Enlace Judío México e Israel – La gran mayoría de nosotros estamos acostumbrados a leer la Biblia traducida al español o al inglés. Pocas veces abordamos su lectura completa en el idioma hebreo original.
Por ello, estamos acostumbrados a que los traductores nos ofrezcan versiones razonables del texto bíblico, cosa que está bien. Pero sin duda que algo se pierde en ese proceso de racionalización, y una de las cosas que se vuelven más interesantes es descubrir que algunos pasajes se pueden traducir de modos muy singulares. Tanto como para involucrar dragones y unicornios.
Por ejemplo, Números 23:22 y 24:8 nos hablan de un animal identificado como R’EM. En muchas traducciones modernas, la palabra es traducida como “ónix salvaje” (en inglés, wild-ox). Pero hay traducciones antiguas en donde se traduce como unicornio. En gran medida se debe a que la versión de la Biblia en griego (llamada Septuaginta) tradujo el hebreo R’EM con el griego MONOKEROTOS, que significa unicornio. Sin embargo, otras traducciones al griego —como la de Aquila— a veces optaron por traducir “rinoceronte”.
Por supuesto, lo del unicornio no fue una traducción arbitraria. Las tradiciones judías de aquellos tiempos asumen al unicornio como algo normal. Aunque, siendo honestos, no sabemos exactamente a qué se podían referir como unicornio. Por supuesto, no es obligatorio que pensaran en lo mismo que nosotros (una especie de caballo con un cuerno en la frente). Se ha especulado mucho sobre el tema, y abundan quienes proponen una explicación naturalista. Es decir, que algún animal real (por ejemplo, el rinoceronte) habría sido deformado por el folclor y convertido en un animal idealizado.
Lo que parece dudoso es que dicho animal idealizado haya sido el buey salvaje. Otro pasaje donde se menciona al R’EM es el Salmo 92:11, donde dice “pero has exaltado mi cuerno (singular) como el cuerno de los R’EIM…”. Ahí es muy clara la idea de que el animal sólo tiene un cuerno, así que traducirlo como unicornio es perfectamente legítimo. Tanto, que el unicornio aparece en algunas leyendas talmúdicas, según las cuales era un animal tan grande que no cupo en el Arca de Noaj, pero se salvó gracias a que pudo usar su formidable cuerno para asirse del barco por afuera.
Ahora bien: ¿significa todo esto que los unicornios existieron?
No. Sería un error contestar afirmativamente, porque habría que suponer que la gente antigua entendía “unicornio” exactamente del mismo modo que nosotros. Como podemos ver, muchos traductores antiguos de la Biblia precisaron que el R’EM era un ónix o un rinoceronte. Claro, otros lo visualizaron como un unicornio, pero no sabemos en qué estaban pensando al decir unicornio. Recordemos que los conceptos de zoología en la antigüedad eran limitados, y a veces francamente imprecisos. Así que sería demasiada pretensión suponer que estos autores antiguos tenían en su cabeza la misma imagen de los unicornios que nosotros.
Mas enredado es el asunto de los dragones, animales que en el texto bíblico suelen ser referidos con la palabra TANIIN, si bien en las traducciones modernas esta suele ser traducida como serpiente.
Dicha traducción es lógica debido a que según Deuteronomio 32:33 y el Salmo 91:13, este animal es venenoso. También es un animal al que se relaciona con el mar o con el agua, como en Isaías 51:9, lo cual cuadra bien con cierto tipo de serpientes, pero también abre la posibilidad de otro tipo de interpretación.
En este sentido, el pasaje de Isaías 51:9-11 llama mucho la atención porque parece ser una referencia a un evento relacionado con el Éxodo: “Despiértate, despiértate, vístete de poder, oh brazo del Señor; despiértate como en el tiempo antiguo, en los siglos pasados. ¿No eres tú el que cortó a Rahab y el que hirió al dragón? ¿No eres tú el que secó el mar, las aguas del gran abismo; el que transformó en camino las profundidades del mar para que pasaran los redimidos”.
Aquí es muy claro que la última frase (v. 11) se refiere al episodio del Éxodo en el que los israelitas cruzaron el mar. ¿La frase anterior referida a un tal Rahab (que, por supuesto, no es la mujer de Jericó mencionada en Josué 2) y a un dragón vinculados al episodio del Éxodo? No necesariamente, pero en realidad lo más lógico es que así sea. Un pasaje del Salmo 89 nos lo confirmaría: “Tú tienes dominio sobre la braveza del mar; cuando se levantan sus ondas, tú las sosiegas; tú quebrantaste a Rahab como a herido de muerte; con tu brazo poderoso esparciste a tus enemigos”. Aquí se entiende a la perfección que este personaje llamado Rahab —nótese que no se menciona ningún dragón— está vinculado con el agua.
