Enlace Judío México e Israel – Un cliente entra en una librería y le pregunta al dependiente: “Tienen libros de sexo y matrimonio” y el empleado le contesta: “Sí, pero están en diferentes secciones”.
Pareciera inexorable que el matrimonio, al paso del tiempo acaba con la pasión y el deseo sexual, por lo menos con nuestra pareja.
Anaïs Nin dijo: “El amor jamás muere de muerte natural. Muere porque no sabemos reponer los manantiales que lo alimentan”.
Y Oscar Wilde escribió: “En este mundo hay solo dos tragedias: una es obtener lo que se desea y la otra es no obtenerlo”
Si ahora hemos estado encerrados por varias semanas con nuestra pareja y nos sentimos asfixiados y urgidos de salir corriendo y dejar de verlo o verla, convendría recordar cuando lo conocimos, qué fue lo que nos atrajo y cuantas ganas llegamos a tener de estar con el/ella, cómo fueron los primeros encuentros sexuales y cómo ansiábamos el siguiente.
Y ahora, la idea de hacer el amor, en el mejor de los casos no se nos antoja o nos da flojera y en el peor hasta nos repele. ¿Por qué?
Las principales causas son la costumbre, la falta de novedad, la seguridad y la repetición. Alcanzar lo deseado es el primer paso para empezar a dejar de desearlo. Siempre se desea más lo que no se tiene y a nuestra pareja, sentimos que ya la tenemos y por mucho tiempo.
Pero ¿es eso realidad? ¿Podemos tener a alguien, podemos poseer, ser los dueños de otra persona?
Hagamos un sencillo ejercicio. Imaginemos que, al terminar el aislamiento, nuestra pareja empaca sus cosas, nos dice adiós y se va de la casa. Y al despedirse, nos dice, además, que se va con alguien que le gusta, que le excita, alguien a quien desea y que le desea. Imaginémonos por un momento qué sensaciones nos invadiría: enojo, frustración, dolor, inseguridad, curiosidad, celos, miedo, o hasta felicidad y alivio.
Creo que predominarían los primeros de esta incompleta lista. Seguramente nos preguntaríamos qué es lo que otra persona ve de atractivo en alguien con quien a nosotros ya no nos gusta estar.
Y también podemos pensar que con otra persona volveremos a sentir la pasión que sentíamos antes.
La verdad es que no va a ser así. Lo más seguro es que con la siguiente persona, después de un tiempo, esta vez más corto, lleguemos al mismo estado de aburrimiento y apatía sexual.
Esto será mientras no volteemos a vernos y encontremos cuál fue nuestra contribución al enfriamiento en la pareja.
Dicen que en la variedad está el gusto. ¿Sentimos que nuestros deseos y gustos sexuales son cumplidos por la otra persona?, o ¿tenemos resentimientos guardados por no ser atendidos como nos gustaría? Pero ¿hemos expresado esos gustos y deseos? ¿Tenemos la costumbre de hablar libremente de cuestiones sexuales con nuestra pareja?, ¿de lo que nos gusta y nos disgusta y de lo que quisiéramos hacer?
En la mayoría de los casos no sucede así. Se da por sentado que la otra persona tiene la obligación de adivinar lo que nos gusta y llevarlo a cabo y si no lo hace, es porque no le atraemos lo suficiente, porque es frígido/a, porque es poco hábil, etc., cuando en realidad, casi siempre es porque no sabe lo que queremos, porque nos da pena hablar de esos temas o comportarnos de tal manera que el otro nos considere indecentes o vulgares. No expresamos nuestras fantasías porque pensamos que son depravaciones.
Esto es uno de los errores más grandes, que lleva a la relación de la pareja a una lenta y agónica muerte en vida.
El nombre de esto es engañosamente sencillo: “falta de comunicación”.
¿QUÉ DICE EL TALMUD Y EL SHULJAN ARUJ?
Esto está contemplado desde hace siglos en el Talmud y en el Shuljan Aruj. De este último extraigo unas frases que, a pesar de ser centenarias, parecen extraídas de un manual moderno de sexo.
La Torá ve al goce del placer físico como algo deseable, ya que cada placer provee una oportunidad de sentir y expresar gratitud con Él que creó y nos brindó este regocijo.
La visión de sexualidad según la Torá ilustra la actitud general de la misma hacia lo que respecta al mundo físico y sus placeres. Las relaciones físicas entre marido y mujer están hechas para ser placenteras. El hecho de tener relaciones maritales es un cumplimiento de dos Mitzvot separadas –Prú u’rvú (procreación) y oná (la intimidad marital en sí misma).
En la Torá escrita tanto como en la oral se protege el derecho de la mujer a tener satisfacción sexual en situaciones en las que el embarazo claramente no es un objetivo o un posible resultado. Tanto a una mujer embarazada, una mujer que está en el período de lactancia como una mujer que físicamente es incapaz de concebir, se les otorga la misma protección de la Torá, así como aquellas mujeres las cuales pueden concebir.
