Esta vez nada cambió

Enlace Judío México e Israel – Yom Hashoá del año de la pandemia del coronavirus. 

EDUARDO DUSCHKIN

Abril de 2020 nos encuentra en Israel y en todo el mundo encerrados en nuestras casas, cuidándonos y defendiéndonos de un organismo microscópico que parece ser más voraz que la famosa mancha que nos aterrorizaba en aquella bizarra película de finales de los cincuenta.

La sirena de las diez de la mañana me sorprendió.  Ni siquiera había notado que estábamos en una de las fechas más significativas para mi calendario personal.

Me sentí mal conmigo mismo. Estaba leyendo y escuchando música como en cualquiera de los hastiantes días anteriores. No lograba reaccionar para apagarla. Tardé varios segundos en hacerlo y pararme en el balcón.

Mientras su ulular percutía en mi cerebro, lloré porque el mundo, ante un verdadero monstruo que exterminó sistemáticamente millones de personas, no fue capaz de una acción conjunta para detenerlo.  ¿Lentitud? ¿Complicidad? ¿Indiferencia? ¿Resignación?

Esperé, sobrecogido y esperanzado, que la sirena dejara de sonar para que Israel se pusiera de nuevo en movimiento.

Pero, esta vez, nada cambió.

El silencio estaba con nosotros desde mucho tiempo antes.  Ya nadie recordaba cuándo el tránsito se había detenido.

Nada se puso en marcha.  Ningún auto echó a andar.  Los semáforos continuaron inútiles con su rutinario cambiar de luces.  Alguno que otro pájaro creyó ser el manipulador a voluntad del mutismo circundante.

Cada año, como mariposa que emerge de la crisálida, la celebración sucede a la conmemoración.  Los israelíes empezamos a palpitar el festejo de nuestra independencia.  Las casas y las ciudades visten sus mejores galas para embellecer su alegría.

Pero, hoy: ¿estarán mis calles sembradas de bombillas? ¿colgarán del cordel las banderas de papel? ¿O será que esta vez la fiesta terminó antes de empezar?

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