Enlace Judío México e Israel – Nisan Cialic es un activista del sionismo, reconocido por su intensa labor en organizaciones como Hanoar Hatzioní. Pero alguna vez fue un joven recluta del Mossad que persiguió a Josef Mengele por Sudamérica. En entrevista exclusiva, nos cuenta la historia.
En 1941, el médico de guerra Josef Mengele recibía la Cruz de Hierro de Segunda Clase por sus acciones en el frente, en Ucrania. Un año más tarde, el miembro de las SS obtendría la condecoración en Primera Clase tras salvar de un tanque en llamas a dos soldados alemanes.
En ese mismo 1941, pero a 11,000 kilómetros de distancia, nacía Nisan Cialic, en el seno de una familia judía ashkenazí, en Argentina. Ya desde los 17 años, el joven Cialic mostraba una militancia muy activa en la causa sionista, que lo llevaría a inscribirse en el Majón LeMadrijim, un programa de entrenamiento para líderes juveniles impartido en Israel.
Entre los años 1942 y 1945, mientras Cialic era apenas un niño preescolar, Mengele construía su reputación definitiva: no como un héroe de guerra sino como uno de los mayores criminales que la humanidad haya conocido.
Tras su breve paso por los campos de batalla, Mengele pidió ser transferido al campo de exterminio de Auschwitz, donde podría dar rienda suelta una de sus grandes pasiones. Médico de carrera, Mengele estaba obsesionado por la genética y su hija atrofiada, la eugenesia. En nombre de esta pseudociencia, nacida en Europa pero encumbrada en Estados Unidos, el oficial nazi concibió y llevó a cabo todo tipo de experimentos, especialmente con gemelos.
A diferencia de otros médicos, que encontraban especialmente estresante la labor de seleccionar los prisioneros que debían ser asesinados en las cámaras de gas y dividirlos de quienes servirían en los campos de trabajo forzado, Mengele parecía disfrutar esa tarea. Se le recuerda silbando alegres melodías mientras con un dedo decidía quién debía vivir y quién sería asesinado.
Disfrutaba esa labor porque, entre otras cosas, le permitía identificar a los gemelos que después usaría para sus experimentos. Gracias a estos, Mengele podría servir como la representación perfecta del “científico loco”. Pero no uno bonachón y despistado de cabellera enloquecida sino el personaje central de una película de horror.
La vida de ambos personajes estuvo a punto de cruzarse al comenzar de la década de 1960, cuando Cialic, entonces un joven sionista de 18 años, que servía como Sheliaj en una provincia a 600 kilómetros de Buenos Aires, recibió una llamada telefónica que lo llevaría a vivir una aventura novelesca.
“Me llamó la atención que me llamaran (…) porque los medios económicos que el movimiento juvenil tenía no eran para malgastar en viaje urgente”, recuerda Cialic desde su casa en Israel, en una conversación exclusiva con Enlace Judío. Casi sesenta años después de aquellos acontecimientos, algunos nombres, algunas fechas escapan a la memoria del actual presidente mundial de Hanoar Hatzioní, y vicepresidente de Keren Kayemet LeIsrael.
Sin embargo, reconstruye los generales de la historia que tuvo que callar durante décadas, a instrucción expresa del gobierno que, sin que él lo supiera a ciencia cierta en aquel entonces, lo reclutó para seguir la pista por Sudamérica de Josef Mengele, el “Ángel de la muerte”.
El barrio de Olivos
La llamada provenía de Buenos Aires. El Sheliaj de la Hanoar Hatzioní en aquella ciudad, Hilel Puch, pedía la presencia urgente del joven Cialic para ocuparse de una misión que acariciaría el rango de lo histórico, “un granito de arena” en la intrincada historia de la cacería de nazis en Sudamérica.
“Cuando llegué a lo de él me pidió la máxima reserva y me comentó de que en un diario de la ciudad de Mar del Plata, una ciudad de veraneo a 404 kilómetros de Buenos Aires, hay un jefe de policía, un señor Ochantos, me recuerdo el nombre, y ese hombre ha publicado en el diario local algo sobre Mengele y sus actividades.”
La primera parte de la misión consistía en viajar a Mar de Plata, donde debía presentarse como un supuesto periodista de Mundo Israelita interesado en escribir un reportaje. En realidad, debía obtener información adicional que le permitiera encontrar a Mengele.
Durante varias semanas, Cialic viajó hasta Mar de Plata para entrevistarse con Ochantos, quien le proporcionaba diversos materiales que, sin embargo, carecían de valor.”Entendimos que (en) el material que nos daba no había nada nuevo, que era recopilado y estaba en los archivos, pero no nos ayudaba a adelantar la investigación”, recuerda el hombre que por primera vez puede conceder una entrevista sobre el tema y ser identificado por nombre y apellido.
El fracaso en Mar de Plata no detuvo los esfuerzos de Israel por dar con el perpetrador. Los hechos ocurrieron justo en la época en que una misión del Mossad logró secuestrar a Adolf Eichmann y llevarlo a Israel, donde sería enjuiciado y ejecutado en la horca, dos años más tarde.
