La venganza de Shapiru

En el año 2019, Ching Shapiru seguía igual de enojado que aquel día del 2003 en el que recibió la carta de expulsión de la carrera de bionanotecnología en la universidad MIT.

“Estimado Sr. Ching Lee Shapiru, lamentamos informarle que ya no cumple con los requisitos suficientes para cursar el posgrado de bionanotecnología en nuestra institución. Sugerimos que vuelva a su país inmediatamente, ya que hemos removido los permisos para su estancia en los Estados Unidos, y su visa de estudiante ya no se encuentra vigente. Le aconsejamos que vuelva a aplicar en el período de readmisión el próximo otoño. Aquí le anexamos 3 cartas de recomendación para que… Sin más por el momento me pongo a sus órdenes. Atte. Professor Lee Song”.

Y fue así, sin ninguna explicación, que el genio inventor del neurotransmisor robotico 4878Kq fue despedido del departamento de nanotecnología del Massachusetts Institute of Technology. Shapiru agarró sus cosas y se compró un boleto de avión para regresar a Wuhan con su humilde familia. Al principio intentó continuar con su investigación para mejorar su producto, pero su área de trabajo no estaba controlada, y no contaba con las herramientas necesarias para continuar. Al poco tiempo, el muchacho genio de tez verdosa cayó en depresión y no volvió a salir de la recámara (decorada con miles de fotografías de gatos) ubicada en el sótano de la humilde casa de la familia Shapiru, en el condado agrícola de Saxachuhuan. Ching pasaba sus días comiendo pasteles de huevo e ideando su gran venganza.

Shapiru no fue la única víctima del cambio de administración en el MIT. Martha Xochipanga, una chica gordita pero excepcional, de 22 años, de proveniencia chiapaneca y coinventora del neurotransmisor robótico 4878Kq, fue despedida del instituto sin previo aviso. Desde pequeña Xochipanga fue incomprendida por sus padres y las personas de su pueblo. Ella fue exorcizada varias veces por el brujo del pueblo, por hablar en un idioma que sólo ella conocía, el lenguaje de la ciencia. Alguna vez, el Dr. Beltrán del Hospital General de Wabaxipan reconoció sus grandes dotes mientras le curaba las heridas que le había ocasionado el brujo del pueblo. A los 9 años, Xochipanga ya contaba con un puesto importante en la Facultad de Biología en la Universidad Nacional Mexicana, y ya había publicado varios artículos sobre la Teoría del Caos en el ADN, etc., etc.

Shapiru y Xochipanga se conocieron durante el segundo año de su carrera en MIT. Los dos decidieron hacer su posdoctorado en la rama de neurociencias, y se conocieron cuando trabajaban en el área de reproducción de ratones. Los dos descubrieron cómo mutar un gen en el cromosoma Y del ratón blanco, para poder aislar un virus respiratorio y luchar en contra de diversas enfermedades respiratorias. Se dieron cuenta que hacían un gran equipo y decidieron unirse para realizar su posdoctorado. Xochipanga llegó a desarrollar sentimientos por Shapiru, pero él le declaro su asexualidad y no se volvió a hablar del tema. Al principio su posdoctorado fue dirigido hacia el estudio sobre el neurotransmisor “ácido gamma-aminobutírico”, encargado de reducir la excitabilidad neuronal en todo el sistema nervioso.

Los genios comenzaron a experimentar con robótica y poco a poco desarrollaron un nanorobot que se implantaba en el cerebro del ratón para manipular los niveles dopaminérgicos en su cerebrito. El robot originalmente fue creado para detectar los niveles dopaminérgicos en el cerebro de pacientes con propensidad a desarrollar la enfermedad de Parkinson. Una vez que el nanorobot localizaba la región específica propensa a la degeneración, comenzaba a emitir ondas de frecuencia beta hasta que los niveles dopaminérgicos estuviesen balanceados en esa región. El robot era implantado en el hipotálamo del ratón y tenía que ser monitoreado por una computadora las 24 horas del día. Los genios aún no habían desarrollado un sistema para que el nanorobot funcionara de manera independiente.

Sin duda, aquel invento se puede considerar el más grande que se ha hecho en el campo de la robótica y de las neurociencias hasta el día de hoy.

Al poco tiempo de ser expulsados de la carrera, el Profesor Song Lee sacó al mundo el nanorobot 4878Kq de Shapiru-Xochipanga bajo su propia autoría. En el año 2004, a Song le fue concedido el Premio Nobel de la Medicina. Posteriormente, Song usó todos los fondos de la Universidad para fundar un laboratorio especializado en el desarrollo del robotito. Los científicos no lograron avanzar más con el proyecto y la investigación fue descontinuada, pero aun así el robotito generaba millones de dólares al mes, mientras que Shapiru pasaba sus días llorando y comiendo pasteles de huevo en una choza que llamaba hogar. Xochipanga regreso a Chiapas y nunca se volvió a escuchar nada sobre ella. Yo creo que fue reclutada por el narco para mejorar la calidad de algunas drogas sintéticas y también para crear robots asesinos.

En fin, Ching se quería chingar a Song y deseaba usar su genialidad para darle una lección. Su venganza debía de ser sutil y elegante. Recordó que Xochipanga y él habían logrado aislar un virus respiratorio en el ratón blanco. El proyecto tenía como propósito curar a la familia más amenazadora de virus respiratorios. Pero Ching Shapiru debía recrear el virus y posteriormente extraer los anticuerpos para remediarlo. El virus actuaba de forma extraña. Inmediatamente después de infectarse, el ratón mostraba un comportamiento juguetón, se volvía altamente social y cooperativo. El ratón comenzaba a atraer a las hembras con su famoso llamado ultrasónico. Unos pocos días después, el ratón y su harén de esposas contraen una gripe letal y mueren. En un humano, el virus actuaría un poco diferente gracias al grandioso mecanismo de defensa con el que Dios creó al hombre y a la mujer. Pero Shapiru calculaba que las posibilidades de muerte serían de un 3% en personas jóvenes, pero en adultos mayores diabéticos, el riesgo de muerte era de un 50%. El Profesor Song tenía alrededor de 70 años, además de ser diabético.

