La vista juega un papel muy importante en nuestra vida sexual, tanto en la etapa previa como en el acto mismo.
Durante milenios, el ser humano ha utilizado imágenes para describir momentos de la vida íntima. En las ruinas de Pompeya, la ciudad romana cubierta por la lava de la erupción del volcán Vesubio en los primeros años del siglo I se encontraron dibujos pornográficos en algunos muros.
El desnudo ha sido uno de los temas recurrentes para los pintores y escultores, y según la época, ha sido apreciado o condenado.
Con la aparición del cinematógrafo a principios del siglo pasado, la difusión de material sexual se multiplicó y en la década de los 50s, la revista Playboy inició una nueva época. Ya se podían conseguir en puestos de periódicos, publicaciones con mujeres desnudas. Poco después aparecería Playgirl, para tratar de balancear la cuota de género, pero su vida fue corta pues los hombres consumen pornografía en mucho mayor proporción que las mujeres.
La llegada de internet y la posibilidad al alcance de todos de publicar lo que sea, ha incrementado exponencialmente el acceso a videos y literatura con contenido sexual, desde muy útil hasta muy, muy explícito y en muchos casos, lamentablemente anormal.
La palabra pornografía está formada a su vez por dos palabras griegas; porné, ‘prostituta’ y graphein, ‘ilustrar’, es decir, ‘ilustraciones de las prostitutas y de la prostitución’, aunque en la Grecia antigua nunca se utilizó. Fue en el siglo XIX cuando se acuño el término que ahora abarca todo tipo de manifestación, ya sea escrita, dibujada, fotografiada o en video, de actos sexuales de cualquier índole.
Las opiniones respecto a este tema son muy variadas. En un extremo hay quienes sostienen que es un tipo de manifestación artística, el ejercicio de la libertad de expresión o un elemento didáctico, de educación sexual. En el otro están aquellos que la consideran inmoral, pecaminosa y signo de depravación y decadencia social que puede influir en las conductas sexuales de adolescentes y jóvenes, generar deterioro en su vida sexual, modelar comportamientos y promover conductas sexuales violentas contra mujeres, conductas de riesgo y permisividad sexual y tratar como objetos a las personas.
Entre estos extremos están quienes la ven solamente como una diversión, un entretenimiento y, lo que aquí nos interesa, un medio para excitarse, para aumentar el deseo sexual.
Sin embargo, es muy importante estar conscientes de qué es lo que estamos viendo y por qué lo estamos haciendo.
El sexo en los videos pornográficos no es como el sexo que practicamos todos en nuestras vidas. El tratar de usar lo que vemos en la pornografía como un punto de comparación o de referencia es un error que puede hacernos sentir mal y frustrarnos, afectando nuestra vida sexual y emocional y nuestra autoestima.
Para empezar, hay que tomar en cuenta que todo lo que sucede en un video porno es una actuación, con efectos especiales y de iluminación, maquillaje, ensayos y cortes y cambios de escenas.
Además, los actores son seleccionados para que representen fantasías corporales y gimnásticas que están muy alejadas de la realidad de lo que puede suceder en la alcoba de una pareja.
Al ver una película de super héroes, que vuelan y tienen poderes extraordinarios, solo los niños llegan a creer que podrían imitarlos. De la misma manera, tenemos que tener una perspectiva realista de la diferencia entre el sexo porno y nuestra vida sexual.
DIFERENCIAS ENTRE EL SEXO PORNO Y EL SEXO REAL:
1.- El tamaño del pene:
La longitud promedio del pene de un hombre normal es de alrededor de 15 cms. El promedio del de un actor porno es de 18 a 21 cms, habiendo casos extremos en que llega a medir 30 cms.
2.- La velocidad de reacción:
En las películas porno, tanto hombres como mujeres están siempre listos para la acción. Las mujeres siempre están excitadas y húmedas y los hombres tienen erecciones instantáneas. En la realidad, dependiendo de nuestro estado de ánimo, la preparación de los cuerpos requiere de alrededor de 20 minutos de juego previo.
