Enlace Judío México e Israel – ¿Alguna vez has visto las caricaturas animadas de inicio de siglo? aquellas donde aparece un dinosaurio moviéndose torpemente, siendo interrumpido por letreros que avisaban sus acciones. Eran famosas y empezaban a hacerse populares sin embargo jamás hubieran llegado a ser lo que fueron sin el invento del rotoscopio, la fusión de la caricatura con el vídeo, y el impulso de la la creación de películas con trama más allá de lo educativo. Todo eso fue la creación de un sólo hombre que revolucionó para siempre el mundo del cine y los dibujos animados.
Antes que Walt Disney empezará a dibujar si quiera, Max Fleischer ya había patentado el rotoscopio y creado toda una serie de cortos que lo volverían famoso. El ingenio de este judío salido del imperio austrohúngaro, llegado a Nueva York, tomaría a todos por sorpresa.
Primeros años y vida judía
Su infancia fue una de las más típicas del mundo judío de ese momento. Su padre Wilhem (más adelante William) era sastre y decidió emigrar a Estados Unidos para mejorar el nivel de vida de la familia. Llegó a la Isla de Ellis, donde todos los inmigrantes desembarcaban y empezó a buscar trabajo en la ciudad. Al inicio le fue muy difícil conseguir clientela, ¿quién confiaría en un sastre con acento alemán llegado de la nada? Sin embargo con su ingenio logró incluir en su tienda inventos de su creación que la hicieron más atractiva, como una forma de pulir botones mucho más eficiente para uniformes, una regla de corte especial y el maniquí de un caballo en el que el cliente podía sentarse. Con dicho ingenio logró convertirse en el sastre más conocido de la Quinta Avenida y tuvo la holgura económica suficiente para traer a su esposa y sus hijos.
Así fue como el pequeño Majer (Max) a sus cuatro años de edad llegaría en 1887 a tierra estadounidense con su madre y sus hermanos. La modernidad de ese mundo nuevo y la idea de libertad tan típica del momento jamás abandonarían su mente. Tanto la madre como él, hablarían más adelante de las primeras impresiones que tuvieron al ver la estatua de la libertad por primera vez y la fascinación que sintieron por la modernidad del mundo que se abría ante sus ojos. Lo recibieron con mucha alegría, olvidaron para siempre el alemán y se propusieron a hablar sólo inglés. Sin embargo, la fortuna no acompañaría a la familia mucho tiempo. Algunos de los clientes copiaron los inventos de Wilhem Fleischer y los comercializaron sin darle crédito; esto aunado a una serie de malentendidos provocaron que su tienda cayera nuevamente en desuso. La familia llegó a tal grado de pobreza que los hijos mayores se vieron en la necesidad de trabajar antes de tiempo y todos tuvieron que mudarse Brownsville, el barrio judío más pobre del momento. Varias historias narran como en ocasiones los Fleischer se quedaban sin casa por la imposibilidad de pagar la renta.
Max creció de esa forma en una ciudad que le era completamente ajena, difícil y dañada por la pobreza. Su padre por la falta de trabajo cayó en depresión y sustituyó la ilusión de la tienda y el nuevo mundo por la religión judía. Se volvió ortodoxo y empezó a pasar los días al interior de la sinagoga, lo cual trajo cambios en la forma de vida de sus hijos y esposa. Sin embargo, pese a las condiciones adversas hubo ciertas características que nunca abandonaron a la familia. El ingenio, la fascinación por las máquinas y la tecnología fue algo que siempre acompañó a los Fleischer. La madre Amalia hacía todo para traer alegría a la casa y los hermanos pese al agotamiento en ningún momento dejaron los estudios. Varios de ellos se volverían ingenieros o mecánicos y al igual que Max crearían inventos especiales que revolucionarían su área de trabajo. La casa estaba siempre llena de nuevos experimentos y exploraciones, dentro de lo que cabe, Max tuvo una buena infancia.
