Enlace Judío México e Israel – Así como Víctor Frankl pudo hallar el sentido existencial en el camino de superar sus experiencias durante el Holocausto, la pandemia puede ser una oportunidad para nosotros. Sobre esto, sobre la ansiedad y sobre las fases del duelo, nuestra colaboradora Carol Perelman conversó con el Jefe del Departamento de Psiquiatría y Neurociencias del Comportamiento del Hospital Cedars-Sinai, de Los Ángeles.
“Ser privados de la interacción social es muy difícil para nosotros”, admite el doctor Itai Danovitch, en entrevista remota desde su consultorio en el Cedars-Sinai de Los Ángeles, Californnia.
“Sabemos que, en casos extremos, la gente que es privada completamente de interacciones sociales sufre de una angustia tremenda (…). La situación actual es un poco un híbrido: se nos ha pedido cambiar el repertorio de formas en las que interactuamos unos con otros. Todavía tenemos muchas formas de interacción, solo estamos tratando de evitar el contacto entre nosotros, evitar las interacciones en las cuales, inadvertidamente, podemos transmitir este virus.”
En conversación por teleconferencia con Carol Perelman, quien a lo largo de esta crisis epidémica nos ha regalado una serie de entrevistas y diálogos con importantes expertos en el ámbito de la salud, el psiquiatra agrega que “el reto es descubrir cómo podemos estar socialmente distantes sin distanciarnos emocionalmente los unos de los otros. El reto es encontrar nuevas vías para conectar los unos con los otros, cómo compartir experiencias y beneficiarnos unos a otros.”
También advierte que esto “no es una transición fácil.” Y una de las consecuencias del aislamiento, de la incertidumbre y del miedo es la ansiedad. ¿Cómo diferenciarla del miedo?
“El miedo representa una reacción emocional a una amenaza verdadera. Y típicamente, diferenciamos al miedo de la ansiedad en que esta es una reacción de miedo ante una amenaza imaginaria. Reaccionamos con miedo ante algo que no es una amenaza o que es una amenaza infinitesimalmente pequeña.”
El miedo a viajar en avión, por ejemplo, es una expresión de ansiedad pues está sustentado en un miedo imaginario. Pero, ¿dónde está la línea que divide un miedo saludable de un miedo patológico, de una ansiedad que puede volverse clínica?
“El momento en el que una reacción de miedo se vuelve ansiedad es, quizá, cuando el miedo se vuelve desproporcionado con respecto a la amenaza real. Cuando comienza a escalar, cuando no nos sentimos seguros incluso si sabemos que estamos en circunstancias seguras.”
Cuando nuestra mente comienza a moverse en círculos entorno a las cosas que tememos, y mostramos sentimientos de anticipación a eventos que no han ocurrido.
El problema mental ocurre cuando la ansiedad nos hace “atorarnos”. Cuando hace que nos paralicemos. Cuando es tan grande que uno no puede pensar ni funcionar bien y tomar las precauciones o involucrarse en sus actividades o hacer las cosas que necesita para prosperar y recuperarse.
Y la pregunta natural parece ser cómo detener al miedo antes de que escale y se convierta en una crisis de ansiedad que nos pueda paralizar. Al respecto, Danovitch dice que “cuando tenemos miedo a una amenaza debemos parar y lidiar con la amenaza. En primer lugar, eso significa obtener información precisa acerca de la amenaza, y por información precisa me refiero a aquella que está basada en fuentes confiables (…).”
De acuerdo con el experto, habría que seguir las recomendaciones que esas mismas fuentes emiten, tomar las medidas necesarias para enfrentar la amenaza, en este caso, la epidemia, como abastecernos de comida y agua, cuidar a la gente mayor, respetar las medidas de distanciamiento social.
Pero ¿cómo informarse y evitar, al mismo tiempo, el estrés que provocan las noticias?
Según Danovitch, hay que evitar ser consumidos por las noticias y, como parte de una rutina estructurada, asignarles apenas algo del tiempo de nuestro día. “Hay que destinar un tiempo para informarse: media hora, una hora al día. Creo que es razonable hacerlo una vez al día. Y luego hay que recordarse a uno mismo involucrarnos en otras actividades, estructurar las otras cosas que haremos el resto de nuestro día.”
El experto recomienda salirnos de ese círculo interminable de noticias e historias que solo alimentan nuestro miedo y no nos dan información valiosa para operar efectivamente contra la amenaza real.