Las noticias sobre la sustracción de Eichmann debieron poner a Mengele en alerta, lo que ocasionaría que, a partir de entonces, viviera bajo la sombra del miedo y la persecución, y saltara de una residencia a otra, en países como Argentina, Brasil y Paraguay. Durante algún tiempo, Cialic estuvo tras sus pasos.
Las investigaciones lo llevaron hasta el barrio Olivos, donde el equipo sobornó al cartero que distribuía la correspondencia de la zona para que les diera las cartas que iban dirigidas a la familia de Mengele. “Las personas que se dedicaban a eso abrían (las cartas), hacían la fotocopia, al día siguiente se las devolvíamos al cartero y de esa manera sabíamos dónde y qué pasaba en esa casa.”
Así supieron que, una vez más, Mengele había escapado. Pero la persecución no se detuvo ahí. El joven recluta del Mossad tuvo que asumir nuevas identidades para seguir los pasos del criminal nazi por cuya localización llegó a ofrecerse una recompensa de más de tres millones de dólares.
Un falso antropólogo debe ocultar su desnudez
Durante los meses que Cialic sirvió al Mossad, su reclutador le encomendó diversas misiones. Una de ellas consistió en viajar a Río de Janeiro, Brasil para encontrarse con dos personajes “que hasta el día de hoy no me acuerdo cómo se llamaban.
Lo que sabía de ellos es que solo hablaban inglés, idioma que él, egresado de una escuela técnica, desconocía por completo. Recuerda que su jefe le pidió hacerse de un diccionario y aprender el idioma a toda velocidad.
“Así fue como me encontré con estas dos personas en una cita que hicimos en un restaurante, en un café (…) y me empezaron a hablar en inglés. No entendí media palabra de lo que hablaban. Pero la necesidad obliga y lentamente entendí que viajábamos por el Iguazú a Paraguay.”
Para su nueva aventura, Cialic asumió la identidad de un estudiante de Antropología, tema del que no sabía absolutamente nada, por lo que tuvo que leer algunos libros de la materia para que su personaje fuera creíble.
Fue en Paraguay donde los destinos de Cialic y Mengele estuvieron más cerca de cruzarse. Hasta una remota finca de aquel país sudamericano condujeron las pesquisas de la inteligencia israelí. El pretendido antropólogo, que debía mostrarse interesado en el estudio de las etnias locales, fue recibido por la familia Kruger, de origen alemán.
Ahí vivía el joven Oigen, de la edad de Cialic, hijo del matrimonio que regenteaba la estancia. “Un muchacho de mi edad”. Tenía que cuidarme de, cuando nos bañábamos, no estar juntos. (También) tenía que cuidarme de expresarme en una forma que no sea sospechosa.”
Era una granja “alejada de toda civilización. O sea que podía no haber vuelto de ahí. Era bastante peligroso.”
Pero la familia Kruger nunca sospechó que su huésped había sido reclutado por la que se convertiría en la agencia de espionaje más sofisticada del mundo. Tampoco intuían que, miembro de una familia ashkenazí, el joven Cialic hablaba ídish y, por tanto, entendía el alemán.
Fue así como, un día, Cialic logró escuchar una conversación que le puso los pelos de punta: “¡Si él supiera que en esa cama durmió Mengele!”. El sionista, improvisado espía, llegaba tarde a su cita con la historia.
El monstruo en el agua
La justicia nunca alcanzó al doctor Mengele. Al igual que muchos otros criminales nazis, logró evadir a sus perseguidores por más de dos décadas, durante las cuales encarnó diversas identidades falsas mientras, por un lado, disfrutaba de una vida acomodada y, por el otro, vivía sometido por la angustia de saberse perseguido.
Por las noches, Mengele dormía con una pistola bajo la almohada, y en una de las propiedades que ocupó, mandó colocar una torre desde la cual vigilaba los movimientos extraños a la distancia. Diversos historiadores han dado cuenta de la paranoia y el deteriorado estado de salud que acompañaron a Mengele durante sus últimos años.
El 7 de febrero de 1971, el cuerpo de un hombre ahogado apareció en una playa de Bertiloga, Brasil. Fue identificado como Wolfgang Gerhard, el último pseudónimo empleado por el “Ángel de la muerte”. Su verdadera identidad sería revelada años más tarde y confirmada mediante exámenes genéticos.
En una breve suerte de justicia poética, su esqueleto sirve para la instrucción de los estudiantes de una facultad de medicina en Sao Paolo. Ningún experimento de Mengele sirvió jamás a la ciencia.
De vuelta en 2020, el incansable activista Nisan Cialic, desde su casa en Israel, lamenta que “durante 60 años yo no pude contar absolutamente nada de lo que hicimos. Un periodista israelí muy bien reconocido y que trata de todos los temas de lo que es espionaje, lo que es sabotaje y esas cosas…. él lo publicó. Y pidió permiso a las autoridades de poner mi nombre”, pero no le concedieron más que la autorización de usar su inicial: “N.”
Dice que para aquel muchacho de 18 años, perseguir a Mengele fue una aventura “impresionante”, pero reconoce que, en el contexto de la historia, lo suyo fue “un granito de arena, nada más.”
Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío
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