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sábado 02 de noviembre de 2024
Imagen de una mujer frente a una computadora portátil

Zakie Smeke/ El debate sobre el “cara a cara” en la clínica psicoanalítica

¿Cuántas veces no hemos escuchado decir a las personas con las que habitualmente tenemos contacto expresiones como las siguientes?: “¿Cuándo y cómo va a terminar esta situación?”, “¡Estoy fastidiada, aburrida y desesperada!” Estas frases son síntomas de desgaste, de hartazgo, de preocupación y a veces de una angustia flotante que obstaculizan el intercambio emocional y la comunicación. Una de las posibles causas de estos sentimientos puede ser por el resultado de las  limitaciones y los cambios que padecemos en la vida cotidiana, en lo personal y lo familiar por la pandemia del COVID-19.

Frente a este malestar y por la incertidumbre frente al futuro próximo, las personas solicitan apoyo terapéutico online a través de las nuevas herramientas digitales como el Zoom o la videollamada, entre otras.

El trabajo terapéutico a distancia no es algo nuevo, pero hoy se incrementa por las medidas sanitarias y, al mismo tiempo, renueva el antiguo debate sobre el encuadre en la clínica psicoanalítica en relación con la especificidad del método y la técnica psicoanalítica. Abre la controversia que cada psicoanalista tendrá que resolver en su abordaje clínico ¿Trabajar cara a cara o sostener la escucha sin la imagen de por medio?

Fue en su consultorio de Viena donde Sigmund Freud inauguró la escucha analítica versus la mirada. Desde el momento en que Freud formuló el sujeto del inconsciente abandonó el “teatro” charcotiano y su doloroso escenario del tratamiento de la histeria. Fundó el dispositivo de la escucha en el que la voz misma del analizante resulta ser el centro de gravedad ¡Ya no se trata de ver al paciente a los ojos!

No obstante, la problemática de la mirada traza la diferencia entre ver y mirar porque mirar es un acto propio de acceso al inconsciente. No se trata de ver el mundo externo o cómo viene vestido el paciente, se ensaya en cambio una mirada/escucha. Cuando el paciente no visualiza al analista puede estar más pendiente de su mundo interior y menos inhibido que en la posición sedente, en la que sí hay exposición visual. Del lado del analista evitar la mirada favorece la atención flotante y el trabajo desde lo inconsciente.

¿Pero qué ocurre hoy en la clínica psicoanalítica con la intervención de la pantalla dividida?  Hay opiniones diversas en relación con la problemática de la mirada que propician los artefactos digitales.

El psicoanalista Néstor A. Braunstein en su artículo Tampoco el psicoanálisis volverá a ser lo que era… se refiere al paso del dispositivo analítico a las pantallas interpuestas entre los integrantes y cuestiona: “¿Con las pantallas cambian las condiciones básicas para la clínica?  ¿Qué puede hacer el psicoanalista en estas circunstancias sanitarias para continuar atendiendo a sus pacientes?”

Para el doctor Braunstein, el psicoanalista tiene el deber de atender a sus pacientes porque permanece siendo el soporte de los fantasmas del sujeto que se presentan a través de la palabra. Afirma que el vivenciar subjetivo del “cada uno” es lo que se ve reflejado en la situación transferencial que es lo propio del trabajo analítico y que se presenta aún cuando se trabaje en la pantalla dividida cara a cara.

Por otra parte, el psicoanalista Adalberto Levi Hambra en su conferencia Psicoanálisis y Tecnología, cuestiona el uso de las videoconferencias en la clínica psicoanalítica. Dice: “no se puede afirmar que todo haya cambiado. Hoy mismo muchos analistas, entre los cuales me cuento, trabajan por teléfono de modo similar a como lo hacen o lo harían en presencia, en el consultorio. Sin la presencia del analizante, solo basados en el discurso, y, desde luego con la omisión concreta de toda fantasía de diálogo. (…) Por ese motivo no uso, ni comprendo el uso de la videoconferencia que, para mí, constituye un lastre. Opino que no es necesaria la imagen, así como no lo es en el análisis presencial. (…) Uno habla por videoconferencia con un amigo, pero es evidente que un analizante no es un amigo. Y una videoconferencia induce a la confusión”.

Vemos de esta manera que las reflexiones vertidas en estos artículos nos obligan a reflexionar sobre los conceptos y el cuerpo de psicoanálisis. Cada psicoanalista tendrá sus razones para justificar si trabaja con la imagen interpuesta del Zoom o la videollamada o da la indicación de solo escuchar.

Para Braunstein: “Al cambiar el marco, le cadre de la cure, cosa que viene sucediendo con ritmo acelerado y de múltiples maneras desde hace más de medio siglo, se afecta a todos los procedimientos del psicoanálisis”.

Para Levi Hambra, “el sueño que es la vía regia al inconsciente es una de las cosas que no cambia. Pero analizar completamente un sueño, esto es interpretarlo, no requiere de la imagen para ocurrir. ¿Por qué sería necesario que analista y analizante se vieran para qué tal cosa ocurra?”.

El debate me parece interesante y actual, obliga a una reflexión sobre la tecnología y los cambios en el procedimiento clínico fundado por Freud hace más de un siglo.

Para concluir, Jacques Lacan, en La dirección de la cura dice: ¿De qué se trata en un análisis? Es cuestión de palabras. El psicoanálisis no tiene sino un médium: la palabra del paciente. Un sujeto se dirige a otro, y el medio para hacer lazo -un lazo otro- es la palabra. Más no se trata exactamente de cualquier palabra. Analista y analizante están posicionados en relación con ellas, aunque ambos no ocupan el mismo lugar.

 

*Zakie Smeke es Doctora en Filosofía Política, Maestra en Periodismo Político y psicoanalista.


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.

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