Entre el perdón y la cura, 5 aprendizajes que obtenemos del Ayuno de Tamuz

Enlace Judío México e Israel – En unas horas ya entrada la tarde empezará el 17 de tamuz, a la mañana siguiente estaremos ayunando. Es un día muy díficil de describir pues su tono es entre trágico y cotidiano. A diferencia de Tisha B’Av, Yom Kipur u otros días festivos las instituciones judías no suelen cerrar este día. Si hay clases bajo el calendario de la SEP los niños van a clases, si se trabaja en una oficina, la oficina abre, si hay que vender uno va a vender. Sin embargo, se hacen estas actividades ayunando y uno tiene la obligación de hacer teshuvá (reflexión y enmienda) en este día. Se agregan rezos especiales y el sólo recuerdo del pasado trae consigo un carácter un tanto triste o sombrío. Mucho se ha dicho de las 5 tragedias que ocurrieron a Israel en este día; de las leyes y costumbres que se llevan acabo, el origen halájico y el significado de cada uno de los eventos. Cada uno de esos aspectos es de suma importancia y riqueza, sin embargo al final del camino con lo que nos quedamos todos los años tras el estudio son los aprendizajes de ese momento. Aquello que nos sirve para seguir trabajando el resto del año, de eso quiero escribir hoy. De cinco enseñanzas básicas que las preparaciones para el 17 de tamuz me trajeron este año, cada una de ellas surge de los textos que rodean al día y del funcionamiento del mismo. Esperamos les guste.

1) Yom Kipur empieza en tamuz … El perdón toma tiempo

El ciclo de fiestas judío es sumamente especial, porque todas están conectadas entre sí, ninguna de ellas se celebra en el momento que se hace por casualidad. Además, uno puede encontrar circuitos temporales de todo tipo en la secuencia que las festividades siguen. Tal es el caso del ciclo del juicio y el perdón que se vive en el mes de elul.

Yom Kipur es el día más sagrado del año, para el judaísmo, es el día en que D-os finalmente perdona al pueblo judío y éste recibe el segundo par de tablas a manos Moisés quien vuelve a bajar del Monte Sinaí. Estamos muy acostumbrados a ver la relación tan inmediata que existe entre Rosh Hashaná y Yom Kipur, porque solo los separa una semana en tiempo. Sin embargo, a veces perdemos de vista que Yom Kipur también depende de tamuz, puesto que si los judíos no hubieran pecado el perdón no hubiera sido necesario. Kipur debe ser el día del año en el que mayor pureza alcanzamos, para cuando es Kipur uno debe haber arreglado todos los problemas que tenía con sus familiares y amigos, y debe haber hecho un trabajo de perfeccionamiento y superación que lo lleven a tener la conciencia y el corazón tranquilos.

Para poder llevar ese desarrollo, uno primero tiene que saber qué está mal, qué debe cambiar. El 17 de tamuz ocurre dos meses antes de Yom Kipur y es el día perfecto para hacer dicha reflexión; estuvo diseñado para ello. Pues lograr entender la dimensión de nuestros errores y cambiarlos toma tiempo, a veces años. El ciclo de fiestas judío nos ayuda a hacerlo paulatinamente, el 17 de tammuz es el día designado a la refleión, el nueve de av, nos permite entender el dolor de esos errores que cometimos y en Yom Kipur habiendo tomado acciones y teniendo presente toda la dimensión de lo ocurrido podemos perdonar y pedir perdón.

Lo mismo ocurrió con el pueblo judío, con la ruptura de las Tablas pudieron ver la degradación en la que cayeron al hacer el Becerro de Oro, sin embargo, fue con el tiempo que captaron la dimensión de sus acciones y que pudieron resarcir los daños hasta el punto de ser perdonados y elevados nuevamente. El proceso ocurrió en más de 80 días.

2) La enfermedad es el inicio de la cura

Cuando se habla de la destrucción del templo en Jerusalén se cuenta la historia de cómo todos los grandes rabinos de la época lloraron al ver las ruinas, sin embargo rabí Akiva rió. Cuando le preguntaron por qué reía contestó que si las profecías de su destrucción eran verdaderas, eso implicaba que las profecías de su reconstrucción también lo serían.