3.- El aguante:
Los actores porno hombres pueden durar media hora o más realizando el acto sin parar y, aparentemente, sin cansarse antes de alcanzar el orgasmo mientras que los hombres normales lo alcanzan a los 8 minutos en promedio. Además, los actores pueden repetir casi de inmediato, mientras que, en la realidad, el hombre requiere de tiempo para recuperarse y poder volver a tener otra erección. Este lapso puede variar de unos minutos a varias horas, dependiendo de la edad y el estado físico.
Igualmente, las actrices pueden aguantar horas de estar siendo penetradas y durante este tiempo tienen muchos orgasmos. Esto, en la realidad, tendría como resultado que la vagina de la mujer resultara seriamente irritada e incapacitada para volver a tener sexo por algunos días.
Según estudios serios, solo alrededor del 29% de las mujeres llegan a tener orgasmos vaginales, es decir, con la sola penetración. La gran mayoría lo alcanza por medio de otras estimulaciones
Lo que hay que tener en cuenta es que al filmar el video porno, hay cortes, entre los que puede transcurrir largo tiempo, por lo que la continuidad en la acción no es tal como la vemos, además que los orgasmos femeninos son fácilmente fingidos, con gestos y gemidos y gritos por parte de las actrices.
4.- La eyaculación visible
En casi todos los videos porno, cuando el hombre va a eyacular, saca el miembro de la vagina de la pareja y lo hace visiblemente, en diversas partes del cuerpo de ella, muy comúnmente en su cara y en la boca. Esta no es una práctica común en la vida real, pero en el video tiene un efecto muy taquillero, ya que, si no fuera así, no sería evidente la orgasmo de él.
Aunque no hay estadísticas al respecto, se estima que poco más del 20% de las mujeres aceptaría que el hombre eyaculara en su cara y cerca del 30% tragaría el semen.
5.- Otras fantasías.
En los videos porno hay muchos otros temas recurrentes, como las relaciones entre más de dos personas, sexo anal, bondage (amarrar a la pareja) y dimensiones de penes, pechos, vaginas y nalgas descomunales. Aunque todo esto también se da en la vida real, es en una proporción mucho menor.
En conclusión, la pornografía puede resultar interesante, entretenida y hasta excitante, si se toma como lo que es, una representación de fantasías, alejada de la realidad. Si nos llama la atención, debemos de tener cuidado de no caer en la rampa de compararnos o tomarlo como guía y medida de la calidad de nuestra vida sexual. El porno es, ante todo una industria, un gran negocio, que se basa en mostrar excesos acerca de un tema muy íntimo.
El sexo no es una competencia a la que entramos para romper récords. Debe ser un acto de dar y recibir placer, para lo que uno de los ingredientes principales es el liberarse de presiones y gozar el momento.
El estar consciente de que estemos siendo suficientemente efectivos nos hace perder concentración.
Esto, en los hombres el uno de los principales disparadores de la pérdida de la erección y la imposibilidad de continuar, con el peligro de que llegue a convertirse en un hábito dañino que afecte gravemente tanto la autoestima como la capacidad de experimentar esta deliciosa mitzvá.
Los gritos y gemidos de los actores porno llegan a ser tan fingidos que en lugar de provocar excitación, provocan risa mientras que el ver a nuestra pareja disfrutando y expresándose a su manera, con su estilo, es muchísimo más erótico ya que es real
Nunca vamos a ser los más ricos, los más simpáticos, los más fuertes, ni los campeones sexuales. Para tranquilizarnos, a continuación, se enlistan algunos récords sexuales impresionantes que, además de ser casi increíbles, rayan en lo absurdo:
Algunas proezas sexuales:
- El actor porno John Holmes tenía uno de los miembros más largos registrados. Medía 33 centímetros. También tuvo el récord de más relaciones sexuales un día; ¡55 mujeres. ¡Una cada 26 minutos! Su vida acabó en suicidio.
- En el Libro de Récords de Guinnes aparece la mujer con más orgasmos, 138 en una hora
- También en ese libro aparece el récord de orgasmos masculinos. 16 en una hora
- La actriz porno Lisa Sparks estableció en 2004 en Varsovia, Polonia un récord que hasta hoy sigue vigente. Tuvo relaciones con 919 hombres. La condición era que todos ellos eyacularan. Entre participante y participante descansaba 58 segundos.
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