Juntos venceremos
sábado 16 de noviembre de 2024
Janukiá con las velas encendidas

Carol Perelman/ Celebro la luz que iluminó el particular 2020

Enlace Judío – La luz ha sido físicamente definida, utilizada como energía, compartida como recurso y abusada como metáfora.

Me pregunto cómo describiría la luz el espléndido y emblemático Cyrano de Bergerac, poético e imaginativo personaje de Edmond Rostand, al referirse sin poesía, esta vez no a su nariz.

¿Qué es la luz?

Físico: fluido de fotones viajando a la máxima velocidad posible

Vegetal: fuente de energía sin la cual no podría fijar el dióxido de carbono en sus hojas.

Astronómico: la historia misma del universo, el tiempo y espacio que relatan un origen

Naciente: la primera impresión del mundo para un bebé 

Aeronáutico: la guía para aterrizar con seguridad

Lluvioso: la oportunidad para dividirla y crear los colores del arcoíris

Ferrocarrilero: el final del túnel.

Primitivo: lo suficiente para proveer calor de fogata y certidumbre en la intensidad de las noches

Ciego: irrelevante, extraño y desconocido.

Humano: promotor del desarrollo de la vida misma; conexión con el mundo que nos rodea, fuente de energía. 

Pero también, la luz es bienestar, ilusión, apapacho. Quizás por ello culminamos tradicionalmente nuestros años, ese tiempo que hemos definido como cierre de un ciclo, haciendo conmemoraciones que incluyen luces. Unos encendiendo frondosos árboles, incluso bengalas, otros prendiendo velas en candelabros, algunos sólo de forma simbólica en los corazones, todos en una época que se torna espiritual, haciendo alusión a los sinónimos de iluminación. 

Hoy que encendemos la primera vela de Janucá es casi una costumbre obligada, melancólica, reflexionar sobre el año que está (finalmente) por concluir. Esta vez, no volteo, prefiero no distraerme mucho y mantener mi enfoque al frente; hoy, nos es urgente llegar al expectante 2021, así que hago solamente uso de la memoria, mirando de reojo al espejo retrovisor.

Ahí, reflejo de los últimos meses, reconozco un 2020 de profundas ambivalencias; con difíciles días, noches, horas que ya transcurrieron y no estoy segura cuándo ni cómo; con ahora inexplicables, pero inevitables secuelas, unas visibles, otras quizás no; con una marca histórica, indeleble, tatuada, muestra de que somos testimonios sobrevivientes de este tremendo episodio que aún no acaba.

Pero también, reconozco muchos valiosos aprendizajes y momentos que en el contexto de la pandemia fueron destellos sumamente brillosos, de extraordinaria felicidad, certidumbre y estabilidad. Esos, por su intensidad, por su contraste con el entorno penumbroso, fueron mis lumbreras del 2020, las guías que me mantuvieron mas o menos cuerda, funcional.

Mis ocho luces del  2020:

