Rachel Félix, la actriz que inventó el derecho a la intimidad

 

La primera estrella judía de la Edad Contemporánea, en el París de la primera mitad del S XIX.


Enlace Judío México e Israel:En el mundo del drama -el de los escenarios, espejo del drama de la vida real- hay que remontarse a Madame Europa , en la Italia renacentista (o a La Calderona, en el barroco madrileño)  para encontrar, ya en la primera mitad del S XIX -la exaltación del Romanticisimo-   a una diva escénica,  judía  y rutilante, de la talla de Mademoiselle Rachel. El drama de esta mujer empieza en que ni siquiera se llamaba Rachel sino Elizabeth (pero ella usaba el nombre artístico también en su vida privada. como si quisiera huir de quién era y no de a quién interpretaba)

Elizabeth Félix nació a finales de febrero de 1821 en un albergue de la localidad suiza de Mumpf, en la frontera con Alemania. Su madre, Esther, se puso de parto de pronto, de camino a Endingen, la única localidad suiza que entonces admitía judíos y en donde sus padres , que vivían en un carromato, querían vender ropa usada. Elizabeth era la segunda hija de Jacob Félix, que después de ella trajo a otras cuatro criaturas. El padre, como muchos de la época, veía en sus hijos un medio de obtener ingresos y ponía a sus hijos a cantar por las calles , acompañados de una guitarra, esperando recibir una propina del público. En 1831, después de la revolución de 1830, la familia se instaló en una casa de mala muerte en el barrio del Marais -la judería parisina. Elizabeth, descubierta por un músico famoso de la época, Joseph Samson, con quien dicen mantuvo siempre relación, conseguirá formarse en el Conservatorio nacional de arte dramático, un lugar al  que no era fácil acceder, y menos viniendo ella de la familia que venía.

Élisabeth Félix, que era analfabeta,  en enero de 1837  comenzó a actuar en el Théâtre du Gymnase. Audicionada en marzo de 1838, ingresó en el  Théâtre-Français a la edad de 17 años, interpretando el personaje de Camila en Horace, de P. Corneille. Un éxito fulgurante. La primera noche se recaudaron 735 francos. Dos semanas después,4.889. Y así empezó su magistral interpretación de los textos dramáticos de Racine, Molière o Voltaire, con un público maravillado de ver como enlazaba el teatro clásico francés con la sensibilidad neorromántica. Su estilo marcó a todas las actrices de su época e incluso a las de posteriores: por ejemplo, la enorme actriz francesa, también de origen judío, Sarah Berhanardt, la tenía por modelo. Chateaubriand, Stendhal, Lamartine, Hugo, Dumasc (padre e hijo) caen rendidos a sus pies. La gran diva de su tiempo La Recamier, la invitaba a su salón privado. Y su éxito traspasaba fronteras; en 1850 fue recibida por el rey de Prusia, que tras conocerla ordenó erigieran una estatua de ella  en Postdam. La destruyeron los nazis.

Retrato de 1845

Nunca se casó. Pero tuvo varios hijos. El primero, en 1844, con un hijo natural de Napoleón Bonaparte, el conde  Walewski (reconocido por el emperador tras un fulgor con una burguesa varsovita que en París llamaban María La Polaca.) Cuatro años después tuvo otro hijo, Gabriel, fruto de amores con el mariscal Bertrand, compañero de Napoleón en el destierro en Santa Helena y esposo de una prima de la emperatriz Josephine.  Murió en El Congo, como cónsul de Francia.

Raquel tuvo muchos amantes, y además pretendientes, como Alejandro Dumas, padre, con quien se citó en Madrid. La biblioteca nacional francesa publicó una carta en la que ella estaba sorprendida de las pretensiones de intimidad del escritor.

En 1841, Rachel fue a Londres y fue recibida con gran entusiasmo. Al año siguiente apareció en Bélgica. Al regresar a París (24 de enero de 1843), apareció en el personaje de Fedra , su mayor éxito.  También apareció como Juana de Arco .  Pero su mayor triunfo popular fue en 1848, durante la Revolución, cuando cantó la “Marsellesa” todas las noches en el teatro de la Comédie Française.

Diez años después de haber traído al mundo a su segundo hijo, murió en Niza,  por la tuberculosis tras una extenuante gira por todo el invierno de Rusia, actuando bajo la nefasta humareda de los candiles incendiando sus pulmones.   Sólo tenía 36 años.

Sus últimas palabras fuero el Shmá , Israel, pues siempre fue fiel a la religión de sus padres y siempre supo combatir a quien constantemente la invitaba a convertirse al judaísmo.

La República Francesa le dedicó una avenida que va del boulevard de Clichy a Montmartre, lo que hasta ese momento se llamaba el Camino del Cementerio del Norte.

Ville Sardou, en Cannes, donde vivió

Cuando falleció, tan joven, el funeral fue como su vida: un espectáculo. Oficiado en el Pére Lachaise por el gran rabino de Francia. Alguien hizo unos dibujos de su rostro en el lecho de muerte, pero se prohibió la reproducción, y eso  sentó el precedente judicial por el cual quedaba reservado el derecho a la intimidad.

© enlace judío

 

 

 

 

 

 

 

 

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Pedro Huergo Caso: