El Tikún Olam no tiene fronteras: Benjamín Laniado, presidente de CADENA

Enlace Judío México e Israel – Desde Honduras hasta Siria, desde México hasta Colombia, la misión humanitaria de CADENA recorre el mundo con una misión: acercar a los pueblos, unir a las personas y enaltecer los valores universales que dignifican a nuestra especie. Al respecto conversamos con Benjamín Laniado, presidente de esta organización. 

 

Incursiones en helicópteros artillados por parajes remotos y hostiles, miles de toneladas de lodo acumuladas sobre los techos de las casas más precarias, dolor, desesperación, angustia, poblaciones hambrientas, sed, días eternos que se suceden uno a otro en un desfile interminable de incertidumbre…

No es el argumento de una película de guerra sino el relato de una misión humanitaria en Centroamérica, emprendida por un grupo de voluntarios de la asociación CADENA, liderados por Benjamín Laniado, quien volvió de aquel infierno para compartir con Enlace Judío su mensaje de esperanza y su ejemplo de solidaridad con los más vulnerables.

“Gracias a que tenemos despliegue en algunos países, ya de manera permanente,  como es Guatemala, como es Colombia, como es Costa Rica, entonces pudimos hacer intervención inmediata con nuestras oficinas locales”, nos cuenta Laniado.

Pero Cadena no cuenta con oficinas en Honduras, uno de los países más afectados por el paso de los huracanes Eta y lota, que dejaron a su paso una devastación difícil de imaginar a la distancia. Debido a esa ausencia de representación en el país, CADENA debió realizar una serie de trámites para que el gobierno de Honduras le abriera sus puertas al equipo de rescate y ayuda humanitaria.

El equipo conformado por ocho personas, en una misión coordinada desde las oficinas internacionales de CADENA, en Miami, Florida, brindó su ayuda en el Valle de Sula, en Santa Bárbara y en la Mosquitia.

“Tuvimos una primera intervención, una semana, de una delegación de México, donde entregamos 500 filtros de agua y 500 lámparas solares en zonas muy devastadas. Y después nos cruzamos en el aeropuerto y salió otra misión (…). En la primera misión se fue comandando mi hijo Josef; la segunda misión la comandé yo. Entonces, lo vi nada más en el aeropuerto, le di un beso y salimos a lo que sigue.”

Con tres millones de personas afectadas, el tiempo era oro molido para los rescatistas. “El Valle de Sula se inundó por completo. Las casas, los barrios, las colonias, con hasta dos metros, tres metros de lodo, totalmente colapsados los servicios, totalmente colapsada la sociedad, la cotidianidad.”

La prioridad de los equipos de rescate fue “garantizar medios de vida: dar agua potable, luz eléctrica, consultas médicas y psicológicas. Es lo primero que se hace. Y luego, la evaluación de daños. Y luego, la evaluación de daños que hacemos nos sirve mucho para saber qué vamos a hacer después.”

Porque ante un desastre de tal magnitud, con severos daños estructurales, millones de personas desplazadas y un cúmulo de problemas sociales preexistentes como paisaje de fondo, Honduras se encuentra ávido de soluciones integrales.

“Tanto Guatemala como Honduras nos pidieron ayuda para hacer una evaluación estructural de puentes, edificios estratégicos y así, entonces, se nos ocurrió hacer una llamada a nuestros amigos en Israel, al Ejército de Israel, con los que ya hemos trabajado anteriormente.”

Las FDI, el desastre y la “belleza colateral”

Así fue como Israel envió a Honduras una misión oficial de ayuda humanitaria, que brindó asesoría en evaluación de daños y reactivación de servicios estratégicos, apoyada en software especializado que, a decir de Laniado, agilizó el proceso. “Fue una misión maravillosa”, dice.

“A parte de ir a beneficiar a los más necesitados, creo yo que a nivel de dos naciones, pueblos, culturas que se juntan en el momento más difícil, dejan un legado al mundo de lo que (es) el deber ser humano, humanitario, demostrando que el Tikún Olam no tiene fronteras, que el Tikún Olam piensa y siente y sobre todo, aplica el concepto de reparar este mundo, sobre todo pensando y sobre todo integrando el concepto de la familia humana.”

Así, ante el caos y la destrucción, surge la fuerza de la fraternidad de pueblos inconexos geográficamente pero unidos, de pronto, por conceptos entorno a los cuales la humanidad se ha construido a sí misma, conceptos que permiten que muchos sigan creyendo en la especie, incluso en tiempos de gran división política, de fanatismo y de pugnas interminables.

A este efecto reparador del mundo, que conjuga los esfuerzos más nobles y desinteresados de gente que trabaja por el bien de los otros, Laniado le llama “belleza colateral”, en alusión a la película de David Frankel.

Pero las Fuerzas de Defensa de Israel y CADENA no actuaron solas. Laniado reconoce el apoyo brindado por el gobierno de Honduras y por Claudia Herrera, del Centro para la Prevención de los Desastres en América Central y República Dominicana (Cepredenac), que les permitió acceder a zonas remotas e inhóspitas.

