“Obras públicas”, la película de Netflix que retrata el pasado judío en Holanda

Algo que siempre me ha sorprendido es la forma en que cada cultura tiene su propia manera de honrar la memoria familiar. Algunos lo hacen a través de rezos específicos, otros a través de fiestas, de objetos y momentos designados a ello y unos cuantos a través de lápidas, flores y tumbas. Cada quien tiene su propia forma de recordar a sus muertos y de contar a sus hijos la historia de sus abuelos, de sus padres o antepasados. Y son recuerdos que por personales tienen mucho más valor que cualquier historia contada de segunda mano.

En mi caso las visitas ocasionales en carro a la casa de mi bisabuela siempre venían acompañadas de historias no tan antiguas, de barcos, persecuciones, pobreza y al mismo tiempo extrema riqueza y unas ganas de vivir la vida interminables. Mi familia a inicios del siglo pasado de formó de inmigrantes que acabaron en México huyendo de Europa y queriendo llegar a Estados Unidos. Por una razón u otra encontraron fortuna en esta tierra y aquí se conocieron, aprendieron amar la nueva lengua que sus hijos hablaban, las formas y colores del país al que habían llegado.

Aún recuerdo la alegría de mi bisabuela al hablarme de lo que fue para ella encontrar los colores de las flores en Xochimilco, la sorpresa al conocer el mango y lo mucho que amó el lugar a donde sus padres la llevaron de niña y donde el resto de su familia florecería. Su historia es sólo una de los cientos de miles de inmigrantes judíos que tuvieron que dejar Europa, tanto en el siglo XIX como en el XX, para encontrar una nueva vida en otro continente. Como en toda familia la historia del judaísmo es diversa para cada judío, y cada persona tiene una raíz distinta que se entreteje con elementos variados y que mira hacia atrás desde una multiplicidad de ángulos, por eso un retrato de la vida judía en los siglos pasados no es completa sin las historias particulares de las personas que lo formaron.

La película Obras Públicas de Thomas Rosenboom muestra una cara de lo que fue el judaísmo en Europa hace apenas siglo y medio. La historia empieza con Bennemin un obrero que trabaja en la construcción de las obras que se están realizando por el pueblo de Hoogeven, cerca de donde vive. Para su desgracia le obligan a tocar el violín mientras lo fuerzan a contemplar la tragedia más grande que le ha ocurrido a su familia. Después de un hecho así de atroz, el hombre es incapaz de acercarse nuevamente a su instrumento y decide venderlo al precio que el comprador pueda pagar. La trama entonces se desarrolla a través de otros dos personajes Walter Vedder y Christian Anijs.

El primero es un vendedor de violines que antes construía muebles. Su tienda, donde también vive, está situada en un barrio a las afueras de la ciudad que solía ser de comerciantes y judíos. Se acaba de construir el Museo Nacional de Amsterdam y la Estación Central de tren, una obra arquitectónica de tal belleza y tamaño que hasta la fecha sigue siendo un símbolo de Holanda, está por inagurarse. Además de esta gran obra se otorgaron permisos a un grupo de empresarios para construir el hotel Victoria el cual hasta la fecha es el primer edificio que se observa al salir de la estación. En ese momento era un símbolo de grandeza y avance que el gobierno de Holanda quería mostrar; para su construcción era necesario comprar y tirar las casas de quienes vivían en el barrio del señor Vedder. Todos sus vecinos venden por la suma de 20,000 florines de plata que el gobierno y los inversionistas ofrecen. Sin embargo, el señor Vedder se rehúsa a vender, quiere 50,000 florines para asegurar la estadía de su hijo en la universidad, parte de la trama se desarrolla entre las negociaciones que lleva a cabo el señor Vedder con ellos, los sueños y los planes que el mismo hace para cuando reciba ese dinero. Pues da por sentado que lo recibirá, aunque la audiencia sabe que no es un hecho cerrado.

El segundo Christian Anijs es un boticario con conocimientos médicos que vive en el pueblo de Hoogeven. Por compasión atiende gratis a los obreros y ellos acuden seguido a él. Sin embargo, esta actividad lo pone constantemente en problemas con las autoridades del lugar, pues no cuenta con un título de médico como tal. Es a través de él que el violín de Bennemin llega a manos de Vedder, pues Anijs y Vedder son primos.

Los tres personajes principales son judíos sin embargo viven de una forma radicalmente distinta y se relacionan con su judaísmo desde lugares muy diferentes. La gente del pueblo a la que pertenece Bennemin son ortodoxos, para ellos las tradiciones judías son tan normales y naturales como las situaciones que los rodean. Son campesinos, completamente aislados del mundo que los rodea y nunca han conocido otra realidad que no sea la pobreza. Viajan de pueblo en pueblo por temporadas en busca de trabajo, éste fue el grueso de los judíos que inmigraron de Europa a Estados Unidos.

En cuanto a Vedder y Anijs representan el hombre moderno, el judío que empieza a integrarse al entorno que lo rodea, que quiere ascender en la escala social y económica, pero que aún no navega tan bien ese mundo que a su familia hace algunas décadas les era ajeno. Viven en barrios buenos pero aislados y carecen de los títulos y herramientas que les permitiría desarrollarse plenamente en la sociedad a la que pertenecen. Sabemos de su judaísmo sólo por alusiones. Para el señor Vedder ese origen no tiene relevancia en su vida, mientras que para Anijs incluso representa un conflicto. El contacto con Bennemin le despierta emociones enterradas que lo empujan a acercarse a una religiosidad olvidada y un origen que en él se ve mucho más lejano. En cuanto a los tres las noticias que llegan de Estados Unidos convierten el continente americano en un lugar de ensueño, “la tierra de la libertad” con la que sueñan.

La película finalmente es un retrato de la realidad tan distinta que vivieron los judíos en esa época y aborda temas tan profundos e inseparables de la historia judía como la inmigración, la adecuación a la modernidad a través de la asimilación y la pobreza. Es difícil categorizarla como comedia o tragedia pues el destino de unos personajes es francamente desagradable, mientras que el de otros alegre y ligero. Aunque tiene detalles cómicos y divertidos, la trama mantiene a la audiencia en suspenso constante y tiene fuertes elementos trágicos. Es una película holandesa cuya belleza cinematográfica logró ganar varios premios en Holanda y realmente da honor a ellos, pues las tomas que tiene de Amsterdam y sus alrededores envuelven al espectador en escenas verdaderamente fascinantes.

Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío

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Aranza Gleason: Aranza Gleason se define a sí misma como una judía en el exilio. Nació con una raíz dividida como sus poetas favoritos; busca y ama al judaísmo, pero como a los personajes que lee, éste, también se le escapa de las manos. Estudió Lengua y Literatura Inglesa en la UNAM y ha trabajado en Enlace Judío desde el 2017. Le gusta leer, viajar y experimentar el mundo de forma libre.