A pesar de la gran cantidad de restricciones impuestas a los judíos por la Iglesia católica en las esferas política, social y económica, y los ataques al Talmud y la Mishná por parte de teólogos cristianos, la campaña para proscribir la literatura judía no se lanzó hasta el siglo XIII.
Esto llevó a que en el otoño de 1757, tras la expansión del movimiento frankista en Podolia, ocurriera el último auto de fe del Talmud en Polonia, en Kamenets-Podolski.
Desde años atrás, se había intentado evitar la enseñanza de la “segunda tradición” (δευτέρωσις) por el emperador Justiniano en 553 (novella 146), y en 712 los visigodos en España prohibieron a los conversos al cristianismo leer libros hebreos.
La primera condena del Talmud a la quema fue precedida por un período en el que nuevas fuerzas del racionalismo habían hecho su aparición en Europa occidental, así como un auge de movimientos sectarios como los cátaros o los albigenses.
Estas tendencias fueron contrarrestadas con fuertes medidas por parte de la Iglesia.
En 1199, el Papa Inocencio III declaró que, dado que las Escrituras contenían lecciones demasiado profundas para que las captaran los laicos, los cristianos debían confiar completamente en el clero para su interpretación.
La Iglesia también dirigió su atención a los judíos como posibles elementos subversivos. Uno de los resultados de la supresión de las tendencias racionalistas fue la quema de la Guía de los perplejos de Maimónides en Montpellier, sur de Francia, en 1233.
La Guía fue denunciada originalmente a los inquisidores dominicos por líderes judíos que se oponían al estudio de las obras de Maimónides. Aunque la conexión entre la quema de la Guía y la posterior quema del Talmud es tenue, sentó un precedente peligroso.
El último auto de fe del Talmud tuvo lugar en Polonia, en Kamenets-Podolski, en el otoño de 1757, tras la expansión del movimiento frankista en Podolia.
El obispo Nicholas Dembowski intervino en la controversia entre los líderes frankistas y judíos y ordenó que se llevara a cabo una disputa entre ellos.
Posteriormente condenó que todas las copias del Talmud encontradas en su diócesis fueran confiscadas y quemadas después de haber sido arrastradas por las calles en burla.
Se realizó una búsqueda con la ayuda del clero, la policía y los frankistas para el Talmud y otros escritos rabínicos. Cerca de mil copias del Talmud fueron arrojadas a un pozo en Kamenets y quemadas por el verdugo.
Con información de JVL.
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