Aranza Gleason – La Navidad y los judíos es uno de los temas más interesantes y complicados que se me ocurre pensar. Por un lado la Navidad misma es compleja; en qué momento dejo de ser una fiesta religiosa para convertirse en un festejo familiar para tantas personas. Por el otro, cómo se popularizó con tanta fuerza en todo el mundo, si tan sólo hace unas décadas no era tan importante en varios países y finalmente qué hicieron los judíos a lo largo de ese tiempo cuando tenían frente a ellos hordas de gente en tiendas y oficinas celebrando algo de lo cual no necesariamente eran parte. Qué sucedió a mediados del siglo XX que hoy en día tienes a artistas completamente judíos como Natalie Portman o Barbara Streisand, que no es seguro que celebren Navidad, de todas formas mandando felicitaciones o tomándose fotos en casa con su árbol navideño, qué es lo que expresa este fenómeno y cuál es la respuesta que los judíos han dado a lo largo de las décadas.
La respuesta es compleja pues depende de la época y el grupo judío al cual nos refiramos lo cierto es que celebrar Navidad para los judíos estadounidenses es un fenómeno más común de lo a que muchos les gustaría y definitivamente la influencia ha sido doble tanto los judíos se han dejado encantar por los regalos, la alegría y el brillo de la época navideña como la Navidad misma ha adquirido ciertas características particularmente judías que queremos describir. A continuación hablaremos de cómo los judíos reaccionan ante la Navidad y la Navidad ante los judíos.
La prohibición religiosa y el fenómeno cultural
La primera pregunta que surge es cómo ven los judíos la Navidad desde la perspectiva religiosa y la respuesta es muy clara, varios rabinos la prohíben. No se considera en sí idolatría porque uno puede realizar ventas para esta celebración y uno no está obligado a sufrir una perdida monetaria para abstenerse de participar en ella, sin embargo, bajo la perspectiva de la gran mayoría de los rabinos ortodoxos y conservadores por su origen religioso uno no puede celebrar Navidad como tal. Por eso la gran mayoría de los judíos observantes se abstienen de cualquier participación navideña ya sea obras de teatro, fiestas de oficina o cualquiera de ellas, buscan formas de evitarlas o hacer que sus hijos no sientan faltas por abstenerse de ellas. Sin embargo, existen en todo el mundo una variedad de judíos que si bien conservan sus tradiciones, no se consideran a sí mismos observantes y no siguen al pie de la letra lo que los rabinos exigen.
Dentro de ese grupo existen tres tipos de respuestas: los judíos que realmente deciden apartarse por completo de la Navidad por considerarla ajena a ellos; van a un restaurante que esté abierto esa noche para no sentir el vacío de las calles solas o siguen su día como cualquier otro, los judíos que atienden a fiestas de oficina o de amigos como si fueran al cumpleaños de algún conocido y los que sienten alegría genuina por el imaginario colectivo que la época navideña despierta. Éstos últimos a veces no sólo participan de la fiesta sino que se involucran activamente en ella, comprando adornos, árboles, bajando jingles (canciones navideñas), dándole regalos de Santa Claus a sus hijos y cocinando postres especiales. Para ellos la Navidad no es una fiesta religiosa, sino una tradición que fomenta la familia y la amistad.
En México, casi no existen judíos de este último tipo, para la gran mayoría de los judíos mexicanos la Navidad es irrelevante y prefieren viajar en este día. Sin embargo, en Estados Unidos la actitud pronavideña describe a un gran porcentaje de judíos seculares y tiene sentido, pues ya desde el siglo XIX era una tendencia común en países como europeos como Alemania y Francia. El mismo místico Gershom Sholem habla del árbol navideño que sus padres ponían cada diciembre y podemos ver fotos de Teodoro Herzl en su casa con su árbol. También pues para los judíos de esa época la Navidad era muy parecida a lo que se vive hoy en Estados Unidos: una forma de aceptar e incluir la cultura que los rodea. Sin embargo, esa inclusión no siempre es sencilla en el negociar interno de la persona a veces se expresa un conflicto que a su vez hace aflorar la imaginación de quien lo vive; los renos voladores, elfos verdes y muñecos mágicos en muchos sentidos se beneficiaron del imaginario judío y a su forma expresan el conflicto de qué hacer con una cultura a la cual se quiere pertenecer pero se es ajeno. Las siguientes expresiones culturales que hoy son típicas de Navidad fueron incluidas a la tradición navideña por judíos y muestran mucho del conflicto identitario que se vive al pertenecer a una cultura minoritaria.
