Enlace Judío México e Israel- La Independencia del Estado de Israel, del 5 de Iyar de 5708, provocó una conmoción en los pueblos y naciones existentes en aquel entonces y una transformación radical en nuestro pueblo solo comparable con el éxodo de Egipto.
HARAV YERAJMIEL BARYLKA
Muchas personas esperaban y no menos deseaban, el fin de los judíos. Estaban seguros de que el Holocausto había hundido el último clavo en nuestro ataúd nacional.
La Independencia del Estado de Israel, que sobrevivió los inmediatos ataques de los árabes de Líbano, Siria, Iraq, el en aquel entonces Reino de Egipto y Transjordania opuestos a la creación del estado judío que concluyó en 1949 con la firma de un armisticio en Rodas y tuvo como resultado la victoria de Israel, permitió escribir una página nueva en la historia judía. A partir de ella, el sueño de la desaparición de Israel se desvaneció totalmente.
Israel se ha convertido en el refugio y la aspiración de los judíos alrededor del mundo que reconocen el valor de la independencia del Estado judío y en una nación en progreso constante. Hoy somos una nación que puede estar orgullosa de su pueblo, su país, y sus logros que paso a paso construye el camino de la verdadera Redención.
Los judíos podemos residir, después de tantos centenares de años, en un espacio propio donde tomamos decisiones democráticas sin esperar el mandato de gobernador forastero de turno y vivir en libertad, creando un nuevo modelo de judío después de los largos años de exilio y persecución.
Estos aspectos de la redención actual indican un mensaje claro de Dios a Su nación: “Por primera vez en dos mil años, estoy dándoles la capacidad de controlar vuestro propio destino. Vosotros, los judíos, sois ahora responsables de tomar decisiones de importancia nacional con todas las áreas de la vida”.
Palmariamente, hay muchos dones de Dios que exigen nuestra gratitud hacia Él y nos obligan a manifestarla cada día y a cada hora, particularmente en las fechas que marca nuestro calendario.
El Día de la Independencia de Israel ocurre entre Pésaj y Shavuot, lo que obliga involucrar Kabalat Hatorá, el compromiso del pueblo con su Torá, en este proceso de redención.
La realidad de una redención todavía inconclusa debe actuar como una motivación para que continuemos este proceso, más que para impedir nuestro reconocimiento de los milagros involucrados en el mismo por quienes aspiran –con justicia- la redención total.
Sin embargo, sinnúmero de personas de fe judía comparten una cosmovisión unidimensional y todavía se niegan a reconocer la realidad. Para ellos, Yom Haatzmaut es un día regular de trabajo en el mejor de los casos, y una oportunidad para lamentarse, en el peor, por los resultados del sionismo. Patéticos turbadores. Incapaces de ver la realidad y agradecer por el milagro que se oculta a su miopía. Se marginan del total de la nación. Son los que arrojan objetos contra los soldados del ejército, nuestros hijos y hermanos, sus propios hijos y hermanos, que reparten alimentos a quienes deben permanecer aislados por su propia culpa al desobedecer las normas del Estado para cuidar de su salud.
Aquellos que han nacido en un mundo en el que el Estado judío ya era una realidad –la mayoría del pueblo judío- deben ser capaces de apreciar su significado y la importancia de regocijarse de su existencia, aunque se necesite más de esfuerzo para hacerlo, que el de los pioneros que pasaron sin transición de la esclavitud y la muerte a la vida. Los que recibieron la Mediná ya creada y asegurada no pueden entender ni valorar los sacrificios que se hicieron y la acción de quienes salieron para salvar al pueblo judío, rescatarlo de sus perseguidores, y construirlo día a día.
Como miembros del pueblo judío identificados con Israel, debemos confiar en nuestros instintos para bailar y regocijarnos cuando es obvio y apropiado hacerlo, y estimar las bendiciones que Dios nos ha concedido.
Al celebrar el don que es el Estado de Israel, recordemos la profecía: “Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país… Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios. (Yejezkel 36:24 y 28)
Loemos a Dios por permitirnos ser testigos vivientes de las profecías cuyo cumplimiento siempre aspiramos.
Digamos Halel, bendigamos el himno de halago de los salmos bíblicos 113-118, que son alabanza y agradecimiento por la nación restablecida, por su existencia, por la nuestra, por la de sus críticos internos, porque son el símbolo vital de un pueblo que tiene una visión de futuro que cumplir todavía cuando la redención finalice.
Festejemos.
Jag Haatzmaut Sameaj
Yerahmiel
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