Se puede argumentar que aquí sólo se habla de un monstruo marino, pero entonces resulta extraña la frase “esparciste a tus enemigos”. Es decir, el vínculo del tal Rahab no es nada más con el mar, sino también con enemigos que atacan en grupo.
Sin poder afirmar categóricamente que esto sea una referencia a una versión primitiva del relato del cruce del mar durante el Éxodo, no se puede negar que si cambiamos el nombre Rahab por el nombre Faraón (recuérdese que en el Éxodo es un nombre, no un título), tenemos un pasaje que tiene mucho sentido: “Tú tienes dominio sobre la braveza del mar; cuando se levantan sus ondas, tú las sosiegas; tú quebrantaste a Faraón como herido de muerte; con tu brazo poderoso esparciste a tus enemigos”.
Hay otro detalle que le da sentido a esta posibilidad: en la iconografía egipcia, era muy frecuente que los faraónes usaran serpientes o cocodrilos como animales emblemáticos. Incluso había un dios cocodrilo en Egipto llamado Sobek, que era una de tantas manifestaciones de una deidad solar (los griegos lo equipararon con Helios). Y el faraón era eso mismo: la encarnación del dios sol.
Queda abierta la posibilidad de que en el antiguo Israel haya existido la costumbre —seguramente folclórica— de representar o refirirse al faraón como una serpiente-dragón, y que por ello el relato del cruce del Mar de los Juncos (luego convertido a Mar Rojo) haya tenido una relevancia especial: sería el dragón o serpiente derrotado en su propio territorio, el agua.
Y todo esto tiene una lógica perfectamente coherente con el simbolismo que se le daba en la antigüedad a este tipo de animales. Por ejemplo, en la mitología babilónica tenemos también el relato del dios Marduk derrotando a Tiamat, el dragón del mar, representación del caos primordial.
Esa tradición evolucionó dentro de la tradición judía, y el punto intermedio de evolución lo podemos ver en el libro de Job. En Job 41:1-10 se describe al Leviatán, aunque en un modo más rudimentario que en las posteriores leyendas talmúdicas. Aquí todavía es un animal imponente contra quien nadie puede oponerse, y los especialistas consideran que el antiguo folclor israelita se inspiró en los cocodrilos del Nilo (que llegan a medir hasta 7 metros de largo o más).
Pero el concepto siguió evolucionando y ya para la época rabínica el Leviatán se había convertido en un formidable dragón, monstruo marino y representación del caos primordial, que habrá de ser muerto por D-os mismo al fin de los tiempos, y cuyas escamas serán usadas para decorar Jerusalén. Su brillo será visible desde muy lejos.
Por supuesto, el Leviatán es un concepto metafórico. Simboliza todo aquello que inspira terror al ser humano, y está claro que no tenemos que tomarlo como un animal literal. Acaso el mejor ejemplo de ello es la cuarta bestia referida por el libro de Daniel (7:7-8). No se especifica qué clase de animal es, pero es un hecho que su descripción coincide con la de un dragón. Por supuesto, es una bestia simbólica que representa a un imperio enemigo del pueblo de Israel, y los cuernos allí referidos son los sucesivos reyes de este imperio.
Con ello se confirma que el dragón llegó al punto de convertirse en un símbolo de los sistemas políticos que se oponen a las ordenanzas divinas.
A mucha gente le encanta este tipo de temas por lo sensacionales que pueden parecer. Incluso hay gente que afirma categóricamente que los unicornios y los dragones existieron realmente “porque lo dice la Biblia”.
Pero hay que entender que los paradigmas culturales de los autores antiguos eran completamente diferentes a los nuestros. En la antigüedad, era muy frecuente que este tipo de animales o seres fantasiosos fueran usados de manera simbólica, con mucha más frecuencia de lo que lo hacemos nosotros.
Sin embargo, también es un hecho que los conocimientos de zoología la gente antigua no eran tan sofisticados y completos como los nuestros, así que siempre cabe la posibilidad de que estas referencias hayan sido una especie de mezcla entre el pensamiento mágico y la construcción de símbolos formidables para representar lo complejo de la experiencia humana.
Al final de la historia, el dragón primordial sigue siendo la serpiente del Jardín del Edén, y no debemos olvidar que en este tipo de relatos antiguos, la serpiente representa nuestra propia columna vertebral. Es decir, aquello que conecta nuestra cabeza con nuestros genitales, o lo que es el eterno conflicto entre la razón y nuestros impulsos.
Así que no lo olvidemos: el verdadero dragón, el verdadero enemigo, está siempre dentro de nosotros.
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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