Natalio Steiner/ Líbano, a 10 años de la Primavera Árabe

Lebanese demonstrators wave national flags on a highway linking Beirut to north Lebanon in Zouk Mosbeh on Oct. 19. JOSEPH EID/AFP via Getty Images

Enlace Judío – La serie de hechos sangrientos vividos por los países árabes desde diciembre de 2010, conocidos como la Primavera Árabe, continúan resonando en muchas latitudes.

El sombrío invierno árabo islámico se manifestó con la caída de regímenes tiránicos en Túnez, Egipto, Libia, Yemen, las revoluciones islámicas que llevaron al caos en los países árabes, el ascenso del ISIS y el califato islámico. En el sur de Irak y el este de Siria, e incluso la sangrienta guerra civil que arrasó Siria, todo lo cual parecía haber pasado por alto el Líbano, causó estragos en el país de los cedros como una fuerte tormenta de viento, pero no duró lo suficiente como para colapsar finalmente el país.

El Líbano es el único país árabe que carece de las características de un Estado árabe clásico. La multiplicidad de etnias y corrientes étnicas ha llevado a la dirigencia libanesa y sus ciudadanos a demostrar en todo momento la “arabidad del Líbano”. Es difícil olvidar las lágrimas derramadas por el ex primer ministro libanés Fuad Siniora durante la Segunda Guerra del Líbano en julio de 2006, mientras la Fuerza Aérea de Israel aplastaba el bastión de Hezbolá, el distrito de Dahieh en el sur de Beirut, y Siniora lloraba por los líderes árabes, la mayoría de los cuales serían derrocados unos años más tarde.

Quizás la falta de esas características clásicas de un Estado árabe generaron que la Primavera Árabe y el invierno islámico que siguió saltearon el Líbano pero arrastraron a la vecina Siria y a los que gobernaron el Líbano hasta abril de 2005, a una sangrienta guerra civil en la que el régimen sirio masacró a sus ciudadanos con armas químicas y se filtraron potencias extranjeras como Rusia, Turquía y la organización terrorista chiita-libanesa Hezbolá, sometiendo a los rebeldes en una guerra brutal que se cobró la vida de cientos de miles y provocó millones de refugiados, garantizando efectivamente la supervivencia del dictador Bashar al Assad.

Tal como lo mencioné, ya en 2005 los ciudadanos libaneses expulsaron del país al régimen militar sirio que ingresó al Líbano después del estallido de la guerra civil a mediados de la década de 1970. Y esto, a través de una protesta popular generalizada y desarmada. ¿Preveían los libaneses lo siguiente cuando comenzaron la protesta popular desarmada contra la ocupación siria? No estoy seguro. Esta protesta estalló después del asesinato del primer ministro Rafik al-Hariri, quien era un gran oponente del régimen sirio y señaló a los libaneses la esperanza de un futuro mejor.

Además, desde que obtuvo su independencia de Francia en 1946, el Líbano ha carecido de la figura del gobernante de corte dictatorial. Aunque su régimen ha estado determinado por un código étnico que ya no es relevante, el sistema político y público adolece de corrupción y fracasos que han llevado al país a un estado de quiebra económica y desastres como la explosión del depósito de nitrato de amonio en Beirut que destruyó casi la mitad de la ciudad.

Al mismo tiempo, la comunicación en el país es bastante libre a diferencia de cualquier otro país árabe. No hay censura en internet y la influencia de las organizaciones islámicas extremistas en el país es baja, a excepción de Hezbolá, que se ve a sí mismo como un defensor de la comunidad chita, pero también como una organización patriótica libanesa que participa en el juego democrático, una comunidad que alguna vez sufrió una severa discriminación por parte de cristianos y musulmanes sunitas en el Líbano, y ahora es la comunidad más poderosa y unida del país, a pesar de los privilegios de que disfrutan los miembros de las comunidades cristiana y sunita en virtud de la constitución libanesa en la que se basa la convivencia étnica.

Por otro lado, la crisis de liderazgo en la comunidad sunita desde el asesinato de Rafik al Hariri; la dificultad de su hijo Saad al Hariri para ponerse en su lugar como primer ministro libanés; los amargos conflictos, las luchas y las oleadas de asesinatos dentro de la comunidad cristiana dividida en ocho corrientes diferentes, afectaron duramente a la comunidad musulmana sunita y a la comunidad cristiana en el Líbano, que perdió la mayoría de los centros de poder e influencia en el sistema político público libanés a favor de la comunidad chita, Irán y Turquía.

Natalio Steiner es director de Comunidades Plus y corresponsal en Argentina de Enlace Judío.


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.

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