El término para la relación más íntima entre una pareja es Devek (unión, conexión). El placer de la intimidad marital sirve a la función positiva de maximizar el vínculo entre marido y mujer.
Cuando ambas partes lo desean, está permitida una amplia variedad de comportamientos sexuales.
Las fuentes dicen que de preferencia el hombre debe estar arriba; sin embargo, si ambos están de acuerdo, se puede utilizar cualquier posición que posibilite las relaciones sexuales vaginales.
Ninguna de las partes está obligada a hacer ningún acto que le resulte desagradable. Una mujer debe hacer las cosas porque ella quiere.
El requisito halájico clave es que la eyaculación sea dentro de la vagina (u ocasionalmente, el ano, si esto es deseado por ambos). Hotza’at zera lebatalá (generalmente traducido como el desperdicio de la semilla, significa dejar que el semen sea expulsado fuera de la vagina), está prohibido. Por esto, las acciones que causen este resultado están prohibidas. Esta es la razón principal por la cual no se permite la estimulación oral del marido, si es que ésta resultara en la eyaculación. Por otro lado, si estaban haciendo el amor con la intención de tener relaciones vaginales y hubo una eyaculación precoz, no se considera una transgresión.
Algunas autoridades no permiten que el marido estimule oralmente a su mujer o que vea sus genitales.
Otras son más permisivas en éste área, por lo que puede haber alguna base para permitir el contacto visual y oral cuando ambas partes lo desean.
No hay problema alguno con la estimulación manual. Si esto es placentero para la mujer, es incluso alentado.
La actividad sexual entre marido y mujer es la expresión de amor e intimidad de manera física. Está prescrito no sólo en aras de la procreación, sino para cumplir con la Mitzvá de Oná, brindándole a su mujer satisfacción y placer físico. La actividad sexual, mientras que se considere “natural”, depende de una combinación de aspectos psicológicos y emocionales. Y mientras que la excitación sexual es de hecho una inclinación natural cuando un marido y mujer se ven atraídos mutuamente, el comportamiento sexual es un proceso de aprendizaje, durante el fortalecimiento de la intimidad de la pareja.
EL ACTO
La excitación sexual es un sentimiento sensual de calidez y placer, durante el cual ocurren los cambios fisiológicos que hacen que el cuerpo esté receptivo al sexo. En las mujeres aumenta el flujo de sangre hacia los labios, la vagina y el clítoris. La vagina se acorta y se ensancha preparándose para las relaciones. Las glándulas de la vagina secretan fluido para humedecer y lubricar las paredes de ésta, facilitando la penetración. Los órganos sexuales de la mujer ascienden, previniendo el dolor pélvico que ocurre cuando se consuman las relaciones sin la excitación. En los hombres, al llenarse de sangre, se produce la erección del pene.
El orgasmo es considerado la cumbre del placer sexual. Durante este hay un aumento en la frecuencia cardíaca y respiración. En las mujeres hay contracciones rítmicas de los músculos de la vagina y de la pelvis. A menudo una pequeña cantidad de líquido (conocido como la eyaculación femenina) es liberado. En los hombres hay contracciones rítmicas que conducen a la expulsión del semen. Aunque hay mujeres que alcanzan el orgasmo durante las relaciones mismas, la mayoría alcanza el orgasmo sólo mediante la estimulación directa del clítoris. Por lo tanto, una pareja no debe de preocuparse si no alcanzan esta etapa simultáneamente. Puede llevar algún tiempo hasta que la mujer comience a tener orgasmos. Efectivamente, lo que fortalece el lazo de la intimidad entre una pareja es aprender qué es mutuamente placentero.
Las mujeres generalmente responden al contacto sexual experimentando el placer y la calidez. Cuando se excitan, el cuerpo secreta un fluido vaginal que la prepara para las relaciones y la inserción del pene dentro de la vagina. Las conversaciones íntimas, las caricias y los besos deberían anteceder cualquier intento en las relaciones.
Las relaciones conyugales son un proceso de aprendizaje. Como con toda habilidad, distintas personas aprenden en diferentes velocidades. Algunas parejas aprenden relativamente rápido, mientras que otras de más intentos más antes de que todas las piezas caigan en su lugar. La experiencia misma de aprendizaje puede ser de goce, si se está relajado y no hay presiones de ninguna de las partes La paciencia, el sentido de humor, un poco de conocimientos básicos y la creencia de que los placeres físicos intensos no son sólo permisibles sino deseables pueden hacer que el proceso vaya con más fluidez.
Este momento de reclusión forzada, como toda crisis, presenta peligros y oportunidades. Una oportunidad es la de comenzar a comunicar a nuestra pareja que es lo que nos gustaría hacer y que nos hiciera. No hay tema que sea tabú ni sucio ni pecaminoso, si se habla con respeto y, en la mayoría de los casos, encontraremos muchas y muy agradables sorpresas.
No hay nada que perder y mucho que ganar haciendo el intento.
Aquí puedes consultar la primera y segunda parte de esta serie.
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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