-os y el gato desapareció. Así, el escribano pudo terminar el amuleto y el rabino lo colgó en el portón de la casa.

Al día siguiente, el maestro, su esposa y el sirviente fueron a la casa y notaron que todo estaba en silencio. Se detuvieron afuera y gritaron: “Nosotros no les causamos ningún daño. Ahora, no nos lo causen ustedes”. Tomaron cenizas y las esparcieron en el suelo, frente a la casa. Después, se acercaron al portón y vertieron aceite sobre el que echaron azúcar diciendo: “Tengan paz, tengan paz”.

Solo entonces se atrevieron a entrar a su casa. Todo estaba intacto, tal como lo habían dejado, excepto el plato de mermelada, que estaba vacío.

Subieron al piso superior y abrieron la puerta del cuarto.

Y ahí, en medio, en el centro del cuarto vieron un montón de monedas de oro, un presente de los demonios por las molestias que habían causado.

Jag Pesaj Sameaj

 


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.

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