Formas en la que los judíos influyeron en Navidad
Canciones navideñas y jingles
Uno sabe que está en diciembre cuando entra a la tienda y están las típicas canciones de Navidad invariablemente. Esta tradición existe desde épocas casi medievales, sin embargo eran canciones cantadas a capella y hablaban de la Natividad y la fe, ¿en qué momento empezaron a hablar de renos con narices rojas, de nieve, trineos y campanitas? La respuesta radica a mediados del siglo XX cuando ya era posible grabar discos y los comerciantes se dieron cuenta que vender canciones para épocas navideñas podía representar el mejor negocio del año. El primero en sacar un número de Navidad exitoso y que marcó la pauta de la industria, curiosamente fue un judío Irving Berlin, cuyo nombre original era Israel Baline. En 1942 bajo su autoría salió a la venta “Blanca Navidad” (White Christmas) el disco más vendido de ese año. Con tan sólo dos imágenes toco el corazón y el recuerdo de miles de soldados estadounidenses que se encontraban lejos de casa o de sus hermanos que los esperaban con angustia. Fue un impulso para ellos en la guerra y rápidamente un ícono en la cultura estadounidense.
El gran éxito despertó la imaginación de varios compositores, pronto las canciones de Navidad se volvieron un elemento clásico de las fiestas decembrinas. Curiosamente varios de los números más famosos fueron escritos por judíos como “Rodolfo el reno,” (Rudolph the Red-Nosed Reindeer) “Campanas plateadas” (Silver Bells), “¡Deja que nieve!” (Let it Snow! Let it Snow!) “Rockin’ around the Christmas Tree,” “Winter Wonderland,” “It’s the Most Wonderful Time of the Year” que hasta la fecha son de las canciones más escuchadas en Navidad y que artistas de todos los géneros han tomado como inspiración para cantar.
Lo que impulsó a dichos compositores judíos a hacer este repertorio tan grande de canciones en cierto sentido parte de un anhelo de pertenencia y un deseo muy grande de compartir una experiencia imaginada fue lo que le dio un sabor más intenso a las letras. Y si las analizamos de cerca casi todas ellas hablan del calor de la compañía familiar, de la belleza del invierno o de un mundo imaginario que no existe. Son elementos que tenían muy cerca y que veían con añoranza.
Primeras animaciones de Navidad
Otro fenómeno muy interesante es el de las animaciones y películas de Navidad. Casi en cualquier parte del mundo si uno prende la televisión el 23 o 24 de diciembre encontrará los canales infantiles inundado de caricaturas donde aparece Santa Claus, los elfos o algo relacionado con la Navidad y muy probablemente desde meses antes habrá visto películas animadas anunciadas en las plazas comerciales o cines del tema. Pues por lo general los productores de los grandes estudios graban más de una película para presentar en estas épocas. Ello es herencia de lo que iniciaron tanto Walt Disney como Paramount Pictures con los hermanos Fleischer en los años 30. Y si bien en la competencia sólo los hermanos Fleischer eran judíos, su imaginación fue clave para generar la gran mayoría de las imágenes y mitos que se tienen sobre Santa Claus y los renos. Sin ellos, la Navidad carecería en gran medida de personajes tan importantes como “Rodolfo el reno” pues si bien fue inventado por Robert L. May (también judío) fueron los hermanos Fleischer quienes lo llevaron a la animación y lo eternizaron en el tiempo.
Pero no sólo por su inventiva e impacto es que las caricaturas navideñas de estos hermanos son interesantes además son una muestra clara del sincretismo cultural que hubo en los años 30 y 40 con los judíos provenientes de familias alemanas, austríacas, checas, húngaras o polacas, donde algo se había quedado de la experiencia de los países pasados. De una forma muy bella y extraña llenaron de características incluso de símbolos a estas caricaturas, por ejemplo si uno se detiene en los árboles navideños de Paramount Pictures no es raro encontrar Menorás de Janucá o estrellas de David colgadas de sus ramas, entre otras cosas que si uno es atento nota en las caricaturas.
“Pastelitos judíos”
La comida es uno de los elementos culturales que más fácilmente se comparten y se mezclan en un lugar. Un excelente ejemplo son las galletas alemanas de jengibre que suele venderse en la Navidad estadounidense, algunos llegaron con la inmigración alemana propiamente cristiana, pero otros se difundieron fuertemente gracias a panaderos judíos, también provenientes de Alemania que necesitaban tener un ingreso sencillo y que la Navidad les ofrecía una forma de ganarse el sustento. Sin embargo, ningún postre navideño es tan interesante como los “Jødekager,” literalmente “pastelitos judíos” como les llaman en Dinamarca o “Jodenkoek” como les llaman en Holanda. Éstas galletas están hechas de mantequilla y nuez, roseadas con canela y sólo se comen en Navidad y sin las cuales se considera que la Navidad no existe. Lo que es muy interesante de este fenómeno es que incluso siendo un plato típico navideño, su origen judío se reconoce hasta el día de hoy, y nadie piensa en ellas sin pensar en la región judía de donde vinieron.
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