Aunque Max no hablaba de su pasado judío abiertamente e incluso decía haber nacido en Viena en vez de en Galitzia, para ahorrarse explicaciones, el judaísmo que vivió en su casa se impregnó a los dibujos que más adelente desarrollaría. A diferencia de Walt Disney que retrataba el campo, las granjas y los bosques, los dibujos de Fleischer casi siempre se encuentran en una ciudad con la mismas características que Nueva York. Es una ciudad, pobre desarreglada en donde los objetos si no están rotos y desarreglados hablan y se mueven. Pinta la soledad que lo acompañó esos años e incluye aspectos de la vida cotidiana que todo judío vivía en ese momento.
En el trasfondo de sus obras se escucha el jazz o las tonadas en idish que salían de las casas del barrio de su infancia y constantemente retrata el conflicto que se vivía en ese momento entre los hijos de los inmigrantes y sus padres. Entre el deseo tan grande por unirse a ese mundo nuevo de libertad absoluta y las reglas tan rígidas de las tradiciones a las cuales los padres pretendían atarlos. Casi siempre en sus personajes se retratan dos tipos de figuras que aparecen juntas, una que es joven rebelde y creativa y otra que hace la fusión de policía, intenta dominar o controlar a su contraparte. En varias ocasiones incluso los personajes usan kipá y hablan idiomas judíos.
Su fascinación por las máquinas y el dibujo también es un elemento común que compartía con los judíos alemanes del momento. Pues los judíos alemanes eran reconocidos por sus buenas dotes de músicos e ingenieros; el contraste con la cultura americana además creó un caldo de cultivo para que la creatividad aflorara en sus filas. Así es como durante esas épocas los periódicos y revistas estaban llenos de dibujantes judíos que expresaban sutilmente su origen. No en vano compartiría el mismo estilo de dibujo que Rube Goldberg, un judío californiano. Todo esto nos ayuda a entender la vida de Fleischer y su pasado judío, sin embargo, ¿cómo fue que llegó a ser conocido mundialmente?
Grandes inventos
De los más de 20 inventos que hizo en el área de la animación y el dibujo los dos que más se le reconocen y que siguen siendo usados hoy en día son el rotoscopio, el rotógrafo y la cámara “setback”
Todo empezó en 1914 cuando Waldemar Klaempffert le pidió a Max mejorar la calidad de los dibujos animados que empezaban a surgir como opción en el cine. Los señores Klaempffert habían atendido a una de las muy recientes producciones de Bray-Hurd en el área de la animación y se habían afligido por la baja calidad de las imágenes y el movimiento cortado de los videos. El mundo de la animación apenas empezaba a comercializarse y se mantenía en un nivel sumamente rústico.
Fleischer llevaba varios años en la industria del dibujo y Klaempffert solía contratarlo para que dibujará distintos artículos científicos, sabía de los amplios conocimientos mecánicos de Max. A la mañana siguiente que ambos amigos hablaron Klaempffert discutió el tema de la baja calidad de los dibujos y le preguntó a Max, por qué no intentaba mejorar el proceso de la animación con sus amplios conocimientos. Poco sabía Klaempffert de la asertividad de sus palabras, pues Max tenía una obsesión con el cine y la animación desde que vio con su hermano menor las primeras proyecciones de Tomás Alva Edison en una plaza pública. Desde chicos los hermanos empezaron a tratar de crear su propio cuarto de proyección para abrir un cine en su casa de adolescentes.
El diálogo con Klaempffert le recordó a Max los primeros experimentos en la casa de sus padres y se propuso a crear un nuevo método que ayudará a refinar los movimientos atrabancados y la mala calidad de las primeros cortos animados. Dio con la idea de lo que después sería llamado el “rotoscopio.” Pensó en que si los dibujos eran modelados en base a figuras humanas reales podría entonces tener movimientos más suaves y veraces. Y fue cierto con sus hermanos Charlie y Joe logró construir una máquina que le permitía proyectar escenas de películas cuadro por cuadro sobre un papel. La idea era dibujar cada cuadro a mano basándose en las siluetas humanas, tomar fotografías de los cuadros y filmarlos creando ya el movimiento.
