Enlace Judío México e Israel – El Himno Nacional de Israel —su nombre en Hebreo es Hatikva, que significa, literalmente, la esperanza— es una de las melodías más conocidas entre los amantes del Judaísmo y, por supuesto, la más entrañable para todos los judíos sionistas y/o israelíes. Por supuesto, hay una serie de datos curiosos respecto a su historia, y vale la pena repasarlos, ya que algunos son poco o nada conocidos.
Primer dato: El texto
Herz Imber (1856-1909) escribió el poema Hatikvá en 1878 para conmemorar la reciente fundación del poblado Petaj Tikvá, uno de los primeros fundados por pioneros sionistas en la entonces provincia Palestina del Imperio Otomano. El texto original tenía 9 estrofas. En 1886, Imber lo incluyó en su colección de poesía llamada en hebreo Barká (literalmente, Estrella Resplandeciente de la Mañana), publicada en Jerusalén. Naturalmente, el texto original de Imber no llevaba música.
Segundo dato: La música
La musicalización del texto fue obra de Samuel Cohen, residente de Rishón LeTzion. Cohen quedó muy impresionado por el impacto de este poema en particular entre los campesinos sionistas, por lo que un año después de su publicación —es decir, en 1887— decidió ponerle música para que fuese todavía más fácil memorizarlo.
Respecto a la música hay una controversia común: ¿Se basó Samuel Cohen en la melodía “El Moldava” del compositor checo Bedrich Smetana, y que forma parte del monumental poema sinfónico Mi Patria? Es imposible pasar por alto que los primeros compases del Hatikva son idénticos al tema principal de la obra de Smetana. Por ello, se ha discutido si Cohen “plagió” a Smetana —opinión sostenida por muchos—, o si Smetana plagió a Cohen —opinión sostenida por muy pocos, debido a que Smetana compuso su poema sinfónico entre 1874 y 1879, alrededor de diez años antes de que Cohen musicalizara el texto de Imber—.
Resulta que ni una ni otra opinión son correctas. En realidad, tanto El Moldavia de Smetana como la música de Cohen para el Hatikva se basan en una melodía popular italiana de finales del siglo XVI o inicios del siglo XVII, llamada La Mantovana, y que es una composición original de Giuseppe Cenci, también conocido como Giuseppino del Biado. La habría escrito hacia 1600, y es una típica danza de Mantua (y por ello su nombre). Quienes han estudiado el tema en serio coinciden en que, en todo caso, esta fue la melodía que inspiró tanto a Smetana como a Cohen (y a muchos otros compositores que la han usado).
Aunque también existe otra posibilidad: que la similitud entre la Mantovana, el Moldava y el Hatikva sea una coincidencia. En realidad, se trata de una melodía muy elemental, tanto en su construcción melódica como en su estructura armónica. Es una simple progresión de grados conjuntos que van y vienen de la tónica a la dominante, haciendo un breve paso melódico por el sexto grado de la escala, armonizado con un acorde de Cuarto Grado, antes de regresar desde la dominante hasta la tónica. En realidad, una idea musical que tal vez se le haya ocurrido a muchos compositores sin que necesariamente haya habido un “plagio” de por medio.
Tercer dato: Theodor Herzl y el Hatikva
Theodor Herzl organizó el Primer Congreso Sionista en 1897 en Basilea, Suiza. Muchos de los delegados y representantes de diversas comunidades judías y organizaciones sionistas todavía desarticuladas, llegaron con cierto escepticismo al evento, sin estar seguros de que allí pudiera cocinarse algo en forma. A fin de cuentas, eran tiempos en los que el sueño sionista parecía absolutamente irreal.
Pero es un hecho que todos salieron de ese congreso profundamente impactados e inspirados por el trabajo de Herzl, y con el compromiso de echar a andar todo el esfuerzo que, eventualmente, culminó en la creación del Estado de Israel.
¿Qué fue lo que pasó?