“Fuimos a una zona que se llama Mosquitia, que es una zona que está en el norte, que está justamente donde pegó el huracán primero, en la costa. Ahí estuvo estacionado el huracán diez horas. Es un huracán categoría 5, diez horas seguidas, con gente originaria, indígena, que no habla español, que vive en situaciones muy austeras; viven en casas elevadas porque ahí todo el tiempo se inunda.”

El camino hasta la Mosquitia, zona inaccesible y conflictiva, fue largo y tortuoso. “Para llegar ahí nos subimos a un avión militar, luego a un helicóptero militar. Íbamos en el helicóptero, volando bajo, con las puertas abiertas, con dos ametralladoras a los lados… fuimos a llevar agua potable a miles de personas”, recuerda Laniado.

“Fuimos allá en helicópteros y luego lanchas y luego cayucos… no se puede imaginar. De veras lugares remotos donde nadie entra. Entonces entramos y nos recibieron bien las comunidades. Empezamos a instalar sistemas de filtrado de agua a todas las comunidades. Fue algo muy impresionante, donde la gente estaba… está todavía ahorita en situaciones de salud muy deplorables, los niños, con todos los vientres hinchados; las madres, todo el tiempo con enfermedades, infecciones gastrointestinales severas…”

El equipo de CADENA llevó hasta allá generadores solares de luz eléctrica, sistemas de potabilización de agua y otros tipos de ayuda. Pero ante un desastre de tales dimensiones, la intervención de los voluntarios resultó insuficiente. “Lo que llevábamos nos alcanzó para la mitad”, admite Laniado.

“Llevamos drones, sobrevolamos la zona para identificar dónde estaban los lugares más impactados, más devastados y ahí es donde enfocamos la ayuda, poniendo también un ejemplo al pueblo hondureño, de que nosotros venimos desde lejos a ayudar, y siempre nuestro mensaje es de resiliencia, nuestro mensaje es de levántense ustedes y cada día hagan algo más para regresar y recuperar la normalidad.”

Porque, según Laniado, “en una situación de desastre, la gente se pasma, la gente se congela. Y entonces, no saben cómo empezar, no saben por dónde empezar”. Agrega que, dado que los voluntarios de CADENA no se pueden quedar permanentemente con las poblaciones afectadas, deben brindar la ayuda estratégica para enseñarles cómo reahabilitar sus pueblos, como retomar la vida a partir del desastre.

Los albergues

La intervención de CADENA no se limitó a las zonas de desastre: los albergues en los que miles de hondureños buscan refugio, comida y condiciones de vida mínimamente dignas, representan un problema adicional que atender. Cuatro personas del equipo de CADENA se quedaron en los albergues para seguir brindando ayuda estratégica por tres meses.

“Los albergues están muy hacinados”, dice Laniado quien recuerda que, además de haber sobrevivido a los desastres naturales, esa gente enfrenta la emergencia del covid-19 como el resto del mundo.

“Entonces, estamos ayudando en protocolos de actuación (somos buenos en eso), de cómo ordenar, como implementar albergues para que la gente no se contagie, para que viva en situaciones muy dignas, para que no haya problemas de abuso sexual y todo lo que sucede en albergues cuando no están cuidados.”

Organizar los albergues para que en ellos la vida no se convierta en una pesadilla adicional es todo un reto, que pasa por la administración y la logística de los servicios, el establecimiento de horarios para distintas actividades y de reglas que permitan conservar el orden. También se intenta que los refugiados salgan a buscar trabajo y que cuenten con espacios de esparcimiento.

Pero Laniado y su equipo no solo llevaron ayuda humanitaria. “También llevamos sonrisas”, dice, y recuerda que los otros voluntarios y él mismo cantaron y tocaron el ukulele y la guitarra para tratar de alegrar a la gente que vivía los momentos más oscuros. “Es muy bonito”, dice Laniado mientras afirma con la cabeza y sonríe con los labios cerrados en una mueca de satisfacción.

No es suficiente hacer el bien

El camino de CADENA hasta convertirse en la respetada organización civil de ayuda humanitaria que es hoy en día no ha sido sencillo ni expedito. La capacitación del equipo de voluntarios y de sus líderes ha sido, a decir de Laniado, la clave para llegar hasta este punto.

“Hay una frase que me gusta decir: no basta hacer el bien, hay que hacerlo bien. Yo siempre he estado comprometido con eso, a nivel personal. Ser excelente. Y todos en CADENA tenemos ese chip, esa manera de pensar, hacerlo todo bien, excelente; tratar de, de verdad, mover la aguja, hacer diferencias. Y para eso hay que ser muy osado.”

La osadía de CADENA se ejemplifica en su afán de “llegar a donde nadie llega, donde nadie ha ayudado, a los más necesitados, y para eso hay que ser osado, hay que treparse en helicópteros, hay que cruzar el planeta.”