El primer experimento que hicieron los hermanos tomó más de ocho meses y funcionó, la imagen era la de un boyscout agitando una bandera. Tenía muchos errores técnicos que debían perfeccionarse sin embargo demostró que las máquinas usadas y el procedimiento funcionaban. Los hermanos lo patentaron y a lo largo de dos años y dos experimentos más lograron perfeccionarlo hasta hacerlo viable para términos comerciales. Encontraron formas de agilizar el proceso y necesitar de menos cuadros que con el proyecto inicial.
La diferencia entre los dibujos de los hermanos Fleischer y el resto de los cortos que se habían hecho hasta el momento era extremadamente notorio. El movimiento era suave, claro y limpio; las proporciones de los personajes estables y la vida de los mismos mucho más vibrante. Nadie creía que los dibujos animados algún día podían llegar a tal nivel de refinamiento. Sin embargo, no era un producto fácil de comercializar y la competencia era bastante amplia. Visitaron durante mucho tiempo distintas compañías hasta que en una sala de espera Max se encontró con su viejo compañero de trabajo J.R. Bray, quien tras ver su trabajo y escuchar sobre su invento lo contrató como Jefe de Producción.
Trabajo con Bray un par de años haciendo animaciones educativas para el ejercito estadounidense hasta 1921 en que Max y su hermano Dave decidieron independizarse y crear su propio estudio de animación, Inkwell Studio.
Para impulsarlo trabajaron con el primer personaje que habían creado desde la etapa de experimentación Koko el payaso. Sin embargo, en esta ocasión fueron mucho más lejos de lo que se esperaba y pusieron toda su imaginación e ingenio al proyecto. Los cortos que hicieron ya no sólo eran dibujos animados, sino que Koko, el payaso, interactuaba con Max su creador mezclando los dibujos animados con las películas filmadas. Para lograrlo crearon un nuevo aparato que podía mezclar ambos medios visuales al cual llamaron “rotógrafo.”
Koko, el payaso, y el estudio tuvieron un éxito inaudito y los hermanos continuaron creciendo hasta llegar a tener más de 700 empleados, un edificio de cuatro pisos y un contrato estable con Paramount Pictures que duró por décadas.
A lo largo de los años fueron refinando las técnicas que inventaron y creando nuevas. Fueron el primer estudio de animación en producir una película que uniera la imagen al sonido y crearon la técnica de la cámara “setback” la cual a través de planos rotatorios permite dar profundidad a las animaciones.
Hasta la fecha muchas de las técnicas que creó siguen influyendo en el mundo de la animación y definitivamente el mundo de las caricaturas no sería el mismo sin la vivacidad y presencia que Max Fleischer le dio. Aparte de sus inventos, este gran dibujante sería conocido por los personajes que inventó, pues su creatividad demostró la importancia de la animación como género artístico.
El genio de la creatividad
Fleischer tenía un dicho “si existe en el mundo real no es animación” todos los inventos que hacía los realizaba para poder dotar de un carácter especial a sus creaciones. Mejoró la técnica del rotoscopio para poder imitar los pasos de los jazzistas y hacer que las piernas de sus personajes se movieran de formas solo posibles en un dibujo. Tras incurrir en el ámbito del sonido invento lo que se conoce como “la pelota saltarina” (Bouncing Ball) que aparece en sus películas, y es muy usada hoy en karaokes. Consiste en una pequeña pelotita que invita a cantar a los asistentes mostrando las letras y el ritmo de la canción que se presenta en la pantalla. Fue extremadamente innovadora y famosa en su momento, sin embargo, Max no se quedó ahí con sus siguientes películas hacía que las letras mismas se salieran del texto y empezaran a bailar. Algo que era inimaginable para el momento.
Creo personajes tan icónicos como Betty Boop, su acompañante el perro Bimbo e hizo de las animaciones más famosas como Popeye el marino y Superman. Siempre metiendo la creatividad que lo distinguía.
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