El gran acierto de Herzl para unificar emocionalmente a los participantes fue que les ofreció dos cosas que el pueblo judío no tenía en ese momento: un Himno y una Bandera. Según crónicas de la época, fue un gran impacto para muchos asistentes entrar al salón de sesiones y ver que estaba adornado con un estandarte tan sencillo como emotivo: un lienzo blanco con dos franjas azules, y en medio una Maguén David dorada. Dicho estandarte luego se convirtió en la bandera oficial del Estado de Israel, y el único ajuste que recibió fue que la Maguén David pasó de dorado al mismo tono de azul de las franjas.
Y si eso fue un impacto positivo, la canción que Herzl presentó al congreso como himno representativo del movimiento sionista fue el clímax. Y, por supuesto, esa canción fue el Hatikva.
Cuarto dato: El cambio de letra
En 1948, el Hatikva fue declarado oficialmente como Himno Nacional de Israel, pero sufrió algunos cambios. El más evidente fue que no se usaron las nueve estrofas originales de Imber, sino solamente las dos primeras.
Pero la segunda estrofa recibió un importante retoque para adaptarla a la nueva realidad.
El texto oficial, traducido al español, dice lo siguiente:
Mientras en lo profundo del corazón
Palpite un alma judía
Y dirigiéndose hacia el Oriente
Un ojo aviste a Sión
No se habrá perdido nuestra esperanza
La esperanza de dos mil años
De ser un pueblo libre en nuestra tierra
La tierra de Sión y Jerusalem
Pero el texto original de Imber decía algo distinto en la segunda estrofa:
No se habrá perdido nuestra esperanza
La esperanza antigua
De regresar a la tierra de nuestros ancestros
La ciudad donde David acampó
Como puede verse, en el texto original de Imber se resiente la condición de exilio sufrida por el pueblo judío durante casi dos milenios. Cuando Israel pasó a convertirse en una realidad, se adaptó el texto para reflejar la consumación de esa esperanza.
Quinto dato: Venturas y desventuras en la interpretación
Hay muchas anécdotas alrededor del Hatikva y su interpretación. Algunas son tristes, como el hecho de que los ingleses, presionados por el creciente antisemitismo árabe, prohibieron en 1919 que el Hatikva se interpretara o se transmitiera por radio. También se sabe que hubo judíos que ingresaron a las cámaras de gas durante el Holocausto, cantando el futuro Hatikva por excelencia. Decidieron morir con La Esperanza en sus labios.
Pero también hay anécdotas felices: el más destacado compositor israelí del siglo XX, Paul Ben-Haim (1897-1984) hizo la versión orquestal del Hatikva que suele usarse en los eventos oficiales. Por supuesto, una gran cantidad de cantantes judíos ha grabado su propia versión del Hatikva, y acaso la versión más célebre fue la que interpretó Barbra Streisand en las celebraciones del 30 aniversario de la fundación de Israel (1978), y que dedicó a Golda Meir, con la que tuvo primero una conversación telefónica transmitida por televisión a toda la audiencia que estaba presente en el concierto de Streisand.
Fue un evento memorable, empezando por el incorregible sentido del humor con el que ambas mujeres charlaron durante varios minutos, provocando frecuentes risas y carcajadas del auditorio.
La conversación concluyó con una estruendosa ovación por parte del público, después de lo cual Barbra Streisand hizó la que acaso haya sido la interpretación del Hatikva más emotiva y recordada. Tradicionalmente, la última frase se repite, y la segunda vez se canta en el registro agudo. Por supuesto, Barbra lo hizo con el insuperable talento y emotividad que la caracterizan. El modo en el que concluyó su interpretación del Hatikva fue, simplemente, estrujante.
Ese mágico momento lo puedes ver en el siguiente video:
Golda Meir murió apenas un poco más de medio año después, en diciembre de 1978, a los 80 años de edad.
En 2013, Barbra Streisand volvió a conmover al público al finalizar su primer concierto en forma en Israel, en el Bloomfield Stadium en Jaffa, Tel Aviv, cerrando su participación con el Hatikva.
Aquí puedes ver también ese momento en que entonó el Hatikva:
No cabe duda de que el Hatikva es uno de los más emotivos y bellos.
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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