Enlace Judío México e Israel – En general, la mayoría de los pacientes de COVID-19 a nivel mundial que son empujados a la muerte terminan por pasar solos sus últimos momentos con vida, pero en Israel han tratado de solucionar esto.
Uno de los hospitales en Israel que decidió zanjar este dilema, que implica temores por posibles contagios de los familiares y la preferencia por limitarse a videollamadas, es el Centro Médico Sourasky de Tel Aviv, de acuerdo con un reportaje del periódico The New York Times.
La idea provino del vocero del hospital, Avi Shushan, quien, cuando aún se registraban pocas defunciones ahí, cuestionó por qué sí se dejaba ingresar a periodistas al área de COVID-19 en el hospital, pero no a los familiares de pacientes a punto de morir.
‘Esto es lo moral. Nadie necesita morir solo. No entiendo la lógica de esto”, dijo Shushan al respecto, pese a que en un principio temía opinar al respecto al no ser un médico él.
Por su parte, el director de Sourasky, el Dr. Ronni Gamzu también puso de frente la solidaridad con las familias y rechazó los argumentos que dicen que permitir a familiares visitar a sus moribundos pueda afectar al abasto de equipo médico.
“¿No quieres invertir en un uno por ciento de ser humano?”, dijo, en referencia a que, según sus estimaciones, este tipo de visitas requieren menos del uno por ciento de dicho equipo que se da a los familiares, para que puedan ingresar a las unidades de terapia intensiva junto a sus seres queridos.
Esta nueva política a favor de las familias de pacientes graves de COVID-19 ha sido adaptada también por otros hospitales en Israel, limitando las visitas a uno o dos parientes por paciente y con un máximo de media hora junto a ellos, de acuerdo a The New York Times.
Según Gamzu, permitir las visitas familiares también ha sido un alivio psicológico para el personal médico que atiende a los pacientes graves en sus últimos momentos.
Una de las israelíes que tuvo la oportunidad ofrecida por el hospital fue Elisheva Stern, residente de 42 años de la ciudad de Bnei Brak: su padre de 75 años años, Simja Ben-Shay, estaba a punto de morir.
Pese a vacilar en un inicio, debido a los temores de un posible contagio a su familia, al ser ella madre de 7 hijos, decidió ir, guiada también por consejo de su rabino.
“Ninguno de nosotros quiere decir adiós a nuestra familia”, dijo Stern a The New York Times. “Pero es realmente un regalo”.
Con una careta de plástico y equipo de protección personal médico, la señora Stern pronunció el Shema al lado de su padre, algunos rezos más y le dijo cuánto lo amaba. El señor Ben-Say falleció esa noche y fue enterrado horas después en un funeral limitado.
“No es una buena imagen en mi cabeza, porque tienes todos los tubos y máquinas alrededor”, dijo Stern. “Pero solo para ver la cara de mi padre, parecía que mi padre estaba durmiendo. Le da un mejor cierre, en lugar de de, ya sabes, la persona simplemente desaparezca de tu vida”.
Un médico que ha lidiado con pacientes de COVID-19 en el Sourasky, Howard Oster, asegura que este tipo de visitas le dan algo de consuelo al saber que al menos hicieron lo posible por permitir que sus familiares estuvieran con ellos.
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