En cuanto la Primera Guerra Mundial lo permitió, Golda y Morris se trasladaron a Palestina, región que era gobernada por los británicos. La joven pareja se instaló en el Kibutz Merhabia, al norte del país. Golda se llenó de entusiasmo, la causa sionista la envolvía por completo, sin embargo su esposo Morris detestó la vida en comunidad, ya que desde su perspectiva todo era trabajo y enfermedades, y el matrimonio comenzó a padecer una separación letal.
Salieron del Kibutz y se instalaron en Jerusalén, corrió la década de los 20, y el matrimonio procreó a sus dos hijos: Menájem y Sara. En 1928 llegó para Golda una gran oportunidad cuando fue nombrada directora de la rama fenemina de la Histadrut, Golda sabía que tomar este cargo implicaba dedicarle más tiempo al trabajo, sin embargo no lo dudó, se instaló en Tel Aviv, Morris se quedó en Jerusalén y el matrimonio comenzó a dar sus últimos respiros.
Pese a la separación familiar la vida laboral de Golda comenzó a vivir un ascenso constante. Fue invitada a ser parte del partido laborista y con un arduo trabajo, Golda consiguió su lugar entre los líderes sionistas de Palestina. En 1938, antes de que el Holocausto se llevara a cabo, Golda tuvo la oportunidad de asistir a la conferencia de Evian, un congreso internacional convocado por el entonces presidente de Estados Unidos Roosevelt y que tenía la intención de buscarle en el mundo un refugio a los judíos perseguidos del nazismo. Golda observó horrorizada como el mundo entero cerró sus puertas y con más ímpetu que nunca, dedicó su vida a la causa sionista.
En 1946, Golda se convirtió en jefa del Departamento de Estado del comité central de la Agencia Judía, la Sojnut, o lo que es lo mismo: en la mano derecha de David Ben-Gurión. Lo que siguió fue un arduo trabajo, su perfecto inglés le permitió a Golda tener un mayor acercamiento con las autoridades británicas que gobernaban la región, así como viajar personalmente hasta los Estados Unidos para pedir ayuda financiera a la comunidad judía de Norteamérica, pues una guerra se avecinaba y la compra de armamento era extremadamente necesaria.
La recaudación de Golda fue más exitosa de lo que muchos esperaban. El mismo David Ben-Gurión mencionó que en gran parte el Estado judío se convirtió en una realidad gracias al dinero que Golda recaudó.
Finalmente, la Organización de las Naciones Unidas votó a favor de la partición del territorio, y con esta decisión nació el Estado de Israel. Ella fue una de las firmantes en la histórica carta de independencia, pero los retos para la inquebrantable Golda Meir apenas estaban iniciando.
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