Las etapas del duelo
“Hay muchas maneras de entender cómo la gente está reaccionando a esto y hay una gran deliberación sobre cómo la gente está reaccionando a esto. Creo que el duelo es un buen marco de pensamiento para ayudarnos a entender cómo reaccionamos.” Las fases del duelo fueron definidas por Kubler Ross, que estudió cómo la gente maneja el dolor asociado a la muerte o la agonía, y que habla de todas estas fases que incluyen negación, ira, negociación, depresión y, eventualmente, aceptar lo que nos está pasando. Y algunas personas han añadido, luego de la aceptación, “significado”.”
Opina que puede ser una metáfora útil aunque también una realidad para las personas que, trágicamente, están sufriendo pérdidas severas como resultado de la epidemia. “Ha habido una tremenda pérdida de vidas y también una tremenda pérdida de calidad de vida. Esto ha afectado a la gente de muchas maneras y hay muchos diferentes marcos de referencia que la gente puede encontrar útiles.”
Si pudiéramos extrapolar los procesos individuales del duelo al conjunto de la sociedad, cabría preguntarse en qué fase estamos en México y en Estados Unidos. A ello, Dánovitch piensa que estamos en las primeras fases, pues todavía tenemos mucha incertidumbre respecto a lo que está ocurriendo, y es justo esa incertidumbre la que hace tan difícil lidiar con el problema.
“Estamos inciertos respecto a cuánto va a durar, estamos inciertos sobre qué tan severo e intenso será, estamos inciertos sobre quién será afectado y por qué, por qué afecta más a unas personas que a otras y cómo se puede evitar; estamos inciertos sobre quién es más contagioso y por qué…”
Como otros desastres, este puede “exacerbar la disparidad social y las diferencias”, y no nos afecta de la misma forma a todos. Pero lo que es cierto, opina Danovitch, es que estamos ante un evento sin par, pues nos afecta a todos en cada aspecto de nuestras vidas.
Por lo tanto, no toda la gente se encuentra en la misma fase del duelo ahora mismo. Algunos siguen en la negación mientras que otros están comenzando a aceptar la situación.
Carol Perelman indaga ahora sobre si hay condiciones psiquiátricas que, de alguna manera, supongan un riesgo mayor de complicaciones por el covid-19. Al respecto, Danovitch opina que la situación de calle, las adicciones y las disparidades sociales asociadas a la salud mental podrían jugar un papel.
“No creo que haya ningún diagnóstico psiquiátrico que nos haga más propensos desde el punto de vista biológico. Pero ciertas enfermedades mentales se pueden asociar a otros factores sociales que predispongan a la gente a padecer la enfermedad.”
A todos nos preocupa enfermar gravemente, dice el experto y asegura que, aunque no estamos seguros de todos los factores que agravan el riesgo de complicaciones, sí sabemos que hay ciertas condiciones de salud que influyen, por lo que deberíamos “hacer todo lo que podamos por sostener y cultivar nuestra salud.”
Comer bien, dormir bien y buscar formas de conectar emocionalmente con otras personas, involucrarnos en actividades que nos den placer u otras que alimenten nuestra mente y nuestra alma. Para algunas personas esto puede hallarse en el rezo y la religión, mientras que para otras, dice Danovitch, se puede recurrir a hobbies que estimulen la mente o la mantengan entretenida.
De cualquier forma, de acuerdo con el experto, mantener la mente en buen estado es una forma de preservar al mismo tiempo la salud física.
La resiliencia
Víctor Frankl, quien sobrevivió al Holocausto para hacer una brillante carrera en el ámbito de la psicología es, a juicio de Danovitch, un gran ejemplo para hablar de la resiliencia. Frankl sobrevivió circunstancias que cualquiera pensaría que eran imposibles de sobrevivir y supo hallar sentido en ellas.
“Él tomó de su experiencia y de observar a otras personas que se encontraban en un estrés sin precedentes e inimaginable, la noción de que una forma en la que encontramos significado en los problemas que enfrentamos, de las dificultades, no importa lo extremas que sean, no importa si son físicas o psicológicas o sociales” puede hallarse en el propio camino de seguir adelante.
“Creo que todos tenemos la oportunidad de buscar en la actual crisis la oportunidad que nos da como individuos y también tenemos la oportunidad e observar a la gente que nos rodea. Y cuando damos, cuando somos generosos, también recibimos mucho a cambio, y creo que ese es uno de varios mecanismos de resiliencia que podemos efectuar directamente.”
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