Enlace Judío México e Israel – A medida que pasan las semanas de confinamiento, nuestra percepción va variando y amoldándose a las nuevas condiciones.
JORGE ROZEMBLUM
Por ejemplo, los ojos se vuelven menos ágiles para los cambios de foco entre las distancias de observación, especialmente las lejanas. Este fenómeno es muy habitual cuando utilizamos de forma intensa gafas de realidad virtual: con ellas nos “parece” que las cosas se encuentran a diferente distancia por la trampa de la perspectiva, pero nuestras pupilas no se centran más que en objetos muy cercanos. Cuando dejamos de usar las gafas especiales es normal que nos mareemos hasta que el cuerpo recupera su equilibrio habitual.
Con el confinamiento derivado de la pandemia se da después de largos períodos (en España llevamos más de cinco semanas) un fenómeno similar: si bien no fijamos la vista en un objeto de una pantalla a escasos centímetros del ojo, pasamos demasiado tiempo encerrados en ambientes de apenas unos metros cuadrados, sin ejercitar casi (excepto cuando salimos a la compra o a pasear al perro) un cambio de foco a objetos lejanos.
Esta limitación, como es lógico, es mayor en entornos urbanos que en una casa en un medio rural, con horizontes abiertos incluso desde una ventana. Vivimos inmersos en esa visión limitada (que seguramente comparten todos los presos del mundo) opuesta a una realidad virtual: una virtualidad muy real. De hecho, experimentamos esa sensación que tanto anhelan proyectar los diseñadores de videojuegos: una inmersión total.
No es que el videojuego nos haga sentir como si el escenario desarrollado fuera real, sino que tenemos la sensación de formar parte de una maquinación externa, un Matrix que nos hace creer que lo que percibimos es la realidad, aunque algo en nuestro interior nos dice que lo que nos pasa no es más que una pesadilla muy larga, de la que nos resulta imposible despertar aunque lo intentemos.
No he descubierto, como en la película, un teléfono especial que me devuelva al “otro lado”. Lo peor de este extraño sueño es que todos lo estamos soñando por igual y, me temo, que cuando despertemos a nuestra realidad habitual echaremos de menos los días de la virtualidad real.
*El autor es director de Radio Sefarad.
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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