A diferencia de lo que se cree la ruptura de las murallas era el inicio de la cura de un mal que el pueblo tenía desde años atrás. Varios midrashim (relatos explicativos) y comentarios de los textos sagrados nos dicen que los enemigos pudieron entrar a la ciudad y saquearla porque la Presencia Divina ya no residía en el templo. El pueblo de Israel se había corrompido al punto que sólo perdiendo su templo, su ciudad y su independencia podían ver la degradación moral a la que habían llegado. Lo mismo ocurrió con el Becerro de Oro, sólo cuando Moisés rompe las tablas es que el pueblo puede verse en un espejo y entender la catástrofe ocurrida.

En ambos casos la perdida de algo querido fue lo impulso el cambio, más aún porque se había perdido lo que esos objetos representaban y mantenerlos íntegros hubiera sido alimentar la mentira. Las primeras tablas representaban el pacto que hizo el pueblo judío con D-os al aceptar los mandamientos en el Monte Sinaí, cuando violaron los mandatos y principios de ese pacto, éste mismo dejó de existir, por eso las Tablas “el contrato” de ese pacto, por así decirlo, debían romperse. En cuanto al templo era un reflejo de la unión y la santidad del pueblo, cuando éste deja de comportarse a la altura entonces el templo deja de existir. Eso nos enseña que a veces las cosas tienen que romperse antes de poder ser reconstruidas.

3) El deseo y las intenciones son más importantes que la razón misma

Una de los aspectos que se enseñan cuando se habla de las Ruptura de las Tablas es que no había otra forma de hacer entrar en razón al pueblo judío. Rab Hirsch nos dice que el pueblo ya se había degradado tanto que incluso el deseo de estar con D-os, en la forma en la que vivían antes ya se había borrado de su mente y su corazón. Ellos no iban escuchar cualquier razón que Aarón o Moisés les dieran porque deseaban construir el Becerro y una vez construido deseaban el estado de inmoralidad en el que se encontraban. Por eso la razón como herramienta hubiera sido inútil.

4) No importa el nivel de la caída siempre hay punto de retorno

Durante el evento del Becerro de Oro el pueblo judío cometió los pecados más graves y degradantes en todas las áreas espirituales con las que el hombre tiene contacto. Cometieron asesinato, que es el pecado más grande que alguien puede cometer contra otro hombre, cometieron idolatría que es el peor pecado en relación a como se establece el contacto con la Divinidad; finalmente se degradaron sexualmente, lo cual muchos comentaristas lo ven como uno de los pecados más grandes que el hombre puede cometer contra sí mismo. Todo pareciera indicar que habían llegado a un punto que no tenía retorno, sin embargo, una vez que entendieron la gravedad de sus actos se abrió la puerta al arrepentimiento y por consecuencia al perdón. Tomaron la decisión de cambiar y lo hicieron al punto de volver a recibir las Segundas Tablas.

5) La perfección del carácter es un camino largo

A lo largo de todo el Tanaj el pueblo judío constantemente se tropieza con la misma piedra: su arrogancia. D-os los separó del resto de los pueblos para “ser una luz entre las naciones” para que a través de los mandatos divinos, pudieran traer a la tierra la Presencia Divina. Los separó a través de un objetivo, sin embargo, esa cercanía que D-os les dio, también los volvió arrogantes. Por eso cae el Primer Templo, por eso un rey judío se atreve a colocar un ídolo en Jerusalén, por eso construyen el Becerro de Oro. El hecho de que veamos al pueblo judío equivocarse una y otra vez con los mismos errores, de forma constante, nos enseña que la perfección del carácter no se da de un día a otro sino que el trabajo de siglos.

El Becerro de Oro es el mejor ejemplo, pues no ocurrió mucho tiempo entre la entrega de la Torá en el Monte Sinaí y ese evento. Es decir, no pasó mucho tiempo entre el momento que más cerca estuvieron de D-os y el momento que peor se degradaron. Así es cualquier proceso de crecimiento no es una línea recta hacia arriba si no irse acercando poco a poco con el tiempo.

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Aranza Gleason: Aranza Gleason se define a sí misma como una judía en el exilio. Nació con una raíz dividida como sus poetas favoritos; busca y ama al judaísmo, pero como a los personajes que lee, éste, también se le escapa de las manos. Estudió Lengua y Literatura Inglesa en la UNAM y ha trabajado en Enlace Judío desde el 2017. Le gusta leer, viajar y experimentar el mundo de forma libre.