Esa determinación de hacer Tikún Olam en todos los lugares del mundo donde se requiera está en el ADN de CADENA, dice Laniado, quien nos cuenta cómo sus voluntarios se van contagiando de ese espíritu paulatinamente.

“Los jóvenes se apuntan a las misiones. Empiezan con misiones más sencillas y luego van aumentando, (participan en) misiones más complejas; luego se vuelven líderes (…). Les damos cursos muy avanzados. Un curso que damos son dos meses seguidos en Israel, con los mejores instructores del mundo, en salvamento, rescate, supervivencia, liderazgo humanitario, crisis…”

El ascenso de los voluntarios hacia las misiones más complejas lo determina todo un sistema de evaluación y acumulación de horas de servicio y aprendizaje, porque a misiones como la de Honduras “no va cualquiera. Una semana antes de Honduras fuimos a Providencia, una isla en Colombia (que) está de verdad al fin del mundo, a la mitad del océano. Ni siquiera está en el mapa. El huracán pasó por ahí y se estacionó unas horas. Devastó el 98% de la isla.”

La gente que asistió como parte de CADENA a dichas misiones humanitarias son lo que Laniado califica “todo terreno”. Jóvenes que no conocen los obstáculos y que no se rinden ante ninguna situación adversa. Incluso tuvieron que armar una camioneta Pick-up con las partes servibles de muchos autos descompuestos para poder avanzar por zonas inhóspitas. “CADENA atrae gente con talento pero también con un propósito de ayudar.”

Una bonita amistad… ¡con Hitler!

La comunicación es esencial para organizar a las comunidades necesitadas. Sin embargo, CADENA suele enviar misiones a sitios donde la gente habla idiomas y lenguas desconocidos. Los corazones, dice Laniado, se hablan. La gente percibe las buenas intenciones e, incluso en zonas de conflicto como la Mosquitia (región asolada por las maras), acepta con los brazos abiertos a los voluntarios que acuden en su ayuda.

Eso facilita las cosas pero, según Laniado, su equipo suele buscar en estas zonas remotas a alguien que hable español o inglés, para facilitar el proceso de comunicación. En la Mosquitia, Laniado y los chicos de CADENA encontraron a un aliado insospechado. Un maestro de escuela, el único responsable de la alfabetización de toda la región, según el líder humanitario, cuyo nombre no podía ser más que el presagio (por suerte equivocado) de un desastre: Hitler.

“Estoy ahí trabajando, instalando filtros, y en eso empiezo a oír (gente hablando) en dialecto, no entiendo qué están diciendo, pero (escucho) ‘Hitler’. Entonces pienso: ‘no puede ser que me estén molestando aquí, no puede ser. Como que no entendía qué estaba pasando. Y cada tres minutos alguien decía ‘Hitler’ y yo pensé que de verdad estaban molestos con mi presencia. Pero luego pensé: ‘¿cómo puede ser que en una región tan alejada del mundo la gente tenga prejuicios?.’ Como que no captaba el asunto… Hasta que vino este muchacho que se llamaba Hitler.”

Se trataba de la única persona en toda la región que hablaba español. “Estuve trabajando con él. Un tipazo, un tipo con unos valores humanos… Y al final de la misión, que ya éramos íntimos amigos, le pregunté ‘¿por qué te llamas así?’. Y él me dijo: ‘cuando nací, mis papás me abandonaron en un árbol. Mi abuelo me vio y me tomó. Yo nunca vi a mi papá, nunca conocí a mi mamá. Me crió mi abuelo. Y mi abuelo me puso así porque quería que yo fuera alguien fuerte y poderoso’.”

Laniado inquirió al joven sobre si sabía quién había sido Hitler, a lo que este respondió que no. “Le conté y le dije ‘mira, tu persona, tu misión de vida me hace a mí evolucionar y aprender a no tener prejuicios (…). Y esas son cosas que en CADENA nos pasan todo el tiempo. Todo el tiempo estamos creciendo como seres humanos.”

A lo largo de esta larga y generosa entrevista concedida por Laniado a Enlace Judío, el líder de CADENA cuenta historias asombrosas una tras otra, desde las misiones en territorios hondureños controlados por las maras, hasta aquella ordenada por el expresidente de Israel Shimon Peres, que llevó a la organización a brindar ayuda humanitaria a la frontera entre Siria y Jordania, donde Laniado y su equipo convivieron de cerca con los primeros 300,000 refugiados sirios de la guerra civil que recién se había desatado.

Su historia familiar, con raíces en Siria, permitió que Laniado se granjeara la confianza y el afecto de casi todas las personas con las que convivió en aquella aventura improbable. “Era un 90-10”, dice respecto a la proporción de gente que lo recibió de buena gana pese a ser judío. Y enfatiza que el problema de los sirios es con Israel, no con los judíos.

También habla del camino de CADENA como una búsqueda por conquistar la ética universal, por unir a los pueblos y por erradicar los prejuicios. Hay que romper paradigmas, dice el judío en cuyo WhatsApp hay un contacto llamado Hitler.

Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío

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