  1. Comprender la sorprendente e íntima INTERCONEXIÓN entre todos los habitantes del planeta, más allá de la globalización superficial, esta la profunda dependencia como seres de la misma especie, con un destino y retórica común, miembros de una red humana tan compleja, vinculada y cercana que va mucho más allá de las fronteras que nosotros mismos nos hemos inventado. Es emocionante entender el significado que podríamos otorgarle a este hallazgo. Un descubrimiento que el virus hizo evidente en escasos días. 
  2. La experiencia de haber vivido en carne propia una ATROPAUSA, el momento en que gran parte de los seres humanos estábamos guardados, expectantes, contemplativos, asustados… en que el mundo natural continuaba su curso, los pájaros trinaban y la Tierra rotaba, a pesar de que los humanos estábamos sosteniendo por unos instantes nuestra respiración.
  3. La celebración humana de la COLABORACIÓN, concepto que en la práctica faltó en muchos aspectos pero que sin lugar a dudas revolucionó el mundo científico, y es precisamente de este trabajo en equipo que han salido los grandes aciertos del 2020: las vacunas ya no teóricas, los tratamientos en proceso, esas mejores prácticas médicas que ya salvan más vidas y el extraordinario esfuerzo titánico de comunicación, colmado de compromiso, horas extras y profesionalismo, de los periodistas de ciencia y los divulgadores que mantuvieron los micrófonos abiertos para conceder a la población avances en tiempo real, para darle significado y contexto a las constantes noticias. 
  4. El resignificado de lo que es ESENCIAL. Cuando se tuvo que dar un nuevo espacio a la oficina, una nueva definición a la escuela, un valor antes no asignado a los trabajadores que dan movimiento a lo cotidiano, tuvimos que preguntarnos qué es realmente esencial y manejar los riesgos entorno a ello. Quizás muchos le otorgábamos valor a eventos, personas y actividades que en verdad no eran tan esenciales. ¿O sí? Y entonces, los riesgos que decidimos asumir dependieron precisamente del resultado de esa reflexión.
  5. Usamos nuevas palabras, además de hablar de RESILIENCIA ahora encontramos la ANTIFRAGILIDAD de Nassim Nicholas Taleb, para explicar eso que construimos como respuesta a la crisis; la necesidad de reinventarnos y crecer ante la adversidad, tomarlo como la oportunidad catalizadora para ser mejores ciudadanos, humanos, personas. Tratar de ir más allá de sólo sobrevivir.
  6. Necesariamente tuvimos que encontrar nuestro estuche de fortalezas, y entre ellas recurrimos a la GRATITUD. Porque este año agradecimos lo que sí tenemos, nuestra riqueza fue reconocer el poder de ser agradecidos, y por vez primera atesorar y valorar con lo que sí contamos. No lo que nos falta. Vimos por vez primera el vaso medio lleno en vez de permitir pensamientos de insatisfacción y sentimientos de ambición. Y no hablo de conformismo, me refiero a un cambio de enfoque. En ese que nos permite disfrutar de momentos felices.
  7. Sin duda, entendimos que la CIENCIA por sí misma, como herramienta, si es suficiente para la comprensión de los grandes problemas globales; ahora la pandemia, y también el cambio climático, las desigualdades. Pero que para la resolución de todos ellos, debe de aplicarse la ciencia a las políticas públicas. Que la ciencia no puede por si misma mejorar la calidad de vida y asegurar el bienestar de la sociedad, sino que para impactar a las sociedades requiere ser la guía de las grandes decisiones.
  8. Recientemente, en una plática para padres de familia, el educador argentino Gustavo Mendive contó que los jugadores de futbol, luego de perder un juego, pueden quejarse sobre cualquier aspecto para justificar su derrota, que todo es aceptable menos echar la culpa a las condiciones de la cancha, ya que en esa misma cancha el equipo ganador también jugó. Y así es la vida. Existen realidades, entornos, circunstancias que no podemos cambiar. El famoso “círculo” al que no tenemos influencia. Ese es, y una vez que lo ACEPTEMOS tal cual, como verdadero, podremos DECIDIR sobre las acciones y actitudes que podemos adoptar. Una decisión a conciencia. La estrategia de adaptación. Y son esas decisiones las que nos otorgan CONTROL, y a su vez es ese control el que en la incertidumbre de la pandemia nos dio tranquilidad, algo de estabilidad. Unos hornearon pan, hicieron mucho ejercicio, pintaron y lograron manualidades… otros, nos covidizamos y hasta hoy seguimos sumergidos en esta misión aparentemente infinita de digerir tsunamis de información para llevarla a quien esté dispuesto a escuchar, leer, conversar o ver. Por ello, gracias. Estoy eternamente agradecida por la oportunidad de haberme permitido consumir ideas para convertirlas en mensajes concretos pertinentes, a veces de relevancia. Ese fue mi remedio personal al poco control que el coronavirus me concedió.

Estas 8 lecciones de vida, las 8 velas, las que me dieron luz en el 2020 las atesoraré por siempre. Sin embargo, el candelabro tiene 9 brazos, y no me olvido de esa vela 9, el Shamash, la luz que además de brillar también enciende a las demás. Esa, que es tan importante porque distribuye luz sin extinguirse es mi FAMILIA. Esa que defino como mi soporte y núcleo esencial. Que son mi SENTIDO particular para lograr amanecer cada día y suspirar cada mililitro de aire. Que cuando no encuentro la energía ni la razón, entonces me convence de que sí vale la pena, que como personas y también como humanidad venceremos y saldremos adelante, fortalecidos. 

Tengo una gran fe en el 2021. Por un lado, ya somos expertos en cómo llevar una vida más segura, claro que tendremos que seguir con el cubrebocas y procurando la sana distancia, el coronavirus no va a desaparecer mágicamente con las 12 campanadas de media noche en el cambio de año. Pero paulatinamente estamos comenzando a disfrutar de los resultados de los exorbitantes esfuerzos por tener y distribuir las vacunas que poco a poco irán transformando a nuestra sociedad. Quitarán el velo que nos da el ser susceptibles para estar protegidos. Durante esta conversión tendremos que ser prudentes y aún conducirnos con inteligencia. Sin embargo, esta ansiada transición será un triunfo de ciencia, de la salud pública y la voluntad de las personas. Mientras, aún, paciencia.

Jag Sameaj, Feliz Janucá.
Felices fiestas.


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.

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