Su plan maestro era infectar a Song con el virus mortal. Song tendría que humillarse frente a Ching, para que él le administrase el remedio para salvarlo. Estaría solamente en manos de Ching el poder salvarlo, o dejarlo morir. Esa decisión aún no la había tomado.

En Wuhan no había escasez de ratones, de hecho, los doctores de Wuhan administraban colas de ratón a pacientes con depresión. Ching mando a llamar al psiquiatra de Saxachuhuan y le fueron recetadas las colas de ratón. Y fue así que Shapiru pudo recolectar diferentes especies y fue cruzándolos selectivamente hasta que logró llegar al mismo prototipo de ratón blanco que había creado con Xochipanga. Su recámara era un desastre, habían cientos de miles de ratones corriendo por todos lados, pero a él no le importaba. Hacía ya mucho tiempo que sus padres no entraban a visitarlo, porque Shapiru los trataba con mucho odio y los culpaba de haberlo traído al miserable mundo. En algún momento hasta fantaseó con la idea de probar el virus en ellos. Por fin, Shapiru logró aislar las bacterias y las cultivo en células para que se reprodujera el virus. Acomodó las células en un par de probetas y las metió en una pequeña hielera.  Ahora, debía encontrar la manera de infectar a Song.

La manera más sencilla y segura de administrar el virus es en persona. Los mensajeros son tontos y no sirven para llevar a cabo una operación tan delicada. Aparte, a Shapiru le parecía poco ético hacer que una persona tuviera el riesgo de morir. Así que él debía viajar a Boston y contagiar a Song en persona. Pero para viajar de China a los Estados Unidos, uno debe de contar con una suma considerable de dinero. Se necesitan mínimo unos 1,400 dólares para pagar los boletos de avión, unos 250 para comer durante una semana, 200 para hospedarse, y otros 100 para gastos misceláneos como transporte y visitas al museo de ciencias naturales. En total, necesitaría unos 1950 dolores para poder realizar el viaje. Lo único que Shapiru poseía y que tenía un poco de valor eran los ratones, y éstos se vendían muy bien en los mercados de comida de Wuhan. Por cada ratón que vendiera podía recibir hasta 2 dólares. 829 ratones x 2 = 1,659. 1,659 era una suma considerable. Con esa cantidad podría viajar aunque se tendría que ahorrar la visita a la pizzería y a sus museos favoritos.

El día 14 de Noviembre del 2019 Shapiru se levantó por primera vez con una sonrisa. Se lavo los dientes, se vistió con su traje de antaño. Metió a los ratones en mochilas y portafolios, y salió a la estación de camiones. Se subió al camión y causó grandes disturbios, los ratones se salían de las mochilas y se metían en los zapatos de las personas. En cuanto Shapiru llegó al mercado ocupó un puesto en la esquina izquierda del pasillo número 31 del mercado. En el mercado destacan todo tipo de animales y delicias chinas —pupas de gusano de seda, alacranes fritos, patas de pato, cerebros de cerdo, penes de diferentes animales-. Ching no era el único que vendía ratones, pero se vio muy abusado y colocó una freidora y música de los Black Eyed Peas en su grabadora. Ching fue un gran éxito y atrajo a muchos compradores, vendió unos 80 ratones durante el primer día. Al cabo de una semana ya había vendido a todos los ratones. Alguno que otro ratón se escapó durante la venta, pero juntó 1,325 dólares en total.

Lo demás es historia. La mama de Shapiru, curiosa por su hijo, entró a su recamara y encontró dentro de la hielera los tubos de cultivo celular y a los dos ratones infectados que yacían muertos. La mama de Shapiru, emocionada por el triunfo de su hijo, quiso celebrar y guiso una sopa deliciosa de champiñón y ratón. Shapiru regreso a su casa victorioso. Esa noche la familia Shapiru celebró—comieron, brindaron y se embriagaron. La mañana siguiente Shapiru fue a comprar un boleto de avión a la agencia. Una semana después Shapiru comenzó a sentirse muy enfermo y unos días después murió en manos de su mamá que también ya estaba muerta.

El virus se fue propagando rápidamente por todo Asia, después Europa, África, Australia y al continente americano y las tierras más remotas, causando miles de muertes a todo tipo de personas sin importar su sexo o estatus social (lo único lindo de este virus es que no discriminaba). Y ojalá  el amor y la bondad se contagiaran con un solo estornudo. Pero aquí sucedió lo contrario. Por miedo al virus, las personas se aislaron en sus casas, se pelearon a golpes por papel de baño y comida, los novios dejaron de visitar a sus novias, las frutas del campo se quedaron solas. Cada persona aislada en su casa, cada vagabundo aislado en su esquina, cada prisionero arrinconado en su celda.

Y el resto de la historia es nuestra historia, y nosotros juntos seremos los que la escribiremos, si es que sobrevivimos.

…Y ahí en la humilde casa de la humilde familia Shapiru yace la pequeña hielera azul con las probetas que contienen la cura que podría salvar al mundo entero…

Deborah “Spooky” Medrez Pier.

Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.